“La ciudad tuvo suerte de que no haya más muertos”

El perito Leonardo Saccomanno observó las lesiones de todos los heridos durante la represión policial del 17 de junio y concluyó que “la ciudad tuvo suerte de que no haya más muertos”. Durante una nueva jornada del juicio, el Jefe de Prosegur confirmó que entregó municiones de caza a la Policía, y el ex Intendente Cascón dejó en evidencia la negligencia de la conducción de Seguridad del Gobierno rionegrino.

Dos muertos, decenas de heridos, una policía descontrolada y con saña, y sin embargo, una ciudad con suerte. Es que como producto de la represión policial durante el 17 de junio de 2010, Bariloche podría haber llorado más muertos.

Así lo dejó en claro el perito Leonardo Saccomanno, miembros del Cuerpo Médico Forense, quien realizó las autopsias de los jóvenes Sergio Cárdenas y Nicolás Carrasco, y reviso las heridas de más de 20 lesionados, 11 de ellos con postas de plomo.

“Las ciudad tuvo suerte de que no haya más muertos”, concluyó.

Bariloche, en cambio, no tuvo la suerte de que el jefe de la sucursal local de la empresa de seguridad Prosegur, Norberto Barridon, pregunte para qué y con qué objetivo la Policía local le solicitó municiones, durante la trágica jornada de 2010. “A la policía se le presta”, interpretó y entregó a una empleada de la empresa tres cajas con cartuchos con munición de caza 12/70, tipo perdigoneros.

Barridon -quien ingresó a la empresa en 1979-, detalló que fue a buscar al armario de su oficina las municiones, y admitió que los cartuchos entregados contenía “munición perdicera”, es decir de caza. Dijo que era un “error” que Prosegur trabajara con ese tipo de munición, y explicó que “a partir de 2012 o 2013” la situación se modificó y la casa central de la empresa comenzó a dotar a la sucursal con munición de posta.

De las tres cajas que Barridon entregó a la Policía de Río Negro, una contenía munición sin uso, y otras dos tenían munición “que estaban marcadas producto de la carga y descarga en las escopetas”.

Era, según sus palabras, “munición en mal estado” que “la guardábamos para las prácticas de tiro”.

Según testimonió ante el Tribunal que juzga la actuación policial, luego de 10 días una empleada -la misma a la que le dio la bolsa con las cajas de cartuchos para que se la facilitara a la Policía-, “me dice que vinieron de la Comisaría y devolvieron las municiones. Dijeron que no eran las que habían pedido”.

Barridon reiteró que “no le dijeron” para qué querían los cartuchos, y aún así “a la Policía se le presta”.

Mal parados
El ex Intendente Marcelo Cascón, a cargo del Municipio al momento de los hechos, brindó un detallado testimonio sobre su actividad el 17 de junio de 2010, y fue concluyente al señalar que, enterado de la situación, su decisión fue interrumpir su agenda de actividades programadas y abocarse al tema.

Así, dejó en evidencia la gravedad de la decisión del ministro de Gobierno, Diego Larreguy, el secretario de Seguridad, Víctor Cufré, y la cúpula policial, que, conociendo que un efectivo había asesinado a Diego Boneffoi y que el hecho había provocado manifestaciones e incidentes, decidieron irse de Bariloche y seguir con su agenda de actividades en El Bolsón.

“Yo no me fui y estuve en el lugar de los hechos”, fue la respuesta de Cascón ante la pregunta puntual de la abogada querellante Natalia Araya.

El ex jefe comunal relató que pasado el mediodía y ante el cúmulo de información sobre la gravedad de la situación en la zona de la Comisaría 28, le pidió a su secretaria de Desarrollo Social, Norma Gómez, que se dirija al lugar. Los datos que le transmitió la funcionaria fueron muy desalentadores. Quedaba claro que a primera hora de la tarde, cualquier espectador con un mínimo de atención podía dimensionar lo que estaba sucediendo. A pesar de la gravedad del conflicto, la cúpula política del ministerio de Gobierno, de Seguridad y los jefes policiales abandonaron la ciudad.

Ya en horas de la tarde -“18 o 19 horas”, estimó Cascón-, se dirigió al lugar del conflicto para acompañar a Sandro Boneffoi -padre de Diego-, a quien habían convencido de dar una conferencia de prensa llamando a la tranquilidad, con el objetivo de “evitar que se llegue a la noche con ese nivel de enfrentamiento”. Hasta allí llegó también el por entonces Juez de Instrucción, Martín Lozada.

Pero mientras Boneffoi comenzaba a hablar con la prensa llegó la información sobre la muerte de otro joven -aún no estaba claro si se trataba de Sergio Cárdenas o Nicolás Carrasco-, lo cual enervó los ánimos de los manifestantes.

“Estaba hablando con la prensa Boneffoi, se escuchan algunos gritos ‘murió alguien más’, se acercan otros jóvenes, se arma alboroto y desorden. Sentimos todos que aumenta el clima de agresión o intolerancia. Alguien me sugiere retirarme del lugar, visualizo que (la gente) se comienza desbandar y a correr. También lo hace Lozada hacia la (Comisaría) 28”, relató Cascón.

Decidió subirse al vehículo con el cual había llegado, y antes que pudiera arrancar un piedrazo rompió el vidrio de la luneta. Logró marcharse y desde ese momento siguió las alternativas del conflicto desde su despacho en el Centro Cívico.

El ex Intendente, al igual que el ministro de Gobierno Larreguy, intentaron que el Gobierno nacional ordene el envío de personal de Gendarmería para “cambiar la lógica del enfrentamiento, que tenía que ver con el uniforme azul en el medio del conflicto”. Es decir, que la presencia de Gendarmería atempere el enojo de los manifestantes contra la Rionegrina, responsable del asesinato de Boneffoi y la posterior represión.

Pero la Nación no accedió al pedido.

Ante los jueces, Cascón explicó que intentó mantener “una posición lo más equilibrada posible”, y que por ese motivo no se sumó a la movilización a favor de la Policía, que se realizó en el Centro Cívico.

Mi hermano
Ricardo Carrasco parece entero, recompuesto, ocho años después. Pero a poco de empezar a hablar expone en su voz una mezcla de bronca y dolor.

“No hay silencio que derrumbe tu ausencia”, dice en la espalda la remera que lleva puesta al momento de sentarse ante el Tribunal.

Mira de reojo a los policías imputados y recuerda que Nino -Nicolás Carrasco- estaba de novio, que tenía 16 años, y que iba a ir a buscar a su novia al barrio Dos de Abril.

Ricardo estaba enfrentándose a piedrazos con la Policía, y Nino le dijo “dejate de joder, vamos”. “Andate”, le gritó.

Los cuatro policías estaban apostados en la esquina de Elordi y Osses comenzaron a disparar y Nino “los puteó; se separó dos o tres metros de mí, y los puteó”.

Eran siete u ocho jóvenes que quedaron en la calle Osses, y vieron como iban quedando emboscados, con la policía cada vez más cerca. Fueron corriendo hasta la puerta de la casa de la familia Gallardo. En ese momento, “nos damos vuelta y Nino se tocaba acá”, dice Ricardo, la mano en la espalda.

“Le picaba. Pensábamos que era un perdigón de goma. Entramos a la casa de Gallardo. Los milicos más atropellaron. Yo me quedé afuera para tratar de verle la cara. Pero empezaron a venir los azules de la 28 como para no permitir ver. Sabían que habían lastimado a alguien”, cuenta el hermano de Nino.

“Lo sentamos y se fue de frente al piso. Le levanté atrás y tenía un agujerito en la espalda. Queríamos salir a buscar un auto. Se desvanecía. Le buscaba la mirada y no me miraba, tenía la mirada perdida. No me hablaba. Me bajaba la mirada”, narra Ricardo con la voz entrecortada, como si aún le buscara la mirada.

Nino llegó al Hospital con tres perdigones en la espalda y otra herida de bala de plomo en la pierna. Lo llevaron al quirófano pero no resistió. La investigación no pudo dar con los autores del o los disparos que acabaron con su vida.

Ocho años después, Ricardo sabe que para ese asesinato no habrá justicia.

(Fuente e informe: En Estos Días)