17J: Se cayó la teoría del enfrentamiento

El testimonio de un joven que filmó con su celular el momento del asesinato de Sergio Cárdenas aportó luz sobre la responsabilidad policial en los hechos de junio de 2010, en el Alto barilochense. El relato de cómo se dieron las muertes, en cambio, reinstaló el dolor entre los familiares.

Lluvia, nieve, frío, y el humo de los gases lacrimógenos agrisaron la postal represiva en el Alto de Bariloche, el 17 de junio de 2010.

Darío Velázquez bajó del departamento donde vivía en Elordi y Zobral aproximadamente a las 17,30, porque los cruces entre los manifestantes y la policía se habían calmado. Llevaba en su mano su teléfono celular Sony Ericson. No supo en ese momento que el registro que tomaría se convertiría en una prueba contundente para determinar la responsabilidad del grupo de policías que dispararon balas de plomo y mataron a Sergio Cárdenas.

A las 17,36 escuchó un zumbido, un silbido, una bala que le pasó cerca, lo obligó a bajar el teléfono y dejar de filmar. Y un grito inmediato: “Hay un pibe tirado”.

Velázquez corrió hasta el lugar y vio a Cárdenas, tirado boca arriba. Ya no se movía. Un Volkswagen Gacel se metió en contramano para llegar hasta allí y cargar el cuerpo. Algunas horas después, por los medios, se enteró de que su vecino había fallecido.

Fue clave el testimonio de Velázquez este jueves ante el Tribunal que juzga a los policías imputados por el asesinato de Cárdenas y a la conducción policial por el manejo de la represión de aquel día. Relató, con detalle, todo lo que observó y filmó: policía realizando disparos contra la multitud.

“En Elordi y Zobral se juntan chicos, eran pibes (…) y la Policía reprimía”, dijo. Eran “varios policías”, pero como estaba nevando y lloviendo, no alcanzó a ver cuántos eran, ni qué armas llevaban, ni si tenían escudos o cascos.

En ese momento, “disparaban hacia dónde estaban los pibes. Los perdigones se escuchaban en el piso. Cuando estoy grabando se escucha un silbido que pasa cerca mío, una bala. No fue un zumbido similar al resto. Pasó cerca mío y al segundo cayó un pibe tirado ahí”, narró. Y detalló: “Me corro y escucho ‘hay un pibe tirado’. Dejo de grabar y voy a dar la vuelta porque me llamaba la atención lo que estaba pasando. Cuando llego había un pibe tirado y otros pibes rodeándolo”.

Velázquez no conocía a Cárdenas, que “estaba en el grupo de pibes que estaban tirando piedras”, aunque no lo vio en esa actitud.

Tampoco vio manifestantes con armas, tal como también dijeron el resto de los testigos, con excepción de un par de efectivos policiales.

Cuando llegó la calma, la esposa de Velázquez le dio el teléfono a un sobrino que pasó la filmación a un CD. Ese material fue llevado a la Justicia y constituye hoy una prueba fundamental en el juicio.

Karina Riquelme, viuda de Sergio, tuvo que escuchar una vez más el relato detallado del momento del asesinato de su ser querido. No fue la única, en la dolorosa jornada judicial del jueves.

“Me muero”
Carmen Curaqueo, madre de Nicolás “Nino” Carrasco, se quebró mientras la doctora Natalia Kerz contó los últimos minutos de vida del joven de 16 años.

Cuatro perdigones de plomo había recibido Nicolás aproximadamente a las 16,20 horas del 17 de junio de 2010. Uno de ellos, fue mortal.

Sin embargo llegó consciente al Hospital Zonal. Y sabiendo que su vida pendía de un hilo.

“Me muero, me muero, dijo. Tenía la conciencia de muerte inminente. Entendía que lo que le estaba pasando era grave. Lo traté de tranquilizar porque estaba excitado por el estado de shock, le dije que iba a estar atendido y que iba a subir al quirófano. Estaba asustado. Ahí me despedí de Nino”.

Carmen escuchó inmóvil y llorando el relato de la médica que atendió a su hijo antes de llegar a la mesa de operaciones. Allí hizo un paro cardíaco. “No lo pudieron sacar y falleció”, dijo Kerz.

Inmutables, los siete policías y Jefes policiales imputados evitaron algunos de sus habituales gestos de asentimiento o provocación.

Saben que en esa zona de calle Osses entre Onelli y Elordi, Nino pudo no haber sido la única víctima. Allí la violencia de los uniformados provocó heridas a otros muchos manifestantes y a poco estuvo de generar más muertes.

Lo dejó en claro Lucas Gallardo, otro de los testigos que declaró este jueves ante el Tribunal.

El joven tenía 16 años cuando mataron a su amigo Nino. Y no ocultó que, junto a él, y otros muchos, participó del enfrentamiento con la policía.

El Fiscal Jefe Martín Lozada, le preguntó:
-¿Por qué tiraban piedras?
Lucas Gallardo: Porque nos tiraban tiros, nos defendíamos con lo que teníamos ahí.
-¿Cuántos jóvenes participaron?
-LG: Un montón. De muchos barrios habían venido. Se fueron enterando y (fueron) llegando de todos lados.
-Observó a algún joven que estuviese armado?
-LG: No. Todo el mundo tenía piedras. Eramos todos chicos, 14, 15, 16 años, con piedras estábamos.
-¿El enfrentamiento con la policía tuvo que ver con asesinato de Bonnefoi? (ocurrido en horas de la madrugada, a manos del Cabo Sergio Colombil).
-LG: Claro, fue por la muerte de Diego.

Pasadas las 16,20, el joven estaba en la puerta de su casa, junto a Nino, arrojando piedras a la policía. “El venía como de su casa, yo estaba afuera. La policía venia reprimiendo por los cuatro lados. Nos encerraron reprimiendo en calle Osses. Llegó Nino, nos saludó, estábamos tirando piedras. Nos agachamos para buscar piedras, mirando hacia Elordi”, ahí “estaba el grupo de la policía que venía por Elordi reprimiendo. Escuchamos los disparos y Nino recibe los disparos. Yo estaba detrás de él. Vimos que tenía un huequito nomás. Dijo que le ardía. ‘Entremos, me dieron’, dijo. Se sentó en un balde y se fue al piso. Entramos y ya estaba mal. Lo único que dijo fue ‘me dieron’, y ya se le estaban yendo los ojos para atrás”, dijo Lucas, de corrido, aún con bronca por el asesinato de su amigo.

Amigo del barrio, de jugar a la pelota en la calle. “Nos juntábamos a jugar al fútbol. era un pibe re tranquilo, trabajaba con su papá, como su hermano. Éramos un grupo de todos chicos de esas edad. Nos juntábamos ahí en el barrio. Era re tranquilo, no molestaba a nadie. No tenía problema con nadie”.

Nino se murió adentro de la casa de su amigo Lucas. Pero no hay imputados por ese asesinato.

Lucas a punto estuvo de engrosar la lista de muertos ese día. Según contó, mientras Nino se moría dentro de su casa abrió la puerta para buscar ayuda, pero un agente policial “uniformado, petiso, medio gordito” le apuntó con una escopeta a la cara, y disparó. Lucas tiró un manotazo al arma e impidió que el disparo le dé de lleno. Aún tiene una herida visible en el rostro.

Después de ese hecho, “tuve que estar escondido, porque me buscaba la policía. Le dijeron a mi hermano que me iban a matar”. Pasó tres meses escondido en Entre Ríos, aunque tenía que decir que estaba en El Bolsón.

Cuando volvió lo “metieron en un patrullero” y lo “mataron a palos”, contó.

La jornada del juicio de este jueves incluyó también el testimonio de los Jefes del grupo BORA de General Roca y Lamarque, convocados aquel día. Sus aportes confirmaron que el orden y protocolo de acción seguido por ese grupo nada tuvo que ver con el desorden y la falta de conducción de los policías de las comisarías 28, 2da. y otras que participaron de la represión.

Tal como la tarde fría del 17 de junio de 2010, parece ir agrisándose el futuro de los policías imputados.

(Fuente: En Estos Días)