Un mundo sin periodistas

(Por Eduardo Varela*).- “Un mundo sin periodistas”, planteaba Horacio Verbitsky en los 90 en un libro que denunciaba los denodados esfuerzos de los poderes político y económico, simplificado en el menemismo, por destruir las revelaciones de la prensa o, más bien, a sus hacedores, los periodistas.

Pasaron más de dos décadas de aquel verdadero manual de la denuncia periodística argentina y ese vínculo sigue de la misma manera: el periodismo intentando revelar y el poder yendo detrás queriendo ocultar sin importar demasiado de qué manera.

El poder nace y crece en la democracia (ojo, lo hace siempre y en cualquier sistema) y se vale de ella para crecer. Pero resulta curioso que con todo eso no la ejerce ni la fomenta y en cuestiones de la libertad de prensa –factor fundamental de la democracia- entra en el juego amigos/enemigos muy peligroso y que suele terminar pagando más el trabajador de prensa que el medio de comunicación.

Hasta hace algunos años los medios de comunicación eran más o menos los tradicionales más la irrupción de los sitios de Internet, con la popularización de la web y la llegada de las redes sociales la información dejó de ser una propiedad exclusiva de los periodistas para socializarse y compartirse sin siquiera, a veces, la necesidad de un medio de comunicación. Las redes sociales, no obstante, dejan todavía en claro que el periodista todavía tiene, en general, cosas que lo diferencian del resto de los que pueden tener una información entre manos: el criterio y la credibilidad. Dos de los tres ingredientes fundamentales que, a mi criterio, son necesarios para ser periodista. El tercero es la curiosidad.

Los que hacemos periodismo desde los 90 aprendimos un montón de códigos establecidos y rígidos que venían de los medios tradicionales: un montón de códigos maravillosos que se aplicaban a la vida, como el buen manejo del idioma, la verdad ante todo y la discusión con argumentos y también unos cuantos muy malos, como quedar sometido a la explotación laboral de medianos y grandes medios de comunicación de todo el país.

Un mundo sin periodistas no es esa idea fabulada de eliminar a los trabajadores de la prensa, es ir corriéndolos del medio, hacerlos cada vez menos necesarios de criterio pero útiles para trabajar. La eliminación de la prensa no es nada que tenga que ver con el mundo ficticio, es lo que sucede hoy: periodistas, trabajadores de prensa sin trabajo o con trabajo a punto de cesar. En los últimos dos años hubo una oleada de cierres de medios de comunicación o achiques que afectaron al trabajador que llegó a una histórica cantidad de 3 mil trabajadores de prensa sin trabajo. En Viedma, el diario Noticias de la Costa achicó sus salidas en papel, el diario Al Día redujo su plantel de trabajadores a la mínima expresión y el poderoso diario Río Negro ofrece retiros voluntarios y cierra agencias en toda la región. Las radio FM no pueden sostener empleados y encima la inflación y los tarifazos llevan a repensar la continuidad de la existencia. En ese desconcierto e incertidumbre el trabajador de prensa se debate en si podrá seguir viviendo de su vocación o tendrá que buscarse otra cosa para sostener un ingreso digno para su familia.

Hay que tener claro que hoy prácticamente no hay ninguna posibilidad de empleo en medios locales y de la región, la autogestión aparece como una posibilidad cierta sin que necesariamente sea una solución.

Los periodistas, los trabajadores de prensa sobrevivimos, pero no nos extinguimos, eso no ha ocurrido en los más oscuros de los tiempos y no ocurrirá en este. Solo debemos apelar a la conciencia social y a una de nuestras esencias: el criterio legítimo.

Porque un mundo sin periodistas no existe.

*Periodista, ex normalizador del Sindicato de Prensa de Viedma y ex integrante de la Comisión Directiva de la Federación Argentina de Trabajadores de Prensa.