David y Goliat

(Por Enrique Minetti*).- “Metiendo David su mano en la bolsa, tomó de allí una piedra, y la tiró con honda, e hirió al filisteo en la frente; y la piedra quedó clavada en la frente, y cayó sobre su rostro en tierra. Así venció David al filisteo con honda y piedra; e hirió al filisteo y lo mató, sin tener David espada en su mano”. (Samuel 17, 49-50).

Tal, la historia bíblica de David y Goliat. Compendia la victoria del pequeño frente al grande, del desvalido frente al poderoso, un ejemplo de que aunque tengamos todo en nuestra contra, siempre habrá posibilidades de salir triunfante. Es una peculiar metáfora que se ha extendido por todo el planeta, en cuanto que da forma al universal anhelo de poder decidir nuestra suerte por nuestra propia mano, sin encontrarnos sometidos a influencias externas.

Luego del ominoso escándalo vivido el 13 de agosto donde el partido del gobierno festejó entre globos, bailes y el mago sin dientes, lo que en realidad resultó (y lo sabían) su propia derrota, la verdad -como “casi” siempre sucede- se impuso sobre la mentira. En provincia de Buenos Aires, 37 puntos a 30 ganaba Cambiemos a la hora del festejo, a la hora en que todo el mundo miraba la televisión y se fue a dormir con esa pantalla. El meta mensaje había sido instalado. Resultado parcial debido a que la carga de votos fue deliberada y maliciosamente efectuada para crear ese espejismo fraudulento. Otro engaño. Otra ofensa a la inteligencia y a la buena fe de los argentinos que resistieron hasta pasadas las cuatro de la madrugada, viendo como la diferencia se iba acortando hasta que fue de 0,1 a favor del candidato Bullrich. Por espacio de una hora aproximadamente, la carga fue por demás lenta y siempre en ascenso a favor de la candidata de Unidad Ciudadana. Hasta que se detuvo definitivamente con el 95 % de los votos sufragados. Importaba mostrar ese resultado mentiroso. Evitar la tapa de los diarios del otro día que dieran por ganadora a Cristina Fernandez de Kirchner. Perfecto ejercicio de posverdad, de marketing, de mercadeo. De eso saben de sobra los CEOS gobernantes.

Se sostuvo -desde el gobierno- que en toda elección el conteo se suspende cuando se llega a ese porcentaje. Otro engaño más. Eso es así cuando al llegar a ese porcentaje el resultado es ya irreversible y se sabe irrefutablemente quien es el ganador y el porcentaje del 5% faltante no puede alterar el resultado. En el caso de estas PASO es exactamente al revés: 0,1 de diferencia no aseguraba ningún resultado inmodificable, lo sabían. Y así fue. Recién 17 días después, se dio a conocer el resultado que da por ganador a quien al suspenderse el escrutinio resultaba el perdedor. No resulta casual que la justicia electoral estuviera a cargo del Juez Culotta cuyo único mérito y antecedente fue haber sido compañero del Cardenal Newman del Presidente, como así también que el Director de INDRA, la empresa encargada del conteo de los votos: Irigoin, es un CEO histórico del Grupo Socma que pertenece a la familia Macri. Un verdadero hombre del riñon del Presidente.

El mundo mira atónito este escándalo electoral que está muy lejos de la transparencia y la “República” tantas veces pregonadas por la Alianza gobernante, particularmente por su socia fundadora, la Dra. Carrió. Eso no es bueno. El show mediático-electoral engañoso llevado a cabo le hace poco favor a la democracia, al país. Nos recuerda -por su semejanza- al repugnante llamado fraude patriótico que los conservadores perpetraran en la década infame.

Volviendo a la metáfora. Ganó David, el más débil. Para sostener lo que digo tengo en cuenta que se trata de una candidata mujer, para más viuda y no de un cónyuge común y corriente, no, de un cónyuge compañero de militancia desde sus juventudes, luego Presidente de los argentinos y su socio ideológico. De una mujer perseguida ferozmente por los medios oficialistas -antes denominados hegemónicos, concentrados, dominantes- hoy sin eufemismos son eso: medios oficialistas.
También perseguida por un sector importante de la justicia, fundamentalmente Federal y, obviamente, por el Gobierno. Una mujer que hizo una campaña democrática sin asistir una sola vez a un set de televisión, sin afiches, sin carteles, sin actos masivos, sin agresiones, sin el paraguas del PJ, casi ausente. Una mujer que se enfrentó a la más fenomenal concentración de poder de la historia argentina.

Hoy, se descarta la importancia central que los medios de comunicación escritos, radiales y audiovisuales -particularmente la televisión- tienen en la formación de sentido, en la formación de creencias en la opinión pública. No en vano el Presidente, ni bien se sentó en el sillón de Rivadavia, anuló ilegalmente por decreto la Ley de Medios Audiovisuales y puso todo en poder del Grupo Clarín y sus socios. No hay programa, no sólo político o pseudo político, sino cómico, deportivo, magazín, cultural (¿?), de moda, cocina, espectáculos, show, de chismografía de la farándula, almuerzos, cenas, livings, debates, etc. etc. que no se haya ocupado de denostarla, de vilipendiarla. Lo hacen generalmente recurriendo a la anécdota, a la frase hecha, a la fábula engañosa, a la vulgaridad, en fin, a lo que pueda pegar emocionalmente en la gente, generalmente desprevenida (posverdad) y nunca con argumentos serios, racionales, objetivos, honestos. Mucho menos a través de un debate ideológico serio para el cual carecen de sustento y formación alguna, como así también de vocación.

¿A quien la ganó, entonces, Unidad Ciudadana? Le ganó a Jorge Lanata, quien, violando flagrantemente la veda junto a la Sra. Mirta Legrand, hizo desde su mesa, a horas del comienzo del escrutinio, un virtual cierre de campaña del candidato oficialista visto y escuchado por millones de argentinos y bonaerenses. Le ganó a los Nelson Castro, a los Leuco, a Majul, a Fantino, a Bonelli, a Susana Jiménez, a Tinelli, a Julio Blanck, a Eduardo Van Der Kooy, a Joaquín Morales Solá, a Eduardo Feinmann, entre tantos otros. Y, claro está, al director de orquesta, el Señor Héctor Magnetto.

Algunos opinadores frecuentemente invitados a mesas, debates y a cuanta cámara de televisión oficialista se encienda por allí, por caso el Profesor de educación física -a la sazón político- Fernando Iglesias, así como el destacado intelectual y político Julio Bárbaro o el brillante filósofo Santiago Kovadloff, vienen pregonando desde hace largo tiempo ya muy enfáticamente: el “fin de ciclo” del kirchnerismo, fenómeno que no parece advertirse en la realidad, de donde sus expresiones quedan fatalmente en el campo del deseo.

Y qué pasa con el partido centenario, sin cuya alianza y colaboración hubiera sido imposible el triunfo de la restauración neoliberal en 2015. ¿Cómo se retorna de ese camino emprendido? al menos con dignidad, digo.

*Abogado