El difícil arte de transferir. ADN

La despersonalización de las campañas es un fracaso. Le pasó al kirchnerismo cuando impulsó la idea que el candidato era el proyecto. Le está pasando al macrismo con su revolución de la alegría. CFK no pudo transferir votos a Daniel Scioli. María Eugenia Vidal no está pudiendo instalar a Esteban Bullrich.

Alberto Weretilneck había encarado el año -cuando se le consultaba sobre los postulantes de Juntos- para el mismo lado. Insistía que no era importante el nombre, sino la idea del partido provincial y la defensa de los intereses de los rionegrinos. Incluso, sostuvo esa tesitura cuando nominó a Fabián Gatti como candidato. No alcanzó.

Las encuestas muestran que ni el proyecto ni el candidato alcanzan a conmover a los ciudadanos como pretendía el gobernador. También indican que su popularidad es intransferible a Gatti. Por eso, se puso la campaña al hombro.

Hay otro antecedente. Miguel Saiz tenía una imagen alta mientras habitaba la Residencia en Viedma, y se encaprichó con Cacho Cuevas. Perdió.

La diferencia entre Saiz y Weretilneck es que el actual mandatario no la porfió tanto. Ahora no solo es el jefe de campaña de Juntos, sino que aparece en los afiches como el compañero de fórmula del ex jefe de la Policía.

El Frente para la Victoria y la CC-ARI personalizaron sus estrategias. Las listas tienen nombre y apellido: María Emilia Soria y Magdalena Odarda. En la provincia de Buenos Aires, la elección del 2015 también dejó marcas: Cristina y Massa.

Pero el gobernador mira números y metió otro condimento para evitar una derrota. Convenció a varios intendentes de otras fuerzas políticas de acompañarlo. Necesita territorialidad. Y esencialmente, achicar márgenes donde el oficialismo pierde.

Weretilneck miró el último número de Roca: 8 a 2. Una diferencia que le costará remontar en otras ciudades. Por eso acelera su incursión en Cipolletti, pero su ciudad aún no le da el triunfo que requiere. En Bariloche gana por obra y gracia del intendente Gustavo Gennuso, pero no saca un amplio margen. Evalúa que puede ganar Viedma, pero aún debe computar el daño que provocó la resistencia a la central nuclear. En el resto de territorio está mejor.

Sobre el cierre de la semana salieron Mabel Yahuar y Hugo Funes a pedir el voto por Gatti. Los intendentes radicales de Los Menucos y Chimpay no se sienten contenidos por Cambiemos. Pero en la Casa de Gobierno aseguran que no son los únicos que ayudarán. Los acuerdos que logró Weretilneck difícilmente se publiciten, pero podrán apreciarse en las urnas.

¿Cómo es? Fácil. Muchos jefes comunales (PJ y UCR) tienen que gobernar dos años más. Algunos incluso, aspiran a ser reelectos. Buenos Aires queda lejos, se multiplicaron los intermediarios y la crisis económica aprieta. La única garantía es el gobierno provincial. Ergo, vuelve 60-40. Una vieja estrategia del radicalismo. Los intendentes ganan por menos de lo que podrían, no licuan su poder y permiten achicar votos al oficialismo donde perdería por más.

El FPV lo sabe. No es la primera vez que los «compañeros» se enfrentan a elecciones. Sin embargo, están confiados en que la bronca con el gobierno de Mauricio Macri los beneficiará. El presidente del PJ, Martín Soria, no está preocupado por la superestructura ni por las lealtades dirigenciales. Conoce las críticas sobre su falta de diálogo con intendentes y legisladores. Pero nota que hay un voto militante que reconoce la tarea de María Emilia y su tenacidad contra las políticas de la Casa Rosada. También especula con que nadie apostará al fracaso absoluto, porque salir tercero condena a la muerte política al peronismo y mata cualquier aspiración de sectores que hoy no conducen.

Odarda sigue firme en la defensa del medio ambiente y espera cosechar el voto antinuclear en Viedma y capitalizar el descontento de productores frutícolas en el Valle. Mantiene sus reclamos ante Nación por las ART para bomberos voluntarios y por el pago de la zona austral a policías retirados. La diáspora en Cambiemos la beneficia.

El macrismo intentó minimizar el salto de Yahuar y Funes: «Chimpay no es La Matanza», dijeron. Pero el golpe se sintió. La Alianza lucha contra la mala imagen del Presidente en esta provincia y es víctima de la campaña sin candidatos. El proyecto en Río Negro, no tiene buena prensa. Y sin nombres fuertes, corre serios riesgos electorales.