«El que apuesta el dólar pierde»

A lo largo de la historia, líderes políticos y destacados funcionarios pronunciaron la fatídica frase: «Para qué queremos dólares», dijo J. D. Perón en sus primeras dos presidencias. «El que apuesta al dólar pierde», declaró L. Sigaut, en 1981, y muchas otras similares, intentando que la gente pensara en pesos en lugar de en dólares y, así, restarle competencia a la moneda propia.

Los números son contundentes. El dólar ha sido la verdadera unidad de medida frente al peso, durante más de un siglo. Resguardando los patrimonios argentinos. Y dejando al descubierto la inhabilidad de los políticos en darnos una moneda respetable. Si no fuera porque sustrajeron 13 ceros a la moneda nacional, vigente hasta 1970, hoy el dólar cotizaría a 17 millones de millones de pesos (17.000.000.000.000). Efectivamente, fueron cuatro sustituciones sucesivas del signo monetario nacional. Pesos Ley, en 1970; pesos argentinos, en 1983; australes, en 1985; peso convertible, en 1992.

De todo ese período, los 11 años de Convertibilidad fueron los únicos con dólar constante. Luego de abandonar ese régimen, en 2002, el dólar subió un 70% hasta ahora. Así, en más de un siglo, el dólar resultó la medida de valor estable, en abrupto contraste con la moneda nacional. Por eso los argentinos siempre nos preocupamos con su valor y lo continuamos empleando como la mejor unidad de medida.

Los precios en dólares de todos los bienes han sido más estables y previsibles que los medidos en pesos. También a futuro, los precios de las cosas son más previsibles en dólares. ¿Cuánto puede costar una tonelada de trigo, barril de petróleo, acero, kilo de papa, hora de trabajo, viaje, dentro de 10 años? Al hacer sus proyecciones para el futuro ¿le resulta más certero estimar en pesos o en dólares?

Indudablemente, los planes de todos serían más previsibles midiendo en dólares. Adoptando al dólar como unidad de cuenta, la Argentina resultaría significativamente más competitiva pues habríamos eliminado un gigantesco factor de incertidumbre: la cotización del dólar. Por eso mismo, favorecería más al progreso argentino utilizar al dólar en lugar del peso en todas las mediciones y transacciones.

Adoptar el dólar impulsaría de forma trascendente nuestro desarrollo y competitividad. Las frases de los dirigentes indicándonos que no pensemos en dólares son equivocadas e increíbles. Los políticos prefieren que midamos en la moneda que ellos fabrican, emiten. No quieren la competencia, que les reste poder de decisión. Ya no podrían alterar patrimonios particulares modificando el valor del dólar. Ya sabemos: a la larga el billete verde ha sido mejor instrumento de medición de valores.

Los dirigentes que quieran nuestro mayor progreso debieran ocuparse de fortalecer y generar las estructuras institucionales tendientes a aumentar la confianza en nuestras capacidades productivas y reducir el azote de los delitos, ignorancia, trabas a las actividades creativas de riqueza, superadoras de la pobreza y la inflación. La gente debiera tener la libertad de decidir la moneda preferible para sus transacciones sin estar sometida a la incapacidad de los políticos para mantener el valor de la moneda.(Enrique Blasco Garma/{ambito.com)