La energía nuclear

(Jorge Castañeda*).- Carl Friedrich Von Weizsäcker, considerado por algunos de sus biógrafos como “físico de profesión, filósofo por pasión y político contra su voluntad” aludía a una esperanza “ética inmanente del mundo técnico”, de la que Sábato, por ejemplo, descreía.

Refiriéndose a las diferentes opiniones pesimistas sobre la energía nuclear trajo como apólogo la siguiente fábula donde cuenta que tres ranas cayeron a un recipiente lleno de leche. “La optimista dijo: “¡Qué estanque tan bello!” Pero al sumergirse en la leche ésta le tapó la garganta y pulmones de tal modo que murió ahogada. La pesimista exclamó: “¡Me ahogaré! ¡Nada puede salvare!” Y efectivamente se ahogó. La rana prudente vio que la pesimista tenía razón, y aun cuando no sabía qué hacer no se dio por vencida. Pataleó durante horas, hasta que sintió bajo sus patas una masa blanda pero firme. Había convertido la leche en mantequilla y esta le brindó un apoyo resistente. Saltó del recipiente y se salvó”.

Cuando la técnica –no la ciencia pura que es algo distinto- tiene los controles necesarios para su desarrollo provocando los menores riesgos posibles al planeta y las personas que lo habitan pareciera que como en la vieja fábula citada más arriba habrá lugar para que esa esperanza se transforme en una realidad.

El Doctor Marcelo Touriño, prestigioso académico de la Universidad Nacional de Córdoba e integrante del Centro de Estudios e Investigaciones Patagónicas (CEIPA) en un interesante ensayo sobre las alternativas de cambio para la región patagónica escribió con respecto a la energía “que es de máxima prioridad el otorgar ya la electricidad en los porcentajes suficientes para impulsar el proceso industrial regional y poder así, constituir los fundamentos básicos de los polos de crecimiento propuestos”. Y más adelante acota que “el establecimiento de mini centrales eléctricas no debe ser descartado, así como tampoco la posibilidad de erigir una Central Nuclear en algún lugar de la vasta extensión patagónica. Al respecto, y como apoyo a tal fin, la experiencia adquirida por INVAP es demostrativa de la voluntad de impulsar desde el sur, emprendimientos tecnológicos de altísima calidad y conocimiento. Y esto aprovechando también las energías alternativas como la eólica, la mareomotriz y la solar”.

Martín Rock en su meduloso ensayo “Controversia sobre el Energía Nuclear: un reto a la ética católica” un documento de los obispos de USA “Reflexiones sobre la Energía Nuclear complementado con la encíclica Redemior hominis cita que la postura “distanciada y cautiva no supone un veto definitivo a la utilización de la Energía Nuclear. Los obispos evitan caer en una especie de demonización del avance técnico y en una idealización de las posibilidades de vivir en completa seguridad y sin ningún peligro sobre la tierra. El camino queda abierto con las condiciones sobre las garantías de seguridad, con la exigencia que sea un bien necesario para que el conjunto de la humanidad pueda llevar una vida más digna, y con la negativa de valorar en problemas de pura y simple rentabilidad”.

Como conclusión el estudioso alemán finaliza su enjundioso texto de la siguiente manera: “El problema de la energía nuclear sigue estando en la pregunta de fondo: ¿qué carta apostar, con qué proyecto de futuro comprometerse, qué modelo de sociedad debemos construir? Hoy no contamos con suficientes elementos para responderla de una forma tajante. Hay que ir examinando continuamente si por medio de las nuevas técnicas no se pueden conseguir, con condiciones más favorables, las mismas ventajas que por medio de los reactores atómicos”.

Sería oportuno asimismo para enriquecer el debate considerar “que la Santa Sede es uno de los fundadores de la AIEA, la agencia para el control de las políticas en materia de Energía Nuclear. “La Santa Sede ha subrayado repetidamente la necesidad de utilizar en favor del desarrollo de los países pobres los recursos energéticos que derivan de la aplicación de los tratados sobre el desarme nuclear. Esa posición ha sido por ejemplo, afirmada por el papa Benedicto XVI en el mensaje con motivo de la Jornada Mundial de la Paz 2006”.

Monseñor Crepadi concluye diciendo que “La Doctrina Social de la Iglesia ni absolutiza la elección de la Energía Nuclear, casándose para siempre, ni la condena irremediablemente como equivocada. Más bien la pone en la responsabilidad común de la humanidad para construir su futuro progreso en el respeto no, como frecuentemente se dice, de los derechos del medio ambiente, porque el ambiente naturalista, bien entendido, no tiene derechos, sino que son los derechos de los hombres, entre las generaciones pobres de hoy y mañana y del futuro”.

Como un dato por demás esclarecedor sobre la postura de la Iglesia al respecto el Cardenal Renato Martino, presidente del Concejo Pontificio Justicia y Paz, se mostró a favor del uso de la energía nuclear con fines pacíficos y agregó que esto vale “también para Irán”· E insistió en que “hay que favorecer el uso “pacífico y seguro de la tecnología nuclear para un auténtico desarrollo, respetuoso con el ambiente y siempre atento a las poblaciones más desfavorecidas”.

No se debe tampoco soslayar la frustrada iniciativa del entonces presidente de la Nación Juan Domingo Perón de “desarrollar la energía atómica en nuestro país, en la isla Huemul.

Se ha expresado asimismo que “la tecnología basada en combustibles fósiles muy contaminantes sobre todo el carbón, con el petróleo y, en menor medida, el gas necesita ser reemplazad progresivamente y sin demora. Mientras no haya un amplio desarrollo de energías renovables, que deberían ya estar en marcha, es legítimo optar por lo menos malo o acudir a soluciones transitorias. Sin embargo, en la comunidad internacional no se logran acuerdos suficientes sobre la responsabilidad de quienes deben soportar los costos de la transición energética”.

Y en consonancia a lo anterior los gobernantes muchas veces al decir del Cardenal de Renz sobre Richieleu deben optar por lo mejor antes que por lo bueno y por lo malo antes que por lo peor.

*Escritor–Valcheta