Rompecabezas. ADN

“No se puede excluir a Miguel del peronismo” es la expresión más viva que un sector del PJ rionegrino expresa para dejar en claro a la actual conducción que hay límites a las lealtades.

La visita a Viedma de Martín Soria y la reunión con los legisladores tuvo mucho de “ensayo a puertas cerradas”, ya que por más que el intendente de Roca se mostró junto a Juan Manuel Pichetto, nadie “picó” con esa carnada.

Hoy el peronismo es un rompecabezas con distintas piezas a ensamblar. Un sector responde a Soria, que tuvo desmembramientos con la salida de algunos dirigentes que trabajaron con el ex gobernador Carlos Soria, pero que tomaron distancia de Martín y no lo ocultan. Otro sector es el llamado pichetismo que reconoce en el senador a su máxima figura, que lo apoyan, que comparten la política que lleva adelante en el senado frente al gobierno de Macri, que sabe que Miguel dejó la provincia, pero se referencian en ese espacio para no perder identidad. Martín Doñate representa al kirchnerismo y pueda convocar a otros sectores afines al último gobierno nacional con potenciales aliados como Nuevo Encuentro y el Movimiento Evita y finalmente y como aliado electoral del P, hay que contabilizar al Frente Grande que cuenta con dos diputados y que ha dicho que seguirá en el Frente para la Victoria, siempre que se identifique con las políticas kirchnerista.

Hasta acá nada hace suponer que se pueda visualizar un bloque homogéneo opositor en Río Negro, detrás del PJ.
La unidad es un valor muy preciado en el justicialismo y además un concepto que puede convocar a otros sectores como los sindicatos, pequeños y medianos productores y comerciantes y empresarios. Sin unidad se pierde la convocatoria.

“Todos unidos…” tiene posibilidades, pero no siempre lo logra. Lo hizo en 1973 con Mario Franco y luego con Carlos Soria en el 2011, donde obtuvo el 49.11 por ciento de los votos, o sea que desde el retorno a la democracia en 1983 sólo obtuvo un triunfo. Ni siquiera fueron victoriosas las alianzas con otros sectores políticos.

Toda una enseñanza y un desafío para la actual conducción, mientras una sombra de duda campea entre la dirigencia justicialista, que ve casi un imposible juntar todas las piezas del rompecabezas.

“María Emilia puede ser nuevamente candidata a diputada nacional, pero tiene que salir por consenso, no por imposición”, dijo a ADN un conocido dirigente de trayectoria en la provincia, quien además hizo notar que hay recelo en algunos intendentes que sienten no ser tenidos en cuenta, convocados y consultados. Una manera de desprecio que se paga caro porque “son los dueños del territorio” y hombres claves en las elecciones. Pueden “trabajar” o “hacer que trabajan”.

Los intendentes tienen como prioridad la gestión, que los obliga a tener buenas relaciones con el gobierno provincial, un tema en el que Weretilneck ha demostrado habilidad para generar diálogo y además ahora encontraron en el presidente Macri y el ministro del Interior Frigerio un canal directo de financiamiento para las comunas, que los entusiasma en épocas de pocos recursos. En ambos casos la confrontación es mala consejera.
También una elección nacional –de medio término- genera menos compromiso y en muchos casos el apoyo al candidato partidario “se dibuja”.

En tanto en el bloque del FpV, un espacio de poder valorable, existe un delicado equilibrio, Los legisladores respetan a la conducción donde el presidente cuenta con mayoría de votos. Se convive, hasta que la disputa interna diga lo contrario. Hoy nadie “saca los pies del plato”.

No basta conocer mucho al peronismo ni tampoco bucear tanto en las opiniones de su dirigencia para percatarse que hay una especie de vigilia, que se esperan tiempos de negociaciones, roscas y contra roscas, donde casi sin excepción la dirigencia se mueve como pez en el agua.

“No hay 2019 sino se piensa en el 2017” es una máxima muy escuchada. En pocas palabras se trata de considerar las expectativas de cada uno de los dirigentes y sus lógicas pretensiones y cuando hay poco para repartir hay mucho para prometer y basta un ejemplo para comprender esta lógica: quien fue concejal y presidente del Concejo Deliberante, quiere ser intendente; el intendente quiere ser diputado. Pero también todos saben que hacia arriba rige la ley del embudo invertido.

No escapa a esta situación un posible escenario a evaluar a partir del protagonismo que a Sergio Massa muchos le adjudican hacia el futuro. En un peronista presidenciable y en la dirigencia rionegrina del justicialismo algunos se entusiasman a partir de la relación del ex intendente de Tigre con el senador Miguel Pichetto. El Frente Renovador es una tentación para muchos.

Podrá Martín Soria aglutinar en este juego interno. Una incógnita que muchos ya la tienen resuelta por la negativa. Hoy no hay escenario de unidad. Hay calma pero tensas relaciones.

En el terreno de las conjeturas y el libre juego de hipótesis futuras, no está demás analizar el desafío que tendría que enfrentar el justicialismo de fijar posición respecto de una posible reforma constitucional que plantearía a fin de año o principios del próximo, el gobernador Weretilneck.

El oficialismo está necesitado de votos para lograr los 2/3 de la Cámara que le permita declarar la necesidad de reforma. Si la UCR y el Frente Progresista dieran su apoyo faltarían sólo dos votos para alcanzar 31.
Queda abierto el interrogante. Sin duda un tema que dividirá las aguas. La política es negociación y acuerdos y el arte de lo posible. El gobierno ya piensa en distintas líneas de acción.