Una bella forma de ser pobre

(Por Fabricio González).- El periodismo es una bella forma de ser pobre, de quedar siempre en el medio, y de correr cierto riesgo de quedar mal. ¿Porqué alguien trabajaría de quedar mal con gente de la que sale el dinero para pagar su sueldo? Porque el periodista cree que es más sagaz y que los puede engañar. Qué con sus veloces adaptaciones al medio su piel será como la del pejerrey y se escurrirá de todos para pegarle de lleno un shot a la verdad. Buscando siempre darle un poquito con la parte externa del botín para que entre al ángulo, porque el ego que tienen es enorme. Aún los desarrapados periodistas de las pobres redacciones. “Porqué al menos uno no se viene bien vestido, no ven que no los puedo mandar a ningún lado”, dicen que dijo Carlos Torrengo una tarde de verano cuando era jefe de redacción del diario Río Negro y necesitaba enviar a alguien a cubrir una conferencia de prensa. Era el reino de las remeras estiradas en el cuello, las bermudas y sandalias.

Uno de los problemas del periodista, como pasa con los chicos, es cuando se aburre, porque tiende a inventar. O más bien cae en el realismo mágico con cierta facilidad, porque le ronda un viejo concepto: “que la realidad no te arruine un buen título”. La frase la usaba Samuel “Chiche” Gelblung, bien la podría haber acuñado García Márquez, pero es de William Randolph Hearst, quien según Wikipedia fue “ampliamente conocido por usar los medios como auténticos instrumentos políticos, además de ser el más afamado de los promotores de la prensa amarilla, se valió de generar escándalos y de la manipulación mediática”.

Durante un tiempo, cuando oficié de jefe de noticias de Canal 10, el gobernador Pablo Verani y el intendente Carlos Soria estaban muy molestos conmigo porque no mostraba lo que ellos querían. Me sentí realmente bien. Estaba más o menos cumpliendo con mi tarea.

Después vino el demócrata de Miguel Saiz, quien tomó el control del canal y me dejó en la calle. Otro orgullo en mi carrera: Vino a despreciar mi oficio de periodista uno de los dirigentes con menos imaginación de los que me he cruzado. Pero no vale hacer leña del árbol caído.

A comienzos de los 90 las aulas universitarias se poblaron de estudiantes de periodismo. En Roca, se pasó de 30 ingresantes a 90 en un año. Eso fue justo en 1990. Acudían en masa a la Carrera de Comunicación Social a.. estudiar periodismo!. Los chicos querían estudiar periodismo en una carrera creada para analizar a los periodistas. ¡Una carrera poblada de intelectuales que odiaban al periodismo!. Y no había periodistas, o más bien había pocos. En las cátedras, no existían de esos seres que en un día fiambre te clavan un título de tapa.

Pero esas aulas fueron claves para galvanizar el proceso de la destrucción del periodismo. Así como los jueces están en la bancarrota de la credibilidad, el periodismo veleteó y ahora los leen con broches en la nariz, porque el olor es evidente en ciertos casos.

El elogio de la subjetividad
Todo el periodismo miente, dijeron al asumir los integrantes del matrimonio Kirchner, y pusieron 678 al aire para contar la verdad. Para arremeter contra Clarín se montaron sobre una vieja máxima: No existe el periodismo independiente. No tenía pocos justificativos el ataque: Clarín, además de informar, quería gobernar, o al menos decirle a los gobernantes como hacer las cosas a pedido de sus auspiciantes. ¿Pero acaso no es así en el mundo capitalista? Es que el rol del periodismo es relativo, no hay que darle mucha bola, al menos que tengas mucho que esconder y que el retrato que de tí tracen sea fiel reflejo del monstruo que pretendes ocultar. Miren si será de relativo el poder de la prensa que, en Río Negro, Julio Rajneri, con un diario, un canal de cable y una incisiva radio FM no pudo con el Horacio Massaccesi que debía como 4 sueldos a los activos y 9 a los pasivos Nunca se había visto algo peor a eso, con tanta prensa en contra, y que sobreviva. Sino pueden pasar por Sal y Fuego y le preguntan al aún vital Remo Costanzo como fueron esos días.

Entonces fueron por nosotros: Lo que hacen ustedes es todo subjetividad, no jodan, les dijeron, y miles entraron como manada. Porque si ustedes son subjetividad, deben dejar trascender su identificación política porque todos somos políticos. Y ahí entró la falacia. Mezclaron subjetividad con militancia política. Que te guste un estilo de juego a que seas hincha de un club. Y que el periodismo está tamizado por la subjetividad es cierto, pero al mismo tiempo por el equilibrio, la variedad de puntos de vista y.. ta tan ta tán!!! Honestidad. Ocurre que en los últimos años la honestidad fue vilipendiada, y en las redacciones el periodista militante acusaba a diestra y siniestra que buscar la verdad era “hacer honestismo”, una exageración, una deformación del oficio. Pero a mí me enseñaron que llevarse a la casa la plata para ampliar la ruta 22 está mal y hay que publicarlo, no justificarlo. Y casi que me hacen sentir un marciano por pensar de ese modo.

La subjetividad operara en la adopción de los puntos de vistas, en la forma de encarar la escritura, pero el oficio tiene pautas claras. Una de ellas: no negar nunca la realidad. Si hay 30% de pobres hay que decirlo y no aplaudir a Aníbal Fernández (como hicieron miles de supuestos colegas) cuando dijo que había un 5% de pobres. Menos que en Alemania. A todos esos ya los descatalogué del rubro “colegas”. Es que han ninguneado al menos a 10.000.000 de hermanos argentinos pobres con tal de caer simpáticos en la Casa Rosada. Y como además han cultivado el cinismo y cierta tilinguería, ahora esos mismos muchachos salen a gritar en favor de los pobres, porque la pobreza trepó al 35% con los tarifazos. Para esa gente, la pobreza creció del 5 al 35% de noviembre a marzo. Con esa gente no crece un país. Y tal vez lo más triste es que todo ese proceso, fue justificado y ampliado con nuestro dinero en las aulas de las carreras de comunicación social.

Muchos de estos periodistas militantes, rentados por el Estado, son de izquierdas pero poco adeptos al marxismo, al menos en lo que se refiere a la cantidad de plusvalía de la que hay que apropiarse para conformar un sueldo público. Porque el explotador no sólo es la patronal, sino el Estado con sus altos impuestos, como el 21 por ciento de IVA que pagan los laburantes. Y ahí voy: Un tornero gana unos 15.000 pesos en el mejor de los casos, y tributa 3.100 pesos en IVA. Si cada ñoqui cobra unos 30.000 pesos, se necesita del sudor de 10 torneros para sostener a un periodista militante. Eso si no es Paenza, que cobraba 140.000 por cada programa semanal, de los cuales se llevaba 70.000 a su casa. Un verdadero hombre rico.

Pues que sí, que tenemos subjetividad, pero eso no es excusa para mentir a sabiendas. Acaso hay algo que vaya más en contra del periodismo que mentir a conciencia?

Y ahora aquí estamos, llenos de sujetos que se dicen periodistas, que se enojan cuando deben cubrir alguna realidad que no se amolda a su ideario político, y que quieren ganar como reyes. Pobres, tal vez nunca sospecharon que esto del periodismo es tirarle piedras a la verdad a ver si le atinamos alguna vez. Y sueldos magros, porque somos los que -si los dejan- le pueden escupir el asado a los amigos del dueño del medio.