Se mantiene la incógnita sobre la suba de tasas en EEUU

Buenos Aires.- La Reserva Federal y la marcha de la economía de Estados Unidos siguen sin dar una respuesta clara sobre lo que finalmente ocurrirá con la mentada suba de la tasa de interés que, desde hace casi siete años, se mantiene en un rango de entre el 0% y el 0,025%.

Desde comienzos de 2009, cuando la crisis financiera que había comenzado en el verano (boreal) de 2007 se hallaba en su apogeo no sólo en Estados Unidos sino a escala global, la Fed decidió bajar la tasa a niveles nulos para apuntalar una economía que se derrumbaba en medio de la parálisis del comercio mundial y de una amenaza de colapso bancario generalizada.

En la semana que acaba de finalizar se conocieron los datos de crecimiento del empleo de julio, cifra mensual clave junto al nivel de actividad económica, para que la banca central estadounidense oriente sus decisiones en relación al nivel de las tasas.

Los 215.000 puestos de trabajo creados el mes pasado estuvieron por debajo de los 225.000 esperados y aún más abajo que el promedio de 246.000 empleos de los últimos 12 meses, de acuerdo con las cifras oficiales.

Si bien no se trata de un dato negativo, tampoco arroja un ritmo de aumento de los asalariados que deje tranquilos a los miembros del Comité Abierto de la Reserva para no dudar a la hora de establecer una nueva y más alta tasa de interés el próximo mes de septiembre, como han venido apuntando hasta ahora los expertos e incluso las filtraciones de las reuniones de la Fed.

Actualmente, la tasa de desempleo se ubica en el 5,3% de la fuerza de trabajo estadounidense, un porcentaje muy cercano a la banda de entre el 5% y el 5,2% que la Reserva Federal considera como de pleno empleo y lo que le permitiría, según sus baremos, estar en condiciones de incrementar la tasa de interés.

Pero como la estadística es maleable en su lectura, los responsables monetarios saben también que el empleo que se viene creando en los últimos seis años es de baja calidad, en términos generales, y que, además, la medición no contempla a una importante franja de la población activa que ha dejado de buscar trabajo, desmoralizada por continuados fracasos.

Como el pobre nivel de los salarios es también es un hecho firmemente establecido por la estadística oficial, existe una preocupación creciente no sólo en el banco central norteamericano sino también en los más altos círculos gubernamentales de Washington por lo que se define como un real malestar social que, de momento, no se manifiesta pero existe.

En este contexto, se comprenden las idas y venidas, los retrasos, las contradicciones dentro del Comité de la Fed, así como la vaguedad de las definiciones de su presidente, Janet Yellen, a la hora de concretar cuándo y en qué porcentaje se subirá la tasa de interés.

Es real el temor de las cúpulas gobernantes a que un aumento del costo del dinero impacte negativamente sobre una economía que crece, pero a tasas bajas e irregulares según el trimestre, y en la que la caen la productividad y los beneficios empresarios.

En la medida en que la inflación no preocupa ya que no se registra ningún aumento de precios mínimamente significativo, no hay objetivamente ningún motivo para que la Reserva se apure a subir la tasa de interés, si se exceptúa la presión de las teorías monetaristas que advierten sobre un futuro inflacionario y que traducen el interés del capital financiero en aumentar el costo del dinero.

Septiembre será un mes decisivo para apreciar el rumbo que tomará la Fed en esta vapuleada cuestión de la tasa en Estados Unidos tras conocerse los datos de actividad económica, inflación y, sobre todo, del empleo.

Pero hay también otro factor que se menciona poco en Estados Unidos a la hora de analizar el problema y que es el posible y negativo impacto que tendría una suba de las tasas en momento en que China, Rusia, los países emergentes de todo el planeta, y Europa, enfrentan la caída de los precios de las materias primas, también de sus monedas y, sobre todo, un agravamiento de la crisis de la deuda.

El empeoramiento de estas condiciones mundiales, en presencia de una mayor tasa, derivaría más temprano que tarde en consecuencias muy negativas para la propia economía estadounidense.

Y esto es algo que Yellen está sopesando cuidadosamente en Washington, por lo que nadie debería sorprenderse que el temor a un enfriamiento en Estados Unidos y a un recrudecimiento de la crisis financiera global hiciera desistir a la Reserva de subir la tasa próximamente.