Unidad para retener el municipio y recuperar la provincia

(Por Carta Abierta-Bariloche) El reciente 14 de junio el Frente para la Victoria de Río Negro experimentó una potente derrota por 20 puntos de diferencia. Luego de acceder el gobierno en 2011, y tras 28 años ininterrumpidos de administraciones de la Unión Cívica Radical, el casi inmediato asesinato del gobernador Carlos Soria en la madrugada fatídica del 1° de enero de 2012, dejó el gobierno en manos de su segundo, el por entonces dirigente del Frente Grande, y ex intendente de Cipolletti, Alberto Weretilneck.

Desde el primer día, el fortuito nuevo gobernador debió enfrentar la resistencia de sectores del PJ provincial que vieron escurrirse entre sus manos el poder trabajosamente reconstruido de la mano de Soria. Las disputas entre quienes fueron quedando al costado del Estado y la proverbial ausencia de gestión del gobernador en todas las áreas generaron un cóctel de estancamiento y modorra en la administración provincial.

La población asistió inerme a rencillas palaciegas entre los representantes del PJ desplazado y un Ejecutivo carente de ideas, pero reconcentrado en reinventar su poder. Luego de ensayar alianzas con distintas facciones del peronismo provincial, quienes en su momento le prometieron al gobernador aquello que no poseían; incidencia en las mayorías populares y vínculos con el gobierno nacional, Weretilneck optó por romper con el aparato justicialista y seguir sólo. Lo hizo con una “ofensa” que dividió aguas, su adhesión “personal” al massismo que por entonces se suponía en ascenso. El giro resultaba inaceptable para quienes adherían al gobierno nacional y generó una inmediata sangría de funcionarios justicialistas. Fue el momento de mayor debilidad aparente del gobierno provincial, con renuncias de ministros y segundas y terceras líneas. El proceso fue concomitante al punto de inflexión en la popularidad de Sergio Massa, lo que sumado parecía dejar a la intemperie al gobernador.

Desde el peronismo se minimizó que la falta de proyecto de provincia y horizontes de gestión de Weretilneck eran ampliamente compensadas por su capacidad de regeneración política. Ya desde antes de su adhesión al massismo, el gobernador había comenzado a reconstruir vínculos con el remanente radical fogueado en casi tres décadas de control del aparato de Estado. Quienes desconocían las tertulias entre el titular del Ejecutivo y los viejos operadores radicales, en las que el tema central siempre fue como sacarse de encima al aparato del PJ, pudieron observar esta evolución en los resultados de las votaciones en la Legislatura, donde el gobernador superó todas las pruebas e impuso su voluntad siempre sumando votos radicales. Sólo perdió una votación, la de la escandalosa renegociación del contrato con Petrobrás, negocio impulsado por empresarios del sector que lo habían acercado a Massa. El rechazo desencadenó la ruptura con el pichettismo y fue la génesis embrionaria del movimiento provincialista del gobernador.

Deben destacarse también dos hechos que sobredeterminan el sustrato ideológico de Weretilneck. Uno fue la invitación personal al nuevo embajador estadounidense para visitar Bariloche y recorrer las instalaciones de INVAP, sin conocimiento o gestión de Cancillería. Otro su participación en la operación mediática del affaire Nisman y su invitación a las marchas del 14F, sugiriendo que se trató del crimen más atroz de la historia argentina y deslizando responsabilidad del gobierno nacional.

Luego el gobernador supo aprovechar el control de los recursos del aparato de Estado, tanto para acercar voluntades de todo tipo como para recorrer la provincia y marcar presencia, una tarea que profundizó en los meses previos a la elección con costos a cargo del Erario. A ello sumó la astucia en el manejo de la fecha de la elección, instrumento que sirvió para pactar con radicales que apostaron a conservar intendencias y para incidir en la conformación de la fórmula del FpV. La anulación de las PASO provinciales fue el golpe de gracia para profundizar el internismo al interior del PJ, proceso que no sólo dejó heridos, sino algo peor; prescindentes en la lucha electoral.

Ser oficialismo también le permitió al gobernador capitalizar la estabilidad de la economía nacional y hacer que aparezcan como propias muchas obras financiadas por Nación. Lo que presentó como sus grandes logros de gobierno fueron resultados relativos, no absolutos. En una provincia en la que el descalabro de las administraciones radicales llegó al límite de adeudar durante meses los salarios públicos, Weretilneck siempre pagó en fecha. En un marco de nula obra pública provincial destinó el grueso del Presupuesto al pago de salarios, aumentó la planta política y pasó a 5000 agentes a planta permanente. A lo largo de toda la gestión disfrutó el beneficio del Programa Nacional de Desendeudamiento de las Provincias, lo que alivió vencimientos. Los adelantos de última hora de fondos de las renegociaciones petroleras significaron una importante inyección de recursos que aportaron a la alegría generalizada en el tramo final de la campaña. Los más de 20 puntos de diferencia en toda la provincia, con márgenes más holgados en ciudades importantes como Cipolletti y Bariloche fueron ciertamente resultado del clima de los últimos meses y de la construcción con el expertise del viejo radicalismo. Pero no solamente.

Si se observan los datos electorales históricos en la provincia lo primero que salta a la vista es que los resultados de las elecciones de 2011 expresaron una excepción, no un cambio de tendencia. Excepción que no fue ajena al 54 por ciento de los votos obtenidos a nivel nacional y a la desintegración de la concertación radical. Dicho de otra manera, el pasado 14 de junio el justicialismo regresó a su media histórica de caudal de votos, lo que puede interpretarse como el rechazo de las mayorías a la supervivencia de prácticas remanidas en la construcción política.

Al interior del Frente para la Victoria, las encuestas mostraron que la pérdida de votantes se acentuó con el avance de la campaña. Ello dio lugar a que se carguen culpas sobre el candidato derrotado, su segunda de origen radical y la propia tibieza de la campaña, la que para la mayoría de la población pasó casi desapercibida si se obvia el pico de publicidad en medios audiovisuales y la acción coordinada sobre las rutas ejercida por los productores del Alto Valle, bloqueo mágicamente finalizado sin resultados para los reclamantes inmediatamente después de los comicios.

Desde el lado del candidato perdidoso, en tanto, se retomó otra práctica tradicional, la búsqueda de traidores por todos los rincones. Desde el Alto Valle centro, en tanto, los resultados fueron mal leídos como un aval a la dirigencia local. En pocas palabras, el justicialismo reaccionó repitiendo las prácticas que muy probablemente lo llevaron a la derrota: la falta de unidad, el cercado de territorios y el atrincheramiento de viejos cacicazgos hereditarios. Prácticas que probablemente le permitieron a Weretilneck mostrar su inoperancia en la gestión como el resultado del acoso del FpV mientras capitalizaba los logros del gobierno nacional, en estabilidad y obras, y los fondos extraordinarios de las renegociaciones petroleras.

Sólo la intervención de la dirigencia nacional logró recuperar algo de orden. Pero la designación de candidatos a diputados nacionales identificados con el núcleo duro del oficialismo no fue motivada por el resultado provincial, sino parte de una estrategia nacional del oficialismo. Ni siquiera este dato fue leído correctamente por parte de la dirigencia provincial, que desafió planteando la necesidad de una interna, rechazando lugares ofrecidos en las listas y, subiendo al máximo la apuesta, con el reclamo de una interna en Bariloche. Se dio lugar así al caso altamente atípico de cuestionar la continuidad de una intendencia propia con buenos resultados de gestión y muy buena imagen en la población. Un debilitamiento innecesario a la potencia del Proyecto Nacional en la región que no puede ser explicado solamente por las naturales disputas y posicionamientos de poder estrictamente locales. Otra vez debió ser la dirigencia nacional la encargada de poner orden y respaldar la reelección de la intendenta Maria Eugenia Martini.

En política, la posibilidad de perder una elección está siempre latente, depende de cómo se interprete una derrota circunstancial el aprender de ella o sucumbir frente al poder del adversario. Quienes se dicen identificados con el Proyecto Nacional y con los lineamientos marcados por su conductora, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, deben priorizar los objetivos superiores del proyecto por sobre las disputas locales como vía evidente para fortalecer, en vez de debilitar, a los candidatos propios. Por eso, desde el Espacio Carta Abierta Bariloche realizamos un llamado a cerrar filas detrás de la candidatura de la intendenta que tiene el respaldo del Proyecto Nacional.

Dados los tiempos exiguos hasta la elección de septiembre, se trata del paso previo de cualquier acción. Resueltos los comicios barilochenses creemos que llegó el momento de construir una alternativa provincial efectivamente alineada al Proyecto Nacional y sobre la base concreta de propuestas para los distintos sectores y economías de la provincia. La recuperación de las PASO, a nivel provincial y municipal, con la consecuente democratización del aparato político, será el espacio para propuestas superadores que dinamicen la organización del justicialismo y sus aliados, poniendo al frente los mejores cuadros que por capacidad y empuje asuman las reivindicaciones de los más desposeídos como marca nuestra doctrina y experiencia militante.