Del’45 al 45%…

(Por Enrique Masllorens) En la medida en que el tiempo mengua los reclamos y pases de facturas en la ciudad de Buenos Aires por lo que podría haber sucedido si no se votaba en blanco o no se dejaba de sufragar, surge con la urgencia de una emergencia, la necesidad de cerrar filas, alistarse y trabajar solidariamente por la fórmula del Frente para la Victoria.

Atrás deberán quedar reclamos o discusiones sobre el principismo aporteñado de algunos o la falta de percepción de lo que sucedía, reclamaba y deseaba la base, que finalmente comprendiendo que la estrategia o la contradicción principal de la etapa requería el voto táctico, se volcó por el adversario del adalid de la restauración conservadora y oligárquica. En política no es recomendable hablar de «tragarse un sapo».

En política se toman decisiones pensando en un objetivo en el marco de una estrategia de poder y usando todas las herramientas tácticas disponibles. Y el que no lo soporte, que tome un antiemético, pero sin quejarse.

En este 2015 se entrelazan historias, presente y futuro. Hace 70 años, las semanas previas al 17 de octubre presagiaban el frente de tormenta que se convertiría en un aluvión popular que cambiaría para siempre a la Argentina. Por primera vez -y en forma rotunda e irreversible- los humildes de la Patria construyeron el puente por donde traspasaron la brecha que los dueños de todo venían profundizando desde nuestros inicios como Nación. El castigo por instaurar la justicia social, la independencia económica y la soberanía política, por hacer un país para todos demoliendo los modos, maneras y la cultura de los aristócratas, vino de la mano del bombardeo a mansalva y la masacre de Plaza de Mayo, hace 60 años. Y después nos endilgan el ensanchamiento de la brecha.

Pero es este presente, con sus características epocales en el que lo iniciado en 1945 y continuado desde 2003, se juega con una intensidad que recuerda o conmemora la gesta de aquel octubre. La Historia es el relato de acontecimientos que sucedieron en el momento justo, en el tiempo de la cosecha o del parto. La de hombres y mujeres que interpretaron la oportunidad y obraron en consecuencia. A su tiempo y (a veces) armoniosamente.

El 9 de agosto es crucial para el futuro de la mayoría. No valen, no sirven, son votos «no positivos» los votos testimoniales, los que quieren diferenciarse o declarar una independencia o mostrar algún tipo de disgusto porque la fórmula del FPV no está hecha a su medida, con la justificación o la excusa de que sí van a votar la propuesta en octubre. Los que se sienten librepensadores son funcionales a la derecha conservadora y regresiva del PRO. El momento, el tiempo, es ahora y el objetivo de llegar al 45% de los votos una meta al que no podemos renunciar ni escaparle al trabajo militante y a la tarea de convencer a los indecisos y hasta a los timoratos. El voto a Scioli-Zannini es un voto estratégico e indispensable. Octubre es nuestro si agosto se convierte en una avalancha de votos que ratifiquen el rumbo emprendido.

Ahora es tiempo de desenmascarar y alertar sobre la hipocresía y la falsía del insólito cambio de discurso de Macri y los apóstoles de Duran Barba. Cerca del pinochesco ingeniero bromean cínicamente: «Con los kirchneristas no nos une el amor. Nos unen las encuestas y los focus groups.» Esta impostura heredada de Carlos Menem y su sincericidio cuando explicó que si decía lo que iba a hacer no lo votaba nadie, está perversamente corregida y aumentada y es una burla insoportable a la ciudadanía que lo viene escuchando decir lo contrario y hasta con rabia. Este es el monstruo, el huevo de la serpiente que debemos sepultar con votos el 9 de agosto.

Convencernos de que somos testigos como generaciones que transitamos estos años tan intensos y plenos de realizaciones y de afianzamiento de la justicia social,y que vendrá un tiempo de recolección de los frutos de estos años y una etapa de mayor desarrollo y ampliación de derechos.

Sería infantil e imposible, esperar que las formas, estilos y los tiempos de la futura conducción, fueran iguales. Sería de mentes pequeñas o de caprichosos creer que sólo hay una forma de conducción o de encarar el camino. Si Daniel Scioli se pusiera a imitar a Néstor o a Cristina estaríamos condenados al fracaso como proyecto nacional y popular. Lo mismo hubiera sucedido si el comandante Raúl Castro hubiera querido recrear o copiar a su heroico hermano Fidel. Sin embargo, Raúl conduce estratégicamente el momento que vive Cuba en el marco de la realidad geopolítica de esta época que le toca vivir. Y le va más que bien con su estilo y sin bajar banderas, pero corriendo el límite del cerco al que venía siendo sometida la isla y mejorando la vida de su sufrido pueblo. Entrarán cada uno en la gran Historia por haber comandado con grandeza dos momentos diferentes de la realidad política, con sus propias tácticas y con sus sendas improntas.

Y mientras el inefable Macri busca en una armonizadora budista usar «algunas partes del cerebro que tal vez no usás» (sic) y muchos creemos que debe ser una tarea ímproba o casi imposible, gran parte de la sociedad observa azorada el desparpajo infantiloide del candidato de las corporaciones.

La inmensa mayoría de nosotros, el 9 de agosto votaremos convencidos y con mística peronista y frentista a nuestra fórmula de la victoria: Scioli-Zannini. Sin dudar.