Renovación y cambio. ADN

El nuevo proceso político que se inauguró el domingo de 14 de junio en Río Negro, impone etapas de renovación en los partidos de la oposición, y de cambio en el Gobierno.

Quienes fueron (duramente) derrotados tienen por delante un camino de recambio generacional y reestructuración política. No alcanza solo con cambiar de nombres las conducciones ni promover dirigentes jóvenes a ocupar sitios de responsabilidad, sin hacer una profunda autocrítica ni generar un proceso de comprensión de los nuevos tiempos.

La oportunidad está en las próximas elecciones. El 9 de agosto habrá PASO y en octubre elecciones generales donde los rionegrinos decidiremos quiénes nos representarán en el Congreso Nacional, y quién será nuestro Presidente.

Las elecciones que vienen marcan una renovación. Incipiente si se piensa en la profundidad que implican para las estructuras políticas vetustas como las del PJ y la UCR. Sin embargo, la conformación de las listas son un síntoma: esos partidos ya no son los protagonistas centrales de la política nacional. Y dejaron de serlo también en Río Negro.

La UCR resignó la lista de diputados nacionales. Sergio Wisky es hombre del PRO. Impensado hasta hace cuatro años cuando el partido dominaba la escena política rionegrina y -a penas- otorgaba lugares intrascendentes a sus ocasionales aliados. La Convención de Gualeguaychú los metió en una gran interna. Deben compartir espacio con el macrismo y el ARI de Carrió. Bajo la marketinera designación de Cambiemos, el radicalismo busca camuflar su impericia política, su alejamiento de sus bases, su retiro del campo nacional y popular, su distanciamiento de la socialdemocracia. Su derrota del 2011, y su 3 por ciento del 2015.

Al PJ no le fue mejor. Desde 1983 viene de derrota en derrota. Solo Carlos Soria pudo romper esa racha y duró a penas 20 días en el poder. Su sucesor, Alberto Weretilneck, no siguió ese rumbo y el pejotismo local abandó el gobierno que tanto le costó obtener. Se reconfiguró desde la oposición y con prácticas aprendidas en las derrotas. Y una vez más, fracasó. Ahora da paso a una generación forjada en el kirchnerismo. Su lista es encabezada por el jefe de La Cámpora local, Martín Doñate. Ya no compite en agosto. Por a las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias va el Frente para la Victoria.

Quién lo interpretó a la perfección fue la intendenta de Bariloche. María Eugenia Martini se salió de la trampa del peronismo y no competirá en la interna. Se presentará con el FpV acompañada de Ramón Chiocconi, el actual presidente del Concejo Deliberante. Dos personas jóvenes que no se someterán a las autodestuctivas garras de la Unidad Básica.

Para la UCR y el PJ se vienen tiempos intensos, de alto voltaje. Complejos, pero necesarios. «No se puede pensar con la lógica de nuestros viejos» le dijo el hijo de un ex gobernador radical a otro. Seguramente, ese pensamiento comienza a hacerse carne en los herederos del peronismo también.

Las comunicaciones han revolucionado la forma de hacer política. Y el reverdecer de la militancia impuso otros métodos.

Néstor Kirchner había diagnosticado que la Argentina iría a un esquema de dos grandes movimientos políticos: uno de centroizquierda y otro de centroderecha. Algo de eso comenzó a moverse. Quizás falte tiempo para que quede plasmado. Faltan aún definiciones y redifiniciones. Fundamentalmente los conceptos de izquierda y derecha.

En el triunfo también se mueven cosas. El gobernador obtuvo un aplastante triunfo y se lo tomó con responsabilidad. Reunió a su Gabinete y pidió levantar la vara. Asumió que su gestión no era buena. Algunos funcionarios -que comparten el diagnóstico- notaron una mejoría después de la reformulación de los contratos petroleros. Así y todo, para Alberto Weretilneck no alcanza.

«Hay que pensar políticas a 20 años» exhortó en la Residencia. Y anunció cambios en las segundas y terceras líneas del gobierno. Habrá modificaciones en las empresas públicas también. Y en diciembre recambios ministeriales. «Todos en evaluación» dice el Gobernador.

Las áreas más sensibles serán Salud y Educación. No alcanza con mejorar presupuestos, salarios ni condiciones edilicias. Faltan programas de gobierno, políticas de Estado. Valga un ejemplo: en Río Negro desde la gestión de Roberto Rulli que no se debate un proyecto educativo. En aquel momento la inclusión del CBU y el CSM reformularon los viejos programas del Nacional y el Comercial.

La provincia se encamina a un debate sobre las economías regionales y el soporte del Estado para garantizar el crecimiento. La comunicación se instala a nivel global como el bien de utilidad pública más venerado por los gobiernos. A partir de su desarrollo caminan las demás vertientes. Río Negro tiene la ventaja comparativa de contar con el INVAP que desarrolla, entre otras cosas, satélites.

Pero una ingeniería semejante (si se piensa en políticas a largo plazo) incluye un aggiornamiento del marco legal. Por ahora se niega -en público- una posible reforma constitucional. Aunque se admiten modificaciones de varias leyes centrales.

La responsabilidad de los votos -como dicen en Laprida y Belgrano- impone cambios. Hay un incipiente empoderamiento de Cárlos Valeri. El barilochense desembarcó en Obras Públicas pero muchos le adjudican un rol más político desde diciembre. El gobernador deberá definir al sucesor de Alejandro Palmieri en Economía. El roquense asumirá como legislador.

El nuevo gabinete será un reflejo de la elección. Si bien es excluyente el poder de Weretilneck, tallarán con más fuerza Pedro Pesatti y Facundo López en el esquema de decisiones. Y habrá que observar las renovadas alianzas políticas y la composición de Juntos Somos Río Negro, el partido provincial que ideó el gobernador.

Esta semana se rumoreó con el arribo al gobierno provincial del actual subsecretario de Deportes de Viedma, Marcelo Szczygol.

Hay un tiempo nuevo. Se viene en la política rionegrina un proceso de renovación y cambio.