El día después

(Por Valeria Berman).– Envalentonada por este tsunami que ha lo invadido todo durante las últimas semanas en que las mujeres pusimos en el centro de la escena nuestro Basta y pegamos un portazo al encierro, al silencio y a la hipocresía, siento la necesidad de devolver (vomitar quizás) en palabras que fueron mucho tiempo escondidas.

A mi también, claro, como a tantas chicas, adolescentes, amigas, me tocaron el culo a los 8 años, o quizás tenía 7. Fue en el laberinto del Italpark y no iba sola, mis padres iban más adelante atravesando los distintos recovecos de espejos de ese juego, muchachos más grandes y en grupo, por supuesto, iban por detrás, me vieron chiquita y me dieron. No pude decir nada a mis padres por la vergüenza que sentí y no pude disfrutar más del Parque de diversiones el resto de la tarde.

Durante la secundaria, en épocas en que usaba guardapolvo, me gustaba llevarlo cortito y con falda corta, un día llegaba casi a la puerta de mi casa cuando sentí una energía violenta desde atrás que me levantaba la falda y me tocaba el culo con fuerza.

Ya más grande iba en colectivo sentada en el asiento de dos, yo en el lugar de la ventanilla viajaba miranda hacia fuera, adoro el paseo desde la ventanilla, de pronto, percibí que mi acompañante tenía todo su miembro afuera y estaba masturbándose muy cerca de mi cuerpo, me sentí además de violada, muy acorralada, ya que para salir del lado del asiento acompañante debía pasar casi por encima de él, y de su miembro.

Cientos de veces apuré el paso de noche, de día, tuve miedo, tuve que encontrar mejor lugar en el subte, en el colectivo, taparme el escote, los medios de transporte en una gran ciudad son propiedad de “ellos”.

Cuando ya fui adulta, muy adulta, busqué trabajo. Recuerdo una entrevista en la que el entrevistador me preguntó -intuyo que era una pregunta de rigor- “y cómo cree que se va a arreglar con su hijo por ejemplo si se enferma para no faltar o llegar tarde” Como hacen todas las mujeres de la humanidad, le contesté.

Actualmente, en este 2015 estoy desempleada, estoy en esta situación porque yo para esta ciudad, soy demasiado frontal. Expresé un maltrato laboral ocurrido durante los meses de septiembre y octubre de 2014 y el Gobierno del Señor Weretilneck me bajó el contrato.

Parece un dato descolocado con lo que cuento en el comienzo de la columna. Sin embargo, que los muchachotes le toquen el culo a una niña de 7 años, y hagan exhibición y manoseo en un espacio público como es un ómnibus, tienen una misma argamasa, el poder del varón que somete a la mujer como un ser al que puede manejar como quiera.

Que unos cuantos varones que manejan la provincia decidan que una mujer capaz de enunciar verdades, capaz de no callarse, en definitiva capaz de no dejarse tocar el culo, y por eso le bajen el contrato y la conminen al silencio es parte de lo que denunciamos y que este 3 de junio se hizo eco en miles de ciudades del país.

Una mujer periodista sin trabajo, despedida por los hombres que manejan los destinos de una provincia (algunos de ellos involucrados en causas de pedofilia) es casi tan parecida a una mujer golpeada.
Todavía, por momentos, me tocan el culo, pero ya no tengo 7 años, y ahora hablo, grito, me enojo, sin embargo me siguen disciplinando, aconsejándome que mejor no diga nada, que es por mi bien, a ver si todavía viene el del ómnibus con un miembro más grande y más poderoso aún.