La ciénaga ● Javier García Guerrero

Las exportaciones argentinas con una caída del 20% han registrado el peor Noviembre de la década. Una retracción que se explica por una caída del 14% de los volúmenes y del 7% de los precios. Las manufacturas de origen industrial bajaron 28%, las de origen agropecuario 18% y las ventas de energía un 38%. Sólo en la actividad frutícola las pérdidas han sido estimadas en u$s 200 millones (CAFI). La balanza comercial empeora un 34% interanual, expresión de un comercio que languidece por la baja simultánea del 20% de las importaciones como producto de la prolongada y profunda recesión vigente. El agobio de este paisaje bajo un cielo de betún, no cesa de pronosticar nuevas tormentas.

Los actores de las economías regionales confían en que la anunciada devaluación para remediar el retraso cambiario acumulado y una baja simultánea de las retenciones y derechos de exportación, les permitan durante el año que se inicia o con un nuevo gobierno en 2016, recuperar competitividad y consecuentemente su mejor desempeño exportador.

De acuerdo a los antecedentes observables es improbable que estos supuestos se verifiquen de no mediar un programa económico mucho más amplio en su alcance y extendido en el tiempo. La Argentina a excepción de Ghana y Ucrania con un 22% de devaluación era en Agosto pasado el país del mundo que más había depreciado su moneda. La caída simultánea del 10% en los salarios reales debería haber impulsado una respuesta exportadora vigorosa.

Sin embargo este hecho no constituye una singularidad. El análisis de una serie de tiempo más extensa que ilustre sobre la variación de los volúmenes exportados durante los últimos 25 años expone las negativas tendencias seculares, que sólo se han agravado en el 2014 por descenso de los precios internacionales de las materias primas.

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Los datos muestran que el crecimiento de los volúmenes exportados y consecuentemente de la participación argentina en los segmentos objetivos de los mercados que abastecemos ha seguido una continua contracción y una visible desaceleración del ritmo de crecimiento de sus cantidades. Este fenómeno ha quedado enmascarada por un crecimiento más que proporcional de los precios unitarios, que permitió aumentar los ingresos por exportaciones, capturar un saldo comercial favorable de u$s 182.000 millones entre 2004 y 2013 a lo que hay que agregar una cifra similar proveniente de la economía ilegal o sumergida.

También queda claro que el aislamiento creciente de nuestra economía no podrá revertirse con el envilecimiento de nuestro signo monetario a través de la inflación y la devaluación. Será necesario recuperar la competitividad integral de nuestro sistema económico, entendida como la capacidad de conquistar y mantener segmentos del mercado global abastecidos de manera permanente y confiable por nuestros bienes y servicios.

En el nuevo ranking de competitividad del Foro Económico Mundial, Chile ocupa el puesto 34ª por encima de Brasil (56), a Perú (61), Colombia (69), Ecuador (71), Uruguay (85), Guatemala (86), El Salvador (97), Bolivia (98), Nicaragua (99) y de la Argentina (104) que supera a Venezuela (134). Nuestro país cayó 10 lugares respecto del año pasado, de modo que actualmente Argelia o el Líbano son ahora más competitivos.

Xavier Sala i Martín, un reconocido economista de la Universidad de Columbia y uno de los principales autores del Informe de Competitividad Global, afirmó que “en Argentina y Venezuela el problema no es solo la excesiva estatización de la economía, sino la mala estatización de la economía. Las decisiones del gobierno no se toman basándose en la eficiencia económica, sino en el favoritismo político, y en el castigo a los que ‘no son de los nuestros”.

La eficiencia, la competitividad, la productividad son conceptos que el relato K ha procurado asimilar al neoliberalismo interesado en imponer “salarios de hambre”. Sin embargo la inmensa mayoría de los países que han aumentando su productividad y su eficiencia por fuera de las burbujas financieras, también han visto aumentar en forma simultánea el poder adquisitivo de sus ciudadanos. El nuevo presidente uruguayo Tabaré Vázquez acompañado por su vicepresidente el hijo del líder tupamaro Raúl Sendic, dijo que el aumento de la productividad será el eje de su gestión. Dilma Rousseff reconocida ex guerrillera, líder del Partido de los Trabajadores, ha definido como principal objetivo de su gobierno recuperar la competitividad de su economía pese a que Brasil nos aventaja 58 lugares en ese ranking.

Este año atenazados por el aumento de la oferta y los cambios en las condiciones macroeconómicas de los países demandantes, se suceden las caídas de los precios de hidrocarburos, granos y minerales industriales. La baja a la mitad del precio del barril de petróleo, no solo reduce los ingresos estatales por derechos de exportación y regalías mientras posterga las inversiones den Vaca Muerta, sino que aumenta de manera indirecta la oferta de granos al desalentar la producción de biodiesel que la demandaba. Adicionalmente a la adversidad descripta la Argentina debe asumir los daños autoinfringidos durante la bonanza por el compromiso de empleo estatal, subsidios a empresas y actividades, jubilaciones y planes sociales que se hace tan difícil sostener como cancelar en períodos de crisis. La brecha externa se tornará crecientemente restrictiva como consecuencia del exponencial pérdida de reservas y mercados, por la deflación de los precios externos, el creciente endeudamiento para financiar gasto corriente y el agravamiento de la situación brasileña. Si le sumamos la creciente beligerancia de los “fondos buitres” en un período de campañas electorales, es razonable esperar mayores niveles de informalidad y desempleo, aumento de la morosidad y la inflación que impactará en la cadena de pagos y reducirá aún más la actividad económica, aumentando los niveles de riesgo, reduciendo la solvencia y la rentabilidad de las entidades financieras

La economía como una vaca vieja está atrapada presa de lenta agonía en una ciénaga, para sacarla es imprescindible evitar todas las formas del autoengaño ilusorio que nos proponen desde la cadena oficial. Como en toda ciénaga los movimientos bruscos como la devaluación del pasado mes de Enero, solo sirven para hundirnos más rápido en este agobiante decadencia que recorremos. No podemos construir un camino sobre arenas movedizas.

¿Qué es lo que impide que la economía real argentina reaccionar con una aumento sostenido a las exportaciones a las mejoras del tipo de cambio derivadas de las devaluaciones?

Las carencias observables en la inversión en general y de las infraestructuras energéticas, de transporte y comunicaciones, en la escala productiva, en la calidad y fiabilidad de los productos, en los costos agregados por la corrupción y la inseguridad. Estas requieren de otro tipo de políticas y estrategias de intervención que de no desplegarse impedirán la recuperación. La inequitativa estructura fiscal, la elusión/evasión y los esquemas operativos de recaudación y devolución real de impuestos internos en tiempo y forma tienen un efecto creciente sobre los márgenes netos de los exportadores a medida que aumentan los niveles de inflación. El verdadero desquicio de precios relativos expresado entre otros indicadores por las tarifas metropolitanas, los precios energéticos y del transporte, o los canones de riego en nuestra región, desalientan la inversión y la distorsionan las señales de optimización de los proyectos. Revertir lo descripto requerirá un proceso complejo de adecuación del sistema productivo y financiero en su conjunto sobre la base de la generación de ingresos genuinos dinamizando el postergado sector privado de la economía para que pueda sustentar un sobredimensionado e ineficiente sector público, sin producir ajustes socialmente costosos.

Las restricciones a las importaciones temporarias o definitivas de insumos críticos y las asimetrías comerciales que originaron demandas de 147 países frente a la Organización Mundial del Comercio contra la Argentina, deberán desmantelarse. Los sectores subsidiados para sustituir importaciones, no lo hicieron cuando faltaron los dólares. Resta que rindan cuentas sobre los cuantiosos aportes no reintegrables que les destinaron sin establecer ni medir ninguna meta de resultados o impactos. La concentración y extranjerización de la economía, el cepo cambiario han potenciado los mecanismos oligopólicos de subfacturación de exportaciones y sobrefacturación de exportaciones agregando informalidad, evasión y nuevas distorsiones a sector externo en su necesaria evolución hacia una economía exportadora de conglomerados integrados regionalmente y con el mundo.

No puede hablarse de racionamiento de crédito o de falta ahorro en un país que tiene depositado en el exterior una cifra superior al total de su deuda externa y cercana al valor de PBI de un año. Etiopía consigue refinanciar su deuda pagando una tasa equivalente a 1/3 de la que ofrece el estado argentina en su oferta del canje del Bonar 24 de la que solo se efectivizó el 4% del total programado con dos protagonistas casi excluyentes la ANSES y Fintech (David Martínez, buitre amigo, beneficiario de otros canjes denunciados en la justicia). México colocó este año un bono a 100 años de plazo a menos de la mitad de la tasa que paga la argentina con muchísimo menor grado de endeudamiento, la Argentina no logra captar fondos a pesar de mantener un blanqueo irrestricto a costo cero, desde hace casi dos años.

Es difícil pensar en una inversión externa con sus componentes agregados de tecnología con un mercado local en retroceso y una integración regional asimétrica con notas de creciente aislamiento, evidenciada en la imposibilidad de remitir utilidades a las casas matrices. Muchas inversiones se desvían a países vecinos, un escenario impensado hace apenas unas décadas. En la Argentina la fuga de capitales y la falta de inversión en actividades productivas no alcanzan siquiera para el mantenimiento y amortización de las existentes, acota las posibilidades de crecimiento al ritmo de aumento vegetativo de fuerza laboral ligeramente superior al 1% anual. Los porcentajes sobre el PBI de inversión de China o Corea, casi triplican los de la Argentina.

El año electoral está en desarrollo transformando la política en un burdo espectáculo. Tejer acuerdos es improbable, la crisis política y económica se alimentan mutuamente intercambiando sus frutos. El país vive anestesiado por el pasado y no es capaz de adivinar el futuro. Esta visión endogámica y cortoplacista de la cosa pública, es paralizante. Mientras el mundo redefine sus áreas y circuitos geoeconómicos para seguir progresando, el Gobierno denuncia en los foros internacionales los paraísos fiscales, donde esconde los fondos de su propia corrupción. Desentendidos de cualquier estrategia nacional chapoteamos en la ciénaga del estancamiento que caracteriza la última presidencia del régimen K. El período iniciado en 2011, dejará a cada uno de los argentinos más pobres que a su inicio como muestra la negativa evolución del PBI por habitante desde entonces. Mientras el mundo cambia hegemonías y valores, seguimos discutiendo las viejas miserias: corrupción, inseguridad, inflación y viajes en jet privado de ministros cuestionados. Frente al recambio en ciernes cabe evocar a Plutarco, cuando dijo que: “Un ejército de ciervos comandado por un león es mucho más peligroso que un ejército de leones dirigido por un ciervo”

Lic. Javier García Guerrero.

Ex Profesor Titular Ordinario de Política y Desarrollo. Universidad Nacional de San Martín. @JavierGGuerrero