Hielo Delgado ● Javier García Guerrero

· La generalizada devaluación de las monedas latinoamericanas respecto del dólar estadounidense es liderada por Venezuela: en un mes el Bolivar cayó en el mercado paralelo un 65%. En Colombia y en Brasil un 19% en los dos meses posteriores a las elecciones. En Uruguay 22% durante los últimos dos años, Méjico 9%, Chile 5%, todos guarismos muy por encima de las metas de inflación inferiores al 5% anual que alcanzan esos países, a excepción de Venezuela.

En la Argentina en tanto se revalúa el dólar oficial a contramano de la tasa inflacionaria y se deprime el paralelo, mediante el uso del endeudamiento y el cepo cambiario para sufragar el abultado déficit fiscal que ya triplica al del 2013 y para anclar la inflación.

El cambio geopolítico estructural que deriva del autoabastecimiento hidrocarburífero alcanzado por los EEUU, que aumenta su productividad fortaleciendo su moneda, ha desatando una guerra comercial con los países árabes que deprime el precio del petróleo y un desplazamiento financiero que afecta los precios relativos del conjunto de las materias primas, cerrando una etapa de bonanza en Latinoamérica.

La extinción simultánea de la renta agrícola, minera y petrolera abre un interrogante sobre la viabilidad de las distintas variantes del modelo económico argentino, liderado por la apropiación de las mismas y la postergación de la inversión en beneficio del consumo subsidiado aún a costa del déficit fiscal.

En su final de ciclo el gobierno K imprime velocidad a su patinaje sobre un hielo cada vez más delgado y frágil intensificando la iniciativa, cubriendo la agenda política, acaparando los debates, apurado por la atinada percepción de que si detiene se hunde en las heladas aguas de la recesión con inflación, los requerimientos judiciales y el estallido social.

Las señales del agotamiento se han vuelto críticas, el déficit fiscal en un año se ha triplicado, el default de la deuda con los holdouts ha incrementado el riesgo país encareciendo el crédito externo. Las inversiones son insuficientes para mantener el empleo y ha comenzado la destrucción de puestos de trabajo. La inflación alcanza el 40% anual y la oferta de bonos gubernamentales ha desplazado del acceso al crédito a las PyMES motivando el mayor número de cierre de empresas de Latinoamérica durante el año en curso. La caída de las exportaciones, del PBI, de las importaciones, de la construcción, de la obra pública, del balance turístico, etc. completan un panorama desolador. La crisis se extiende no solo al orden del Estado, sino al entramado ideológico de fondo sobre el que se tejen o articulan alianzas e intereses sectoriales, alcanzando a los grupos que aspiran a renovar o reemplazar las actuales coaliciones gubernamentales que se aferran en la derrota a los símbolos de un populismo vacío, caduco y vencido. La oposición sigue el pensamiento de Roca que sostuvo que para derrotar a sus adversarios, “solo había que dejarlos gobernar” y se mantiene expectante. El país rico ha quedado a merced del ánimo predatorio de las corporaciones financieras y políticas. La carencia de un pensamiento de respuesta, dejan a sus ciudadanos en estado inerme, melancolizados por su propia impotencia o desesperanzados por la ausencia de respuesta de la clase política a sus reclamos.

La consolidación del avance del narcotráfico como nuevo actor político latinoamericano, ha afectado la seguridad y la salud pública, colonizando las fuerzas de seguridad y a la clase dirigente. El estallido de los reiterados escándalos de corrupción en la financiación electoral, la Obra Pública, el lavado de dinero, las coimas, etc. en México, Brasil y la Argentina evidencian que se ha iniciado el tiempo de encontrar culpables para paliar el malhumor social derivado de la inevitable baja del consumo. La corrupción en todos los casos como en el pescado, empezó por la cabeza con la complicidad de los “empresarios” y se extendió por todo el continente. Los testigos “arrepentidos” de Petrobras en Brasil han aportado documentación que excede largamente las vinculaciones con el sector petrolero y que muestra tan inequívocas como nutridas ramificaciones con las filiales de empresas que perpetraron esos ilícitos en la Argentina con operaciones descriptas detalladamente como el Gasoducto de la provincia de Córdoba. ¿Serán etiquetadas nuevamente como un “problema entre privados” (caso Skanska), serán simples “relaciones comerciales que no constituyen sociedad” (caso Hotesur), seguirá indiferente la sociedad a los enjuagues que han habilitado enriquecimientos míticos, mundialmente reprobados?.

El apego a las teorías de Ernesto Laclau ha aglutinado al gobierno en la complicidad por el camino de la obediencia, al costo de llevarlo al aislamiento. El régimen K autodefiniéndose como etapa superior del peronismo lo ha enfrentado he intenta eliminarlo desafiando la opinión de Perón que afirmaba que : “Un conductor político es una cosa y un conductor militar, otra. Este manda, vale decir, obliga. El conductor político persuade. Para mandar se necesita voluntad y carácter; para gobernar, sensibilidad e imaginación, entonces el país saldrá adelante”. Como resultado de estas carencias políticas en la conducción, se han ampliado las brechas antinómicas, no se ha cerrado el duelo entre “civilización y barbarie”; entre los intereses porteños y federales, etc. Se ha consolidado la visión de lo otro como ajeno y opuesto al nos-otros identificando las diferencias con la marginalidad con los inmigrantes, las corporaciones, la oligarquía, los buitres, etc. reconociendo como propios a los cortesanos del poder enriquecidos con la obra pública, las finanzas, el juego, los subsidios y reservas de mercado, etc.

Dijo Spinoza: «Si lo que condeno es la ignorancia, estoy en el camino d la ciencia; si lo que condeno es la desobediencia, en el plano de la religión”. Aquí, durante demasiados años, las opciones se han tomado sobre la base de mentiras y verticalismo servil.

La discreta resignación de muchos discursos analíticos se asemeja más a la tolerancia senil de la decadencia, que a la madurez crítica.

Los procesos que se abren son de alta significatividad política y económica. Las similitudes argentinas con el esquema inflacionario de democracia restringida venezolano son evidentes. Estilizadamente, ellos viven del petróleo estatizado, la Argentina de la venta de sus bienes primarios en manos privadas. Cuando como ahora el precio del barril de petróleo retorna a los mismos u$s 60 del año 2002, los venezolanos se ven obligados a adoptar draconianas medidas de austeridad. La diferencia sustancial es que en aquel entonces tenían medio millón de empleos estatales mientras que en la actualidad ocupan a tres millones de trabajadores.

En Río Negro, el ex gobernador Carlos Soria en su campaña electoral en 2011 manifestó que entonces “sobraban” 7 u 8 mil empleados en la Administración Pública provincial de los que sería necesario prescindir. Desde entonces se han incorporado más de 8 mil trabajadores adicionales. Solo quedan dos caminos posibles frente al panorama descripto, o se aumenta drástica e inmediatamente el volumen y el valor de la producción del sector privado que sostiene con sus tributos el aparato estatal o se produce un ajuste igualmente drástico en el número de trabajadores o en el poder adquisitivo de sus salarios. La inmovilización de su presupuesto en gastos fijos de salarios, el incremento constante de su endeudamiento y el agotamiento de la posibilidad de incrementar la presión impositiva, ha limitado los grados de libertad de la política económica provincial. Río Negro se asemeja a un gran insecto volcado sobre su lomo, agitando en vano infinidad de miembros en el aire opaco. Seguramente todo sucede a sus espaldas: fuera del campo de la visión animal; detrás de sí, debajo de él se procesan innumerables hechos que él ignora y que lo van modificando con lentitud, a pesar del ansioso agitarse de sus patas, su cola, sus inútiles antenas. El problema ya no es la manzana es la canasta.

Los sectores productivos no pueden aportar lo mismo con esta nueva condición de precios relativos: el precio de la soja en el Mercado de Chicago cayó de los casi u$s 600 que alcanzó en ocasiones a u$s 380 con caídas superiores al 30% en precio el maíz, los cereales, el petróleo y en los principales metales. Las relaciones insumo producto que determinan la competitividad están desquiciadas, mientras un farmer estadounidense paga u$s 0,77/litro de gasoil, el productor sojero argentino paga u$s 2,33/l de gasoil en términos del dólar de $ 5,59 que recibe después de retenciones. El contexto internacional es muy desfavorable por un retraso cambiario equiparable al padecido bajo la convertibiidad. La fruticultura enfrenta la peor campaña de la década. Cuando se disfrutaba del tiempo despejado, la Argentina no se compró paraguas como sí hizo Chile; aquí no se ahorró, no se invirtió en industrias autosuficientes y sustentables, se optó por ensamblar como una factoría. Solo se fomentó el consumo primario: televisores, electrodomésticos, automóviles y todos los cachivaches que nos vende China.

Las crisis ponen de manifiesto la inviabilidad de las conductas que la motivaron, por eso sirven para que las cosas cambien. Hace una década las preguntas eran aún más acuciantes. Las soluciones verosímiles existen. El nerviosismo actual es un estado de alerta que abre muchas posibilidades. Ojalá que en este nuevo tiempo que se avizora se puedan debatir y consensuar con todos, particularmente con las minorías, nuevas ideas y prácticas. Confucio sostuvo, que “una hormiga no puede matar a un elefante, pero puede comérselo”

Lic. Javier García Guerrero. Ex Profesor Adjunto de la Cátedra de Macroeconomía de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA. @JavierGGuerrero.