Somos la Rabia ● Javier García Guerrero

Según el informe de la OEA al año 2012, en la Argentina se observa un constante incremento de la tasa de criminalidad durante los últimos 30 años. A partir de los 80 delitos/100 mil habitantes registrados en 1980 se pasó a 174,2 en 1990, a 319,7 en 1999 y a 973 en el año 2013.

El promedio continental es de 456 d/100.000 hab y los robos en la Argentina son mucho más frecuentes que en Brasil (415 cada 100.000 habitantes), Chile (542) y Uruguay (410). Si en las tres últimas décadas los delitos se multiplicaron por 10 y solo el 30% son denunciados y de ese 30% solo el 3% conlleva una sanción penal, de un sistema punitivo colapsado, enfrentamos un problema de naturaleza estructural y trayectoria detonante. En el mundo la violencia social contra mujeres y niños está generando más daños que las guerras civiles, por cada muerto en el campo de batalla hay nueve víctimas de la violencia interpersonal (Universidad de Oxford)

La Argentina a partir de sus revoluciones, fusilamientos, exilios y destierros ha convivido con la violencia política de manera continua. En la actualidad se encuentra sometida a nuevas formas de violencia cultural, física y estructural, observando azorada fenómenos inéditos: adultos mayores y personas con padecimientos mentales abandonados o violados, sacerdotes golpeados, mujeres quemadas vivas, piqueteros que arrojan a un discapacitado desde un puente, adolescentes desfiguradas, raptadas, desaparecidas, auge del sicariato narco, reflejan que reflejan la devaluación del valor de la vida y la reducción del prójimo a objeto funcional de provecho o goce. El acoso, las agresiones, las adicciones, las tomas y ocupaciones, la trata de personas han alcanzado lo que la OMS denomina epidemia, en una espiral que ha llevado a la Iglesia Católica a afirmar que “la Argentina está enferma de violencia”. Este es el amargo sedimento que deja la desordenada práctica política del “Frente para la Violencia” más preocupado durante su década ganada en vencer, que en pacificar espíritus y fortalecer el entramado social.

Los funcionales “barras bravas” operadores narco, que son guardaespaldas y fuerzas de choque de punteros políticos, relleno de manifestaciones y sicarios según las circunstancias son premiados con pasajes, sueldos oficiales y últimamente poniendo el propio Ministerio de Seguridad bajo su órbita de influencia.

El discurso oficial se ceba sobre la construcción de antagonismos y resentimientos al ritmo de una dialéctica que promueve quedarse con todo sobre la base de tornar hegemónica a una fracción que ambiciona un poder ilimitado, eterno e incuestionable.

En Río Negro, la masacre de Patagones ha sido el preludio de múltiples agresiones inéditas a educadores, agentes sanitarios y sociales la discriminación, el feminicio, el abandono sociosanitario, la violencia doméstica, la tortura, el gatillo fácil, los “extraños suicidios” en comisarías y el abuso infantil son generalizados y crecientes, hasta alcanzar hitos dramáticos como los de San Antonio Oeste. Algunas violencias tienen mayor difusión e instalación mediática que otras silenciosas y cotidianas igualmente intolerable, cuyas derivaciones mediatas, ya se avizoran.

Añejos debates no saldados sobre “la violencia de arriba que origina la violencia de abajo”, no alcanzan a explicar estas nuevas formas de violencia “innecesaria” donde diariamente después de perpetrados los delitos u obtenidas las “ventajas” que pudieran presumirse la movilizaron se elimina a la víctima o se la daña, evidenciando “ensañamiento” o desproporcionalidad con las causas como en el caso de los promocionados “linchamientos”

La inmoral indiferencia y cruel desconocimiento del semejante tuvo expresiones como el “no te metás” o el “algo habrá hecho” frente al asesinato de semejantes, evolucionó hacia la actitud de “salvarse” a costa de lo que sea, convirtiendo al individualismo salvaje en un principio de vida que incluía nuevas formas de la “picardía” como nuevo modelo de ejercicio social. Un millón y medio de jóvenes que no estudia ni trabaja, están profundamente afectados por una cultura que no incluye la “movilidad social ascendente” prisioneros de una mayoría que ya no se considera una responsabilidad propia el aseguramiento de la igualdad de oportunidades, con más de un tercio de la población bajo la línea de pobreza, ahogados por el impuesto inflacionario o las inundaciones. Siguen vigentes las premisas papales: “si quieres la paz, trabaja por la justicia”

El arrasamiento de la cultura del trabajo a favor de la inmediatez, la devaluación de las conductas éticas. La impunidad de funcionarios y dirigentes que cometen todo tipo de delitos, los eufemismos para ocultar las realidades evidentes, la ostentación del dinero del crimen organizado, la denigración y persecución política, el ajuste sobre los más débiles, la falta de controles y rendiciones, de periodicidad en los cargos, etc. Se destruyó la confianza básica entre los que tienen que hacerse cargo de los más débiles que los han descuidado y hasta aniquilado.

El “imperativo categórico” de Kant no hagas a otro lo que no te gustaría que te hagan, se ha reemplazado por el “actuar de tal manera que complazca al que manda” como en el drama de Antígona se sigue intentando subordinar las leyes universales a los caprichos de los hegemónicos de turno. Se les quita a los delincuentes su calidad de seres humanos, como se hizo hace años con los “subversivos”. Esta sociedad tribal sigue comportándose con un autoritarismo aldeano que la impulsa a la consagración de líderes mesiánicos populistas y autoritarios y a aprobar el brutal ejercicio de la violencia en sus múltiples formas para imponerse en el reparto del ingreso.

La construcción educativa de subjetividades está siendo afectada por la inmediatez y en la educación por la pérdida de autoridad de docentes que son vistos como empleados de los padres o compañeros de miseria por una juventud desmotivada y arrasada por la marginación y la falta de horizontes. Los motines y saqueos ante cortes de luz o conflictos que relajen en control represivo han sido reiterados

Necesitamos un concepto de semejanza más amplio que no invisibilice a las víctimas, que no presente como un acto de caridad dispendioso lo que es un principio solidario ético insoslayable en la vida democrática, para asegurar una promoción cierta que supere el clientelismo. Las fuerzas armadas y policiales se encuentran diezmadas, politizadas, infiltradas por el crimen organizado, mal equipadas y entrenadas, sin poder de fuego ni medios logísticos apropiados, bajo estas condiciones los resultados no resultan sorprendentes.

Para reconstituir el orden social y la convivencia no importa tanto cuántos límites exteriores dispongamos, cuántas cárceles construyamos, leyes o códigos contravencionales hagamos más rigurosos sino partir de la construcción de legalidades de convivencia con los semejantes, la reconstrucción de una autoridad basada en la autoría de proyectos y las contribuciones efectivas a un proyecto mas abarcativo de sociedad. La potestad de la fuerza ejercida para reprimir y penalizar no asegura la pacificación en una sociedad desigual sometida a la miseria y la falta de futuros deseables. Esto no quiere decir que no se ejerza una violencia necesaria e imprescindible para asegurar el cumplimiento de normas democráticas que no surjan un arrebato de la individualidad, o la arbitraria puja de intereses. Legalidades que pongan el centro en el interés colectivo y alcancen la legitimidad que les brinde su aplicación sin excepciones.

Son innegables las repercusiones económicas de las actividades delictuales que se pueden medir cualitativamente como en el caso del video viral del motochorro (vinculado al Vatayón Militante) y de su víctima acudiendo al programa de mayor audiencia de EEUU a explicar las condiciones de seguridad que debe afrontar el Turismo en la Argentina y que cuantitativamente se acercan al 5% del PBI según diversos estudios internacionales. Esta cifra de casi 30.000 millones anuales, no incluye los gastos que se desvían para invertir en prevención y seguridad privada que podría duplicar a la de perjuicios aludidos.

Las condiciones de nuestro subdesarrollo están fuertemente vinculadas al modo que subadministramos nuestros problemas. Los países más seguros del mundo no necesitan violar ninguna de las garantías constitucionales que brindan a sus ciudadanos para lograrlo. Los que tienen mayor cantidad de personal armado por kilómetro cuadrado como Irak no brindan la seguridad que algunos proponen demagógicamente para llevarnos por el miedo al “lado oscuro” de una sociedad que debe dejar atrás sus tendencias violentas. Si no logramos corregir las tendencias inerciales en llevarán la tasa a 2000 delitos/100mil hab durante la próxima década. Toda reforma impuesta por la violencia no corregirá el mal, el buen juicio no necesita de la violencia.

Lic. Javier García Guerrero. Disertante de las Jornadas Nacionales, Provinciales y del Congreso Nacional de Psicología de la Federación de Psicólogos de la República Argentina 2013.