La Patagonia y el misterio de los gigantes ● Jorge Castañeda

Los gigantes siempre estuvieron presentes en la memoria de los hombres. La mitología y aún la Biblia han recogido historias relacionadas con ellos y si bien esta menciona la pintoresca epopeya de David y Goliath también asevera en el libro de Génesis, Capítulo 6, que “en aquellos días había gigantes en la tierra, y también después, cuando los hijos de Dios se llegaron a las hijas de los hombres y ellas les dieron hijos, que fueron héroes, varones famosos de la antigüedad”.

Más difícil sería interpretar quienes eran “los hijos de Dios” que vieron hermosas a las hijas de los hombres. ¿Ángeles tal vez? Pero sería motivo de otra nota.

Todas las leyendas y también las literaturas nacionales abundan en citas sobre estos verdaderos fenómenos de la naturaleza.

Por eso no debe extrañar que los cronistas españoles y portugueses se refieran con mucha frecuencia a los gigantes en tierras americanas, destacando entre ellos el relato más difundido de Antonio Pigafetta, cronista de la expedición de Hernando de Magallanes, al describir el encuentro con los famosos “patagones” o sea tehuelches, a los que bautizaron de esa forma por las lecturas de las novelas de caballería que eran muy frecuentadas en las cortes europeas de la época, en especial aquella que tenía por protagonista al gigante Phatagón. Incluso después en la Tierra del Fuego escribe Pigafetta que “vimos cerca de la playa un hombre que era tan grande, que nuestra cabeza llegaba apenas a su cintura”. Actualmente se sabe que había mucho de fantasía en estos relatos y que si bien eran altos no eran verdaderos gigantes.

Refiriéndose a ellos el padre José de Acosta decía que “los chichimecas arrancaban las ramas de los árboles como nosotros deshojamos lechugas”. Por su parte Juan de Velasco dice que “Manta fue a principios de la era cristiana el teatro de la espantable raza de los gigantes” y detalla las medidas de esqueletos y de huellas de enorme tamaño. Otros expedicionarios también observaron esos mismos detalles.

Lo realmente sorprendente es que algunos mapas antes de los viajes de Colón encierran grandes misterios, siendo el más relevante la mención del contorno del continente americano y en especial de la Patagonia, donde citanmisteriosamente a los gigantes y los dragones.

El académico Dr. Enrique de Gandía en un estudio medular sobre “el conocimiento de América en los humanistas antes de Colón”, publicado en el Tomo 32 de investigaciones y ensayos de la Academia Nacional de la Historia, (Enero-Junio 1982), se explaya sobre este tema rescatando valiosos documentos al respecto.

“El mapamundi de Andreas Walsperger, de 1448, comentado por Roberto Almagia (Monumenta cartographica vaticana. Cittá del vaticano, 1944) y por Dana Bennet Durand (The Vienna-Klosterneuburg map corpus of the fifteenth century, Leiden, 1952, muestra el continente Americano en toda su extensión, como demostró Paul Gallez (Das Geheimnis des Drochenschwanzes. Die Kennetnis Amerikes vos Kolumbis, Berlín, 1980). No puede negarse que ahí está América. ¿Cómo fue concebida? Walsperger era monje benedictino en Salisburga (Salzburgo) y su mapamundi se imprimió en Constanza. Konrado Krestchmer lo encontró en el archivo del Vaticano (Eine neue mittelalalterliche Weltkarte der vatikanischen Bibliothek, Berlín, 1891). Una inscripción da origen a la fábula de los gigantes patagónicos: “Hic sunt gigantes pugnantes cum draconicus” (Aquí hay gigantes que luchan contra los dragones). Nótese la idea –advierte De Gandía- de los gigantes y dragones en América en 1448. La inscripción está al sur del continente. Más abajo hay un estrecho y una isla, la Tierra del Fuego. El Pacífico sigue siendo reducidísimo por la influencia ptolemaica. Todo es misterio”.

Con respecto a los dragones Antonio Galvao en su Tratado dos diuersos e desuayrados caminos, publicado en Lisboa en 1563, recuerda el mapamundi perdido del infante don Pedro, del año 1428, el que en su estancia en Roma trajo de allá un mapamundi que tenía todo el ámbito de la tierra. El estrecho de Magallanes se llamaba “cola de dragón”, y el Cabo de Buena Esperanza “Frutera del África”. Con este padrón se ayudaba el infante don Enrique en sus navegaciones. Al respecto George Nun creyó que el mapa podría ser el de Enricus Martellus, que tiene la forma de un dragón. La gran pregunta es ¿Quién navegó hasta el estrecho que luego se llamó Cola de Dragón antes de 1448? ¿Por qué la Patagonia en mapas anteriores al viaje de Colón fue glosada en la cartografía con gigantes y dragones?

Misterios y más misterios desde los más remotos tiempos nos dicen que la Patagonia “es un mensaje de antiguas edades al acecho”. Queda para los estudiosos e investigadores seguir develando sus secretos.

Jorge Castañeda
Escritor – Valcheta