De buitres y de caranchos ● Enrique Minetti

El tema de los fondos buitres es una cuestión del gobierno, no una cuestión de estado que afecte a la Nación Argentina, sostuvo el senador y aspirante a presidir la Argentina, Ernesto Sanz. Le asiste razón al senador no es una cuestión del gobierno, ni siquiera una cuestión sólo nacional, es una cuestión planetaria, que afecta al mundo entero.

También el médico que diagnostica a distancia sin necesidad de que el paciente concurra a la consulta -recuérdese que lo hizo con la Presidenta Argentina-, el Dr. Nelson Castro, hoy devenido en periodista, parodiando hablarle a la Jefa de Estado, también a distancia, no con el propósito de que ésta lo escuche como es obvio, sino para emponzoñar las mentes y los corazones de los argentinos y socavar la República que dice defender, disparó en su programa en tono profético y cínico, que el tema de los fondos buitres no está en la agenda del mundo, “- está equivocada Sra. Presidenta”, le espetó.

En primer lugar vale festejar el enorme avance que ha experimentado la ciencia médica en eso de diagnosticar al paciente sin necesidad de que asista al consultorio para escucharlo, auscultarlo, revisarlo, hacerle estudios, análisis, tomarle la presión y demás prácticas indispensables para efectuar un diagnóstico más o menos certero. Es de esperar que se democratice este fenomenal avance científico y que no quede reservado sólo a los Jefes y Jefas de Estado. Será, sin dudas, un enorme beneficio para todos los mortales de a pie. Sobre todo nos evitará la cada vez más engorrosa tarea de conseguir un turno médico.

El rol de la oposición -una verdad de Perogrullo- es de vital importancia para la salud de la democracia. Es bueno, sin duda alguna, necesario que exista. Ésta debe ser dirigida contra quien conduce los destinos del país, hasta contra el partido que ostente la representación política gobernante con la cual se disiente y se aspira a sustituir democráticamente por el que hoy es oposición. Esto es, confrontar en la certeza honesta de que sus propuestas son superadoras de las políticas llevadas a cabo por quien gobierna. Y siempre en y desde la política. En cuyo detrimento la oposición ha sido atrozmente cooptada por los medios de comunicación dominantes. Los miembros de los partidos opositores al gobierno han suplantado al parlamento argentino, verdadera y auténtica caja de resonancia institucional de la política -al cual cuando se discuten leyes fundamentales para el destino del país no concurren- por un set de televisión. Si hacemos una breve recorrida por los medios del grupo Clarín y demás medios concentrados escritos, radiales y televisivos, veremos con estupor que las estrellas rutilantes son siempre las mismas, parecen pertenecer a un elenco estable, un grupete de políticos, economistas, sindicalistas y opinadores varios. El lector los conoce de memoria. Quienes en muchos casos hasta desflecan sus otroras banderas libertarias a cambio de algunos minutos de efímera fama y pretensos votos.

Sin hablar de los programas que -usufructuando la libertad de prensa existente- han sido específicamente diseñados para atacar al gobierno con todos los medios a su alcance incluyendo la mentira, el show, el golpe bajo, la operación política. Hay que decir que esto es inédito en la vida política e institucional argentina. Nunca antes los grupos dominantes y reaccionarios -los que quieren que nada cambie, que trabajan para seguir manteniendo sus privilegios corporativos, sus obscenas ganancias multimillonarias en detrimento del grueso de la población que lucha decentemente por un porvenir mejor- habían montando tan fenomenal aparato mediático para denostar y socavar a un gobierno elegido democráticamente.

Tal vez porque antes existía la posibilidad de que con cuatro tapas de un diario era suficiente para golpear y derribar a un gobierno (recordemos la campaña mediática/económica que terminó con el gobierno del honorable Presidente Alfonsín, padre ilustre de la recuperación democrática). O tal vez porque antes era también posible recurrir a los cuarteles como tantas veces sucedió tristemente en la Argentina. Desde 1930 hasta 1976 (es decir, en el periodo de apenas 46 años) se recurrió a esa nefasta metodología cada siete años, con los resultados por todos conocidos. En mi opinión, ésta es una de la principales causas -no la única, claro está- por las cuales el país lucha todavía por recomponer su dañado tejido social y por restablecer justicia en el entramado más profundo de su existencia como país.

Ahora bien, hay ciertos temas, como el del ataque de los fondos buitres, un asalto al corazón mismo de la soberanía nacional, que son una verdadera cuestión nacional, latinoamericana y global. Ningún argentino patriota, menos aún la dirigencia política y los comunicadores sociales que tienen la responsabilidad de informar y formar a la ciudadanía, puede ignorar la importancia y el peligro que la cuestión acarrea. Ningunearla, hasta llegar a tratarla en forma jocosa es, al menos, una actitud vergonzante que ataca los cimientos mismos de la nacionalidad. Comparable con colaborar con el enemigo en tiempos de guerra.

Esta actitud no es nueva, ya desde los tiempos de Mayo hubo quienes preferían seguir usufructuando de los beneficios que les proporcionaba seguir dependiendo de la corona española a asumir los riesgos de la libertad y de la independencia que pregonaban Belgrano, Moreno, Monteagudo y tantos otros patriotas.

Pero bueno será señalar que el reloj de la historia atrasa para los personeros de la dependencia de nuestros días. Hay un mundo que sí tiene en la agenda el tema de poner límites, cuando no hacer desaparecer de la faz de la tierra, a aquéllos que encarnan la más despiadada y cruel forma de capitalismo salvaje, deshumanizado y sin rostro: los usureros internacionales que lucran exponencialmente con la pobreza y el dolor de los pueblos .

Por más que el Dr. Castro y el senador Sanz se obstinen en desconocerlo o minimizarlo, es un dato incontrastable de la realidad que el mundo entero, reunido en el más alto organismo internacional: la Organización de Naciones Unidas, por 124 votos a favor, 41 abstenciones y sólo 11 en contra, aprobó la resolución que establece la necesidad de crear un “marco jurídico multilateral para los procesos de reestructuración de la deuda soberana”.

En un día histórico, la Argentina consiguió el respaldo del G-77 más China (que nuclea 133 países en desarrollo), quienes llevaron una propuesta común a la última reunión anual de la asamblea general. Los pueblos del mundo han decidido comenzar a definir entre todos un camino ético, político y jurídico capaz de ponerle frenos a la especulación desenfrenada, eligiendo el camino del derecho justo, que es el que se construye a través de un debate plural y democrático, como éste, en donde todos, exactamente todos, tenemos voz y voto, aseguró el canciller argentino.

De los 193 miembros de las Naciones Unidas, los únicos países que votaron en contra fueron 11: Estados Unidos, Australia, Canadá, República Checa, Finlandia, Alemania, Hungría, Irlanda, Israel, Japón e Inglaterra. Las abstenciones alcanzaron un número más alto, 41. Muchas de ellas pertenecen a la Unión Europea (como Bélgica, España, Grecia, Italia, Francia, Holanda) y otras a Estados nórdicos (como Dinamarca, Noruega, Suecia), también de Oceanía (como Nueva Zelanda). Es claramente un avance que estos países al abstenerse, no obstaculizaron el tratamiento de una reglamentación mundial sobre deuda soberana. Debe destacarse positivamente que al comenzar las negociaciones, 46 países habían adelantado que rechazarían el proyecto y ese número luego se redujo a 11.

El debate sobre el sistema financiero internacional en Naciones Unidas se remonta a 1970, aunque el tema de la deuda soberana fue tratado en la cumbre de Monterrey, hace 12 años.

También existen antecedentes en el Fondo Monetario Internacional, que no prosperaron debido al rechazo de países con mucho poder dentro del organismo, como Estados Unidos. “Hoy le toca a la Argentina, pero muchos países en desarrollo o desarrollados han sufrido la misma conducta depredadora y continuará sucediendo si no actuamos ahora”, aseguró Llorente en representación del G 77 más China, al presentar el proyecto aprobado, en relación con la actitud de los fondos buitre, que a través del fallo del juez Thomas Griesa han logrado impedir el cobro del 92,4 por ciento de los tenedores de deuda argentina.

“Miles de millones de dólares van a los bolsillos de los dueños de los fondos buitre gracias al vacío legal actual. Este vacío no es fruto del azar. Quienes se dedican a este negocio, escandalosamente rentable, invierten un porcentaje de sus ganancias en campañas y lobbistas para que la situación no cambie. La falta de un marco legal regulatorio para la reestructuración de la deuda soberana tiene un correlato directo con la pobreza, las enfermedades, el analfabetismo y la inseguridad que sufren los países históricamente golpeados por la deuda externa”, aseguró el canciller argentino. “No votaron en contra 165 Estados soberanos, que éticamente proclamaron la soberanía de los países y la dignidad de los pueblos”, agregó la representante argentina ante la ONU, Marita Pérceval, quien consideró que “no es un país, sino la voluntad de América latina la que se expresó”.

Precisamente, la resolución recibió el apoyo de la gran mayoría de los países latinoamericanos (con excepción de México), de muchos países africanos y también de países de peso en el contexto internacional como China, India y Rusia.

Este apoyo se vio también confirmado con la Resolución del Consejo de Seguridad del mismo Organismo Internacional, por la cual se condena enérgicamente la conducta depredadora de los fondos buitres.
Queda absolutamente y objetivamente demostrado que el tema está en la agenda del mundo y que supera largamente las políticas de un gobierno circunstancial.
Es doloroso que una parte importante de nuestra dirigencia política debido a su obstinada oposición a un gobierno de matriz nacional, popular y latinoamericanista, o debido a su propia miopía intelectual -vaya uno a saberlo-, no alcance o no quiera entenderlo.

ENRIQUE MINETTI