Con pena y nada de gloria ● Claudia Beltramino

Llegaron como un ejército de ocupación que toma una ciudad después de una sangrienta batalla. No hubo una sangrienta batalla. Se había cumplido con el proceso electoral que define el sistema democrático al que suscribe la Constitución Nacional.

En la paleontológica convicción de que solo podrían administrar al Estado rionegrino a partir del autoritarismo, redujeron a los empleados públicos por el temor. A muchos de estos funcionarios que aún se desempeñan en el gobierno, les gusta convencerse de que ellos, no formaron parte del ejército que desembarcó a los gritos y con malos tratos el 10 de diciembre de 2011.

Quisieron hacernos pensar que la ley de Prescindibilidad a la que luego llamaron Disponibilidad no guardaba relación con el ejercicio continuo y sistemático del avasallamiento a los empleados públicos.

Quisieron hacernos creer que ese estilo violento para sojuzgarnos no guardaba relación con la estrategia de corrupción que implementaron y que hoy estalla en todo su esplendor.

Dos años y medio después solo una mente afectada por alguna patología podría no advertir que este ejército de ocupación formado en su mayoría por un conjunto de hombres y mujeres cuya máxima aspiración era la de llenar sus cuentas bancarias y que cada acción que tomaron era un eslabón de la gran estrategia que pudieron haberlo diseñada con antelación o pudieron haberla improvisado sobre la marcha mientras hilos de baba les corrían por la comisura de los labios imaginando el buen pasar que obtendrían a costa del recurso público.

Vinieron con el compromiso de implementar una revolución peronista, con justicia, paz y trabajo. Dos años y medio después están jaqueados por causas de corrupción, disputas de conventillo que terminan en los tribunales y un permanente y vergonzante ejercicio de raterío. Todo esto a los ojos de miles de ciudadanos que nos preguntamos, “¿qué mal hemos hecho para merecernos esto?”.

Estas últimas dos semanas dejaron expuesta la herida carcomida por gusanos que se deleitaban disfrutando con el pus de la corrupción. No hay espacios para el chiste, para la broma, la corrupción es la que, junto a este modelo que creo la dirigencia argentina y al que suscribe la clase dirigente rionegrina, ese modelo que lejos de hacer de Río Negro una provincia pujante con industrias y fábricas, comercios, consolidó según refleja un artículo publicado el domingo pasado en el diario La Nación este otro modelo: “Existen provincias donde más de un tercio de los trabajadores son del sector público, ya sea nacional, provincial o municipal, y en algunas, los ocupados privados formales no pasan el 20% del total; hay un modelo que no induce suficiente empleo privado productivo, que debería ser la base del crecimiento», dice Capello. La provincia con mayor incidencia del empleo público es Santa Cruz (47% de los puestos), seguida por Río Negro (45%), La Rioja y Catamarca (37 por ciento)”

Está más que claro que el trabajo es imprescindible para que una sociedad viva saludablemente, pero cuando el trabajo se inventa abriendo sucursales de ministerios nacionales, se hace explotar la planilla de empleados del Pami en cualquier localidad, de la Afip, cuando se pergeñan cooperativas cuyo único objetivo es precarizar una situación laboral que no existe, la consecuencia es la mecánica permanente e indigna de una nueva forma de esclavitud o mita o yanagonazgo, como prefiramos.

Allí estamos los ciudadanos rogándole vergonzosamente al funcionario de turno, al concejal que a duras penas distingue el uso del subjuntivo, al legislador que ignora que la Argentina es socia voluntaria del FMI, un trabajo. Implorándole un lugar rentado para el hijo que de otro modo se nos irá con el narcomenudeo.

Y el infeliz actúa como seguramente lo hicieron los que se pensaron genéticamente superiores. Un peldaño por encima del resto y en caso de una respuesta positiva, ahí va lo de “este es nuestro, le conseguimos laburo para la hija”. El trabajo convertido en moneda de cambio, la más denigrante expresión de clientelismo político.

Si un ex juez Federal que se doblaba frente a la figura de Eugenio Zafaroni, es capaz ahora de proponer un cambio inconstitucional en el código contravencional, solo a pedido de un Gobernador a quien el sayo de oportunista lo describe con claridad prístina, estamos en graves problemas.

Si el mismo ex juez luego de haber cobrado una doble percepción de haberes durante 22 meses y que luego de ser ayudado en su mentira justificatoria por el senador Miguel Pichetto y el gobernador Alberto Weretilneck, recibe un ministerio de regalo y cuando lo vuelven a pescar en un renuncio confirma que sus defensores son dos mentirosos porque de ninguna manera Albrieu se equivocó en esos veintidós (22) meses sino que sostuvo y aún sostiene que la dieta de diputado no era incompatible con su jubilación privilegiada, estamos en problemas.

Un párrafo aparte merece la gestión de seguridad. Ya ni las encuestas se publican porque, un poquito de pudor tienen, y es tan pero tan pero tan evidente que vamos para atrás que como los datos del Indec, también en lo que es inseguridad, mejor mentir antes que quedar expuestos en la profunda ineficiencia.

Llegamos al compañero Gabriel Limardo. Antes Gabriel era del palo. Un amigazo. La locomotora del trencito de la Transformación Rionegrina que arrastraba los vagones de las jóvenes figuras que encolumnadas detrás de Hugo Lastra y con estrechos vínculos con Martín Soria hoy son importantes cuadros de la administración AW. De hecho conmueven las fotos en las que estos treintañeros miran arrobados al líder que les habla.

Limardo en burda, torpe mecánica, pagaba (en principio) a tres directoras del área del Ministerio de Gobierno, que no solo no se desempeñaban como tales, o sea que era ñoquis, sino que además, hubiera sido llamativo que lo hicieran ya que no disponen de la mínima preparación esperada para desenvolverse en esas delicadas funciones.

El caso es que, independientemente de si los motivos por los que se destapa esta olla fueran motivos mafiosos con mensajes intimidantes de un sector a otro o si se tratara de una muestra más de la debilidad intelectual de la gestión, el hecho concreto es que ahora los rionegrinos sabemos que la corrupción está más que enquistada, es moneda corriente. Incluso si el poder se las arregla para llevar a la horca al tal Limardo como único culpable de una mecánica que necesariamente debió contar con cómplices o jefes.

Un mísero dato, ¿tantos directores había en Gobierno que ni Luis Di Giácomo ni su vice, el ahora premiado como juez civil con competencia electoral, Ariel Galinger, se dieron cuenta cuando a fines de enero Weretilneck dio de baja a todos sus funcionarios?, ¿tampoco se avivaron cuando les dieron el alta nuevamente?

Río Negro transformado en tierra de nadie, con sus ciudadanos entre avergonzados y atemorizados, sin saber que les deparará la suerte.

A poco de definir su destino en las PASO, cada uno de nosotros sabe que difícilmente algo vaya a cambiar. Un grupo de audaces se dispondrán otra vez a ponernos en el penúltimo lugar, facturándonos en cada elección los favores que no deberían ser favores sino derechos que la Constitución contempla.

Una banda de vivos que subvierten la República. Una banda que se nutre del partido que sea, que canta la marcha que haga falta, una banda que trabaja para si misma.

Final con pena y nada de gloria

Cuando llegó el nuevo gobierno, sin duda, miles y miles de rionegrinos esperanzados, alegres, apretaron los dientes, tragaron saliva y con esfuerzo miraron para otro lado cuando el autoritarismo crecía, cuando los acusados de violación a una menor se fotografiaban con el gobernador en su despacho, cuando 22 mil familias no sabían que sería de su destino en el marco de la Disponibilidad, cuando la prensa (o parte de ella) era hostigada, perseguida, cuando la corruptela pasaba a corrupción, cuando el peligro de la disolución empezaba a ensombrecer nuestros días.

Dejamos de saludarnos. Nos evitábamos en las góndolas del supermercado. Nos esquivábamos en las colas de los bancos. Cruzábamos de vereda en las calles. Dejamos de ir al café para evitarnos.

Los unos y los otros.

Desolador.

Esas mujeres a las que conocí tan jóvenes, tan llenas de sueño. A las que vi cada mediodía en la salida de la escuela buscando a nuestros hijos. La piel se nos fue arrugando, todas empezamos a usar anteojos porque de otro modo ni sabemos que compramos. Las cosas nos cuestan un poco más, nos resfriamos con frecuencia y a veces nos duele algo. Los chicos ya hicieron su vida y quizás empecemos a preguntarnos si valió la pena quitarnos el saludo, distanciarnos, evitarnos.

Un encuentro casual en la cola de una caja de supermercado, en donde se hizo claro como el sol que son mas importantes los años en que de un modo u otro, con la sencillez de la vida que pasa, hicimos que Río Negro creciera, que el distanciamiento que provoca posturas que en la mayoría de los casos solo sirven para beneficiar a otros.