El modelo megaminero en RN es una forma de perversión ● Magdalena Odarda

El proceso de degradación ambiental que viene sufriendo la Región Sur de la provincia de Rio Negro desde hace muchos años, deja en evidencia una importante y progresiva desertificación que avanza sin control sometiendo a la actividad ganadera, principalmente, a sus letales consecuencias.
Muchos son los factores que han influido para que esta situación proyecte un cuadro realmente alarmante en cuanto a las derivaciones sociales, económicas y productivas del empobrecimiento del suelo.
Casi una década de sequía ininterrumpida, la sobrecarga de los campos, el sobrepastoreo y la imprevisible realidad comercial del mercado interno y externo, son variables que confluyen para generar esta verdadera crisis. Sumemos a esto el desmonte, la caída de ceniza provocada por la erupción de dos volcanes y la consecuente devastación de especies vegetales y animales. Indudablemente, estamos en presencia de una emergencia ambiental extrema.
Esta situación de indudable crisis y fragilidad lleva muchos años de desatención, décadas de desprotección y una falta total de abordaje por parte de gobiernos municipales, provinciales y nacional.

Se hace necesario impulsar iniciativas colectivas y debates con todos los actores sociales, involucrándose en soluciones urgentes respecto al: agua, la sequía, la contaminación ambiental, la desertificación y las actividades extractivas.

El gobierno provincial y su estructura política, presentaron la megaminería -habilitada a través de la derogación de la ley “anticianuro” 3981-, como única alternativa al desarrollo de las regiones más castigadas por la desertificación, como la línea Sur. A sabiendas que es una actividad con alto impacto ambiental entre otras cosas, por los grandes requerimientos de agua que debe ser extraída cerca de los lugares de explotación causando el agotamiento del recurso hídrico, persiste en esta imposición.
La perforación de la meseta en busca de agua y la extracción indiscriminada de los acuíferos contribuirá a que el proceso de desertificación siga avanzando con consecuencias imprevisibles.

La mayor parte de los proyectos mineros de oro y plata se encuentran en la meseta de Somuncura y coinciden casi con exactitud con territorios indígenas, violándose así el Convenio 169 de la OIT que establece el derecho de los pueblos originarios a la consulta libre, previa e informada.
En el Catastro Minero provincial se declara que en Río Negro existen 675 concesiones de minerales de Primera Categoría (oro diseminado y en vetas, uranio, polimetálicos, plata, cobre, plomo y zinc entre otros), de los cuales 309 concesiones requieren el uso de sustancias tóxicas.

El gobierno nacional, a través del Secretario de Minería Ing. Mayoral -quien es accionista de empresas mineras con vínculos probados con la empresa Barrick Gold-, y otros lobistas, son los mentores y ejecutores de la política minera a gran escala, y poco les importa la problemática ambiental que se registra en la meseta rionegrina y la oposición de los movimientos sociales y comunidades originarias.

En los últimos meses el debate sobre la megaminería permaneció oculto, pero hace algunas semanas puede verse una avanzada del gobierno provincial sobre los proyectos mineros en Rio Negro, y esto es visible con la aparición pública del cuestionado Secretario de Minería “Chenque” Ferreyra, y la modificación del Código de Procedimientos Mineros, aprobado para beneficiar al sector y sin un debate profundo y necesario sobre sus alcances. A esto se suman declaraciones mediáticas de Senadores, legisladores y funcionarios ensalzando la actividad y planteándola como la única alternativa para el desarrollo de la línea Sur.

Intentan convencer a la población de la necesidad de un cambio de la matriz productiva, cuando en realidad se están implantando las bases para una matriz del “saqueo”, a costos ambientales y sociales probablemente sin precedentes.
Los discursos oficiales hablan de la depresión de la actividad ganadera y los constantes subsidios que requiere; obviando toda discusión sobre las soluciones de fondo y mostrando como una panacea a una de las actividades extractivas mas cuestionadas del mundo.
La solución que se ve como “remedio”, es sin duda peor que la “enfermedad”. La megaminería competirá por la escasa cantidad de agua, que los productores de la región sur no disponen ni para tomar.

El desprecio del gobierno hacia la realidad de los productores que no tienen agua, es una forma de perversión, tras la cual se ofrece como única salida la minería a gran escala que hipotecará el futuro de la línea Sur y su gente. Sin agua no hay vida, y si se impone un camino sin retorno, las consecuencias serán lamentables.

Senadora Magdalena Odarda Río Negro.
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