“Por In-Seguridad” (Sigamos pateando la pelota para adelante) ● Franco Consiglio

En Argentina la inseguridad es considerada como una, o la más importante de las preocupaciones públicas, solo comparable tal vez con la cuestión socioeconómica o el desempleo. Por ende, gobiernos nacionales, provinciales y hasta comunales se encuentran a diario ahogados por la ausencia total de respuestas frente a la creciente demanda en cuanto a la seguridad interpuesta por la sociedad en su mayoría.

Falta de análisis, ausencia de conocimiento, y sobre todo, escasez de resultados parecen ser las características generales de las medidas que se adoptan en diversos puntos de nuestro vasto país, a la espera de que simples “manotazos de ahogado”, en todo caso por casualidad o azar mas que por planificación y análisis, den aunque sea temporalmente, algún resultado positivo que permita una bocanada de aire fresco, para respirar y seguir pateando la pelota hacia adelante, que en los tiempos actuales de la política no solo es una habitual costumbre, sino que de más esta aclararlo, resulta menos trabajo que aceptar una problemática hecha realidad, estudiarla y enfocar los recursos humanos y logísticos disponibles en dar una profunda y definitiva solución que pretenda ser algo mas que una simple reacción espasmódica. Sumado a que nunca un trabajo a largo plazo es fácilmente visible, y por ende, se convierte en poco tentador para una clase política que cada día en mayor escala, solo enfoca su trabajo, según el impacto que va a provocar hoy en los medios o en las elecciones venideras, por supuesto postergando siempre la solución de las necesidades de los sectores mas vulnerables de la sociedad.

A modo de ejemplo cito aquí, la reciente creación de un Ministerio (en la provincia de Río Negro) y el recambio del equipo que ocupaba la anterior Secretaria, equipo que mostró en su accionar un fracaso rotundo. Utilizo este ejemplo que se multiplica infinidad de veces en la historia de la provincia citada y de casi todas las demás, porque el recambio urgente del personal ante una contingencia de cierta gravedad es la respuesta histórica a una situación de crisis. Un simple recorrido por la prensa (para quien quiera hacerlo) confirmara esto. Detrás del anuncio de un grave crimen o alguna tragedia que conmueve la opinión publica, le sigue casi automáticamente el anuncio gubernamental (de la escala que corresponda) sobre la remoción de los culpables y el nombramiento de su sucesor en el cargo como única solución al respecto.

Sin embargo, cambio de personas, reasignación de recursos, jerarquización de carteras, son medidas que corren serio riesgo de erigirse en nuevos y continuos fracasos sí no se replantea teórica y facticamente cuales son las causas reales de la inseguridad, y si en lugar de trabajar sobre ellas, se sigue apuntando solo a mirar las consecuencias, lo que siempre significa perseguir al problema desde atrás, cuando ya sucedió, repitiendo la metáfora creada por el autor Carlos Vilas de un estado “bomberil” que solo corre a apagar el incendio, obviamente, cuando este ya se ha producido.

Para allanar nuevos caminos que no conduzcan al destino de un callejón sin salida, resulta determinante en primer lugar, darle lugar relevante a un debate serio y profundo que deje afuera dos cuestiones que en estos días corren como reguera de pólvora y que no hacen más que retrasar el trabajo y la búsqueda de soluciones al respecto de una temática que afecta y preocupa a nuestra ciudadanía. La primera es dejar de echar culpas, porque la oposición acusa a los gobiernos de no brindar soluciones y estos, a sus antecesores o a la historia. Y en ese debate solo pierde la gente, porque sacarse el lazo no arroja respuestas ni brinda salidas. Segundo, algo que debiera parecer obvio en el siglo XXI y a las claras no lo es, se debe dejar de relacionar de forma directa pobreza con delincuencia, que no es mas que una imposición discriminatoria contra grupos de personas que habitan ciertas zonas y viven de determinada manera. Insistir en este paradigma nefasto, que es estigmatizante y anticonstitucional, solo contribuye a generar más violencia y rechazo hacia el Estado, de los sectores señalados.

La causa principal del delito no es la pobreza, sino la desigualdad social extrema que se manifiesta sobre todo en los grandes centros urbanos, donde el tejido social se ha roto, se ha disgregado. La marginación genera violencia, por eso acusar a barrios o sectores de ser los responsables y generadores del delito y la inseguridad no favorece ni aplaca la problemática, sino que puede exasperarla.

Tampoco pueden los responsables seguir apelando a la falacia de que la inseguridad es una sensación, si bien nuestro país tiene bajos índices de delito en comparación con sus pares de la región, la tasa de delitos anuales se ha incrementado dos veces y media aproximadamente en las últimos treinta años. Y esto no es casual, sino la consecuencia de las políticas sociales que caracterizaron esos años, signadas por un fuerte asistencialismo, sin perspectivas, que trajeron como consecuencia el empobrecimiento y marginación de grandes sectores de la población.

La problemática es real y la situación se agrava, pero de nada sirve que autoridades policiales propongan como salida una caza de brujas frente a gente o barrios humildes, las “razzias” no significan ni siquiera un mínimo paliativo a la situación, sino lo contrario. Tampoco lo hace abarrotar las calles de policías o encerrar a chicos de 14 años. Nada sirve sí no se concentran esfuerzos en las causas, en los por qué del delito. Por este camino marchamos a ser miles de policías y miles de presos, pero no tendremos soluciones, salvo la de terminar todos encerrados.

El delito menor debe ser atacado con prevención, con contención social, los sectores postergados y sobre todos los jóvenes de esos sectores necesitan trabajo y oportunidades, educación, mucha educación, salud. Políticas sociales de contención e inclusión es la única manera de bajar este tipo de delito, no hay formulas mágicas. Se debe reemplazar el actual reprimir y estigmatizar, por prevenir y contener. Una vez más, las causas y no las consecuencias.

Por otra parte, resulta indispensable jerarquizar las instituciones policiales (nacionales, provinciales y comunales) en diversos ámbitos. Se debe profundizar su formación y capacitación, garantizarle mínimas condiciones logísticas, físicas y psicológicas de trabajo. En general, nuestra policía percibe sueldos escasos y pone su vida en juego a cada minuto por trabajar en condiciones de seguridad paupérrimas para ellos mismos.

Por ultimo, y para fortalecer la idea que el delito no es culpa de los pobres y que la solución real es atacar las causas y no las consecuencias del mismo, es necesario que se comience a hablar sobre los delitos realmente importantes que ocurren, los que causan muchas veces las desigualdades aberrantes que vemos a diario y tanto nos duelen. Ninguno de los poderes del estado parece estar dispuesto a denunciar y combatir seriamente delitos graves que existen y a los que, ya sea por miedo, complicidad, conveniencia o intereses comunes se les da la espalda, se los esconde, para hacer de cuenta que no ocurren.

Los peores delitos que acechan nuestra sociedad son: la venta ilegal de drogas que consumen nuestros jóvenes, el robo automotor, los secuestros, el juego clandestino, la prostitucion, entre otros, que se han convertido en nuevas y verdaderas Pymes para una banda de delincuentes poderosos, y que se han expandido en algún caso simplemente por la vista gorda, y en otros, por la protección directa de sistemas políticos, judiciales y policiales deficientes y/o conniventes.

Franco Consiglio.
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