Crónica de un obituario ● Jorge Castañeda

Nada se puede hacer cuando los liliputienses atan al gigante. Cuando no se tiene una visión integral para desarrollar un territorio. Cuando la impotencia del no se puede se instala en la mente de los funcionarios. Cuando no se tienen preferencias para fomentar el desarrollo y la integración de los distintos perfiles rionegrinos. Cuando se habla de asuntos banales e intrascendentes en vez de volcar los esfuerzos hacia temas importantes.

Inánime. Así lo vemos después de tantos años de prestar sus servicios integrando a una de las regiones más desfavorecidas de la provincia: la Línea Sur. Y de cumplir una función social indelegable del Estado. Después de ser un factor de reunión en cada pueblo. De prestar un servicio de pasajeros y de carga irreemplazable. De servir a la demanda turística que aún tiene una idea romántica de los ferrocarriles. De haber funcionado en forma eficiente durante muchos años.

Hoy sus formaciones dan pena. Van de mal en peor. Y como se encuentra muy enfermo hay que colocarlo en terapia intensiva. Ya no se lo verá transitar en esta temporada porque han decidido pararlo. ¿Será el preludio de un cierre definitivo?

Tuvo sus momentos de gloria. Nació de los grandes sueños de algunos iluminados como el entonces Presidente de la Nación Figueroa Alcorta, su ministro Ramos Mexía y los técnicos Bailey Willis y Guido Jacobacci.

Durante muchos años las formaciones aguateras llevaban el agua del arroyo Valcheta hasta San Antonio Oeste. Los de pasajeros traían hasta los diarios y revistas de Buenos Aires. Los pasajeros subían en una estación y bajaban en otra. Hasta los minerales desfilaban en los vagones de carga. Muchos dirán que son recuerdos nostálgicos del pasado. No sé si tendrán razón.

Los servicios ferroviarios deben ser una cuestión indelegable del estado. Para eso se debería haber invertido en tiempo y forma y no se hizo nunca en más de 100 años. Y así estamos de decadencia en decadencia como muchas otras cosas de este país nuestro.

¿Qué pensarán los funcionarios de los rionegrinos de la Región Sur? ¿Por qué no se aunaron los esfuerzos para que nuestro Tren Patagónico tenga inversiones y no llegue a este estado terminal? ¿Quiénes fueron los responsables de no tener una voluntad política sobre este tema? ¿Así se podrá pensar en el Corredor Bioceánico Norpatagónico? ¿Por qué no se acompaña con el riel los esfuerzos que demanda la pavimentación de la Ruta Nacional Nº 23, si son los dos caminos que se necesitan en forma estratégica para el desarrollo futuro de toda la zona? ¿Por qué Nación nunca quiso invertir en subsidios para nuestro tren? ¿Qué dicen nuestros diputados y senadores al respecto?

Tal vez tenía razón Jorge Manrique que todo tiempo pasado fue mejor. No debiera ser así. Pero de algo podemos estar seguro: la culpa no la tienen los pueblos. Al contrario “¡Qué buenos vasallos serían si tuviesen un buen señor!”.

Jorge Castañeda
Escritor – Valcheta