La misoginia se viste de ciencia ●Rosana González

Las mujeres hemos sabido ganar espacios en diversos ámbitos de la vida cotidiana que nos estuvieron vedados durante siglos. Pero es en los ámbitos de poder donde más dificultades hemos encontrado para posicionarnos en igualdad de jerarquía con los hombres, no sólo en el plano fáctico, sino principalmente en la construcción simbólica, porque es allí dónde las más oscuras definiciones conceptuales pueden disfrazarse metódicamente.
Estos espacios simbólicos, ya no se pueden asaltar con gritos desaforados que muestren la brutalidad machista a flor de piel, entonces deben necesariamente maquillarse en vagas conceptualizaciones que, aunque vacías de contenido e ideas, exhiban algún andamiaje pseudo-teórico que las sostenga.
Nuestra Presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, viene siendo sistemáticamente atacada, por diversas causas y desde diversos sectores que hoy ven afectados sus intereses, sin embargo los recursos discursivos raras veces -por no decir ninguna- se distancian de las réplicas misóginas que históricamente han padecido las mujeres.
La constante es el ataque a la condición de mujer, que se asume como sinónimo de debilidad (“el sexo débil”), desde allí se intentó construir la imagen de una mujer sola y débil ante la viudez que no podría sobrellevar el resto de su mandato sin la presencia física de Néstor Kirchner. Rápidamente esta estrategia se cayó, y cuando mostró fortaleza y firmeza en el manejo del gobierno, se la atacó por el opuesto, el exceso de poder, la ambición de controlarlo todo.
Estas construcciones simbólicas, son generadas desde las usinas discursivas del poder mediático y económico, que pretenden contrarrestar el avance de nuevos imaginarios de inclusión y ampliación de derechos. El poder real sabe que no es bueno perder terreno simbólico, porque muchas veces es la antesala a la pérdida en otros terrenos.
Son las mismas plumas mercenarias las que no se avergüenzan de mostrar a Cristina -y escribir- dos discursos desde perspectivas antagónicas: la debilidad por un lado (en planos de salud física, disminución política, o insanía mental) y el poder por otro (control, confrontación, excesos de todo tipo).
La novedad la ofrece el Dr. Nelson Castro, que desde la desmesura de su rol periodístico, y con disfraz de pseudociencia ‘diagnostica’ síndrome de Hubris (o Hybris) a nuestra Presidenta, en un intento desesperado de unir la debilidad y el poder en un único concepto de enfermedad a la medida de Cristina, o mejor dicho del imaginario que se viene construyendo paciente y sistemáticamente desde los medios hegemónicos sobre la figura de nuestra presidenta. Un síndrome que no existe en ningún registro de la Organización Mundial de la Salud, que tampoco aparece listado en el “Manual DSM – Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales” , y que jamás en la historia de la humanidad fue diagnosticado a nadie, porque simplemente no figura en el “menú de trastornos” diagnosticables de ningún psiquiatra.
Una invención de las redes sociales, una vaga conceptualización de un término griego, llevada a términos científicos. Una operación de prensa desmedida, que expone a las claras el grado de subestimación que los medios de comunicación hegemónicos tienen sobre sus públicos.
Anteriormente, y con mayor alevosía, “Chiche” Duhalde se preguntaba si no era necesario replantearse lo pertinente de que las mujeres asumieran roles de poder. Una mujer que aspiró y supo tener cargos políticos de relevancia, reniega de su condición de mujer y de sus facultades.
El poder instala las reglas con las que debe ser leída la historia reciente, e incluso el presente. A veces, lo hace inteligentemente, otra veces -como ésta- desde la brutalidad de los códigos misóginos mas retrógrados que se hayan escuchado en las últimas décadas. Incluso así, cuando sin disimulo se pretenden instalar realidades inverosímiles, en algunos sectores el discurso encuentra eco y se reproduce.
Esta situación, nos exige cotidianamente repensar la práctica y el lenguaje, la lectura de la realidad y la acción. No podemos dejar que nos roben los terrenos ganados y nos aparten del camino de inclusión y ampliación de derechos. No podemos ceder a la retórica conservadora del poder que pugna por mantener las estructuras simbólicas que lo sostienen y lo justifican.
Mucho menos, tolerar como mujeres, que la misoginia se vista de ciencia.

Rosana González
médica y Directora Provincial del Consejo de la Mujer.