Con el derecho de saber mucho de censuras y censurado

Hace unos días, tuve el honor de encontrarnos en un apretón de manos con Usted, Compañero (en el sentido que fueron los seguidores de Espartaco), de alegría doble para mí – conocerlo personalmente y que fuera la casualidad la que nos hiciera encontrarnos, exactamente, en la puerta de Tacuarí 17 de esa capital – en un día que no estaba de acuerdo con uno de sus habituales comentarios esa mañana, en Radio Continental, como se lo hice saber delante de los amigos del café.

Y mire Víctor, qué son las casualidades de la Memoria (o las ironías de la Historia como querramos decir) el lugar dónde fuimos a cruzarnos: justamente, en el pórtico del centenario edificio hotelero que HACE CASI CATORCE DÉCADAS, en sus sótanos, cobijó a otro grande de la pluma periodística y las letras argentinas al que los totalitarios de entonces (¡oh casualidad! fundadores y escribas del “grupo” que hoy quisieran poder colgarlo en una pica para escarmiento de la chusma que se rebele por vivir y pensar en Libertad, con Democracia y Justicia) BUSCABAN PARA CALLARLO DEFINITIVAMENTE.

José Hernández ayer, igual que Usted hoy con su lucha para que “dejen de ser campana de palo las razones” de las mayorías, son BANDERAS DE LA ÉTICA que ningún explotador o corrupto podrán encerrar o silenciar cuando un Pueblo entero las hace suyas, según nos dijeran a millones, Perón y Evita.

Con el saludo más cordial, me reitero solidariamente su servidor, para que ¡NUNCA DEJE DE PENSAR Y DECIR COMO LO HACE!

Desde Neuquén, Negro – Antonio Angel – Coria. 7.VIII.2013