Renovación discursiva: 30 años no es nada, 36 tampoco! ● Agrupación Integración Militante UCR

Este año se cumplieron dos décadas desde que el Senador Miguel Pichetto ingresó como representante en el Congreso de la Nación. Su desempeño como operador del menemismo le permitió consolidar los primeros diez años en el parlamento y además gestar los resortes para lo que sería su segunda década, primero con Cristina y después con Néstor.

Más allá de las privatizaciones, de la “corte automática”, de su supervivencia ante la crisis del 2001, de la resolución 125, de la falta de una política de coparticipación clara en beneficio de nuestra provincia y de su flexibidad ideológica, queremos remarcar la falta de renovación en los grandes partidos (con o sin elección mediante).

Sabemos que la legitimidad de origen (el voto) es un buen fundamento a la hora de defender estas críticas, pero también tenemos en claro que son los partidos quienes eligen sus representantes y los presentan como candidatos ante la sociedad.

Hoy, en un contexto nacional y provincial, en el que se habla de renovación y de la participación de la Juventud, el modelo nacional impone como candidato a un hombre que desde hace 30 años vive directamente del Estado. El primero Concejal de Sierra Grande, luego Intendente y después dos veces legislador provincial tiene hoy la suerte de ser elegido (nuevamente) por la estructura partidaria para ser candidato a Senador y estirar su permanencia en el sector público a unos 36 años.

Acá no hay diferencia de criterios. Tanto el menemismo neoliberal como el modelo “nacional y popular” designan con el mismo método a su representante provincial (cuando en realidad debiera ser la provincia ¿o no?).

Recordemos que uno de los pilares de la campaña justicialista de Soria en el 2011 fue terminar con los 28 años del radicalismo. A la luz de los hechos, la ciudadanía confió en el discurso. Sin embargo, lo que se olvidaron de decirle, fue que los que llegarían al gobierno y ocuparían esos lugares (con ostentosos salarios) iban a ser quienes estuvieron todos esos 28 años refugiados (casualmente) en cargos públicos, cobrando del Estado.

Hoy, en vez de abrir el juego a las nuevas generaciones y materializar la renovación, solo siguen reproduciendo prácticas de la “casta política” acomodada. Por supuesto que ya no estamos en el siglo XV, pero evidentemente los apellidos y las clases sociales siguen pesando a la hora de definir espacios de poder (en este caso, candidaturas).

Algo similar sucede en nuestro partido, también reconocemos y cuestionamos los vicios radicales. La única diferencia es que los peronistas (?) que criticaban nuestro gobierno, ahora tienen la obligación de cumplir sus promesas y de condecir su discurso de renovación con las hechos concretos, y efectivamente, no lo están haciendo.

Desafiamos a las organizaciones juveniles del peronismo a que opinen lo contrario, a que con una mano en el corazón nos digan cuánto les cuesta llevar esos candidatos y defender una propuesta electoral que se realiza de la misma manera desde hace 30 años.

Agrup. Integración Militante