Políticos rionegrinos: una esfinge sin enigmas ● Jorge Castañeda

Los políticos rionegrinos -no todos porque nunca es bueno generalizar y hay grandes excepciones- son una esfinge sin enigmas. A pesar de lo que no dicen sobre sus verdaderas intenciones y su forma de pensar, con tantos años de persistencia fatigando a la militancia política de sus propios partidos y a los ciudadanos en general, son más claros que el agua, porque su pasado los revela de cuerpo entero.
Cuando están de candidatos sólo se refieren a banalidades sin importancia, chicanas mediáticas y bastardas a sus adversarios, reiteraciones hasta el hartazgo de los errores de las gestiones anteriores y empeñándose en librar una lucha sin cuartel para seguir perpetuándose en la pingüe pitanza de los cargos públicos. Hay trayectorias (y eso hay que decirlo) que desde la recuperación de la democracia hace ya treinta años viven de la política y se han convertido en verdaderos “profesionales” de la misma, ya sea como funcionarios, como legisladores, como asesores, como empleados partidarios y a veces hasta cambiándose la camiseta para lograr sus fines. Poco le interesan sus ideas, la pertenencia a un partido político, el bienestar del pueblo o el desarrollo de la provincia porque son aparceros económicos de sí mismos y de sus familias.
A pesar que en esta campaña con miras a las PASO nada digan de lo que piensan hacer al llegar al Congreso, al ser los mismos actores de siempre (el sindicato de los viejos políticos, por más jóvenes que sean algunos) son una esfinge sin enigma, porque ya los conocemos de antes. Y algunos que por primera vez sin tener ni experiencia ni militancia son subidos al carro de una sigla que creen superadora pero que tolera cualquier componenda, por la idiosincrasia del entorno del que proceden son más de lo mismo.
Lo que estos buenos muchachos no entienden es que la gente común, la buena gente de los pueblos y de los parajes está harta de más de lo mismo. ¿Hasta cuándo esto de caer velozmente por las localidades y por algunas horas, cuantas menos sean mejor, para como dice la canción “elogiar divisas ya desmerecidas y hacer promesas que nunca cumplieron”?
Se creen que al compás de las marchitas partidarias se pueden empapar de la mística que alguna vez fue emblemática en la historia de los partidos que dicen representar. ¿Hasta cuándo estos modernos Catilina de la política vernácula agotarán nuestra paciencia, como decía Marco Tulio Ciceròn?
Se creen que haciendo silencio sobre los grandes temas nacionales que afectan a nuestra provincia como el de la minería, de la coparticipación a las provincias, de los recursos energéticos, de la seguridad, de la fruticultura o de la ganadería que en la región sur se encuentra en una etapa terminal, quedan como Gardel en el cuadro, pero no hace falta ser un zahorí para adivinar lo que luego harán, levantando las manos conforme sea la ocasión. Porque así han obrado en el pasado reciente. Y esa película los rionegrinos ya la vimos Hay que dejarlos perorar porque como dice el refrán “dime de que blasonas y te diré de que careces”.
Y menos todavía quieren tomar partida sobre otros temas no por tan estratégicos menos importantes como el impuesto a las ganancias, el aborto, la política de importaciones, el rol de los medios. Pero a pesar que no lo dicen son más transparentes que el licenciado Vidriera de Miguel de Cervantes. Harán lo que su conveniencia personal o las órdenes del poder supremo les mande al buen ucase de los zares rusos, porque así lo han demostrado en el pasado.
¿Habrá solución para los problemas rionegrinos? ¿Tendremos algún día políticos nuevos, capaces, probos, confiables y coherentes? ¿Se recuperarán las doctrinas nacionales que antaño dieron hombres descollantes y fueron la matriz de tiempos de verdadero esplendor político? ¿Dónde ha quedado la fragua que formó a aquellos grandes dirigentes del pasado, que hoy ante tanto dislate ni siquiera se los recuerda? ¿Será que los liliputienses pueden atar al gigante?
Pueda ser que la militancia despierte y que a través de las redes sociales los dirigentes escuchen la voz del pueblo que dicen servir.
Solo con nuevas conductas, con verdadera vocación ciudadana, con plena participación en los partidos políticos será posible construir los paradigmas de un tiempo nuevo y terminar con las viejas esfinges que ya nada pueden decirle a nadie. Porque hay que cambiar y aún estamos a tiempo.

Jorge Castañeda
Valcheta –