No se trata de durar y transcurrir ● ADN

babel

Hurgar en las entrañas del gobierno del Frente para la Victoria para encontrar el núcleo duro de ideas, su ideología y el decálogo de pensamientos, es una ardua tarea. Ímproba no por lo fatigosa, sino por desconcertante y contradictoria. Al término de la faena queda al desnudo la grave carencia de su propia esencia, que termina por explicar el perfil de la actual administración provincial.

 
Si del justicialismo se trata, principal partido de la coalición gobernante, muchos de sus dirigentes, funcionarios y legisladores tendrían que revisar sus definiciones cuando desde el gobierno hablan de peronismo y releer la historia del movimiento que fundaron Juan Perón y Eva Perón hace 68 años.

 
A mucha dirigencia justicialista rionegrina le cabe -como traje a medida- el sultanato menemista. Miguel Pichetto -junto a Víctor Sodero Nievas y un grupo de dirigentes- fue el principal referente del riojano en Río Negro en la interna frente a la Renovación Peronista, de Antonio Cafiero. Carlos Soria, a su vez, fue pieza importante en el Congreso de la década perdida. Ambos mutaron luego hacia Eduardo Duhalde y de esto tiene mucho el PJ provincial, que adhirió luego al kirchnerismo por imperio de las circunstancias

 
El justicialismo en el gobierno es Babel. Todos quieren construir la torre que los lleve al cielo, pero se interrelacionan con lenguajes desconocidas.

 
Muchos se referencian en el modelo neoliberal y se observa en las conductas de algunos jóvenes funcionarios que se autotitulan “soristas”. Otros acompañan al gobierno con años de historia y lucha, con poco espacio para reivindicar ese pasado.

 
En la mirada hacia el Frente Grande, el socio menor, la realidad quizás sea más dura. Este movimiento político nació del Grupo de los 8, que rompen con el peronismo, en 1989, a raíz de los indultos de Menem y las políticas liberales del gobierno.

 
De este nucleamiento, integrado por Chacho Álvarez, Germán Abdala, “el Conde” Ramos, Juan Pablo Cafiero, entre otros, nace el Frente Grande, junto con Pino Solanas y Graciela Fernández Meijide y también da vida a la CTA.

 
¿Cómo se traduce esta historia en el FpV? Aquí comienza el desconcierto. No se encuentra en la lectura de los discursos oficiales una definición ideológica clara que marque el derrotero del gobierno. No se conoce ni se explicita cuál es el proyecto de provincia que propone el Frente para la Victoria. La coyuntura no deja ver el futuro. Los ministros no hablan de política. Todo se remite al día a día.

 
En un año y cinco meses de gobierno nunca se presentaron propuestas de estrategias para el crecimiento económico ni planes de desarrollo. Toda la atención está en la caja, donde no se mide al gasto social como una inversión y todo se limita al ajuste del Estado. Poco y nada de peronismo y de Frente Grande: mucho de liberalismo.

 
El desarrollo productivo provincial está ausente. En Río Negro no hay sólo empresarios de peras y manzanas. Existe la pesca, el turismo, la minería, la horticultura, la lana, la necesidad de impulsar nuevas áreas bajo riego, proyectos energéticos y de comunicación, entre otros.

 
Las políticas públicas en salud nada tienen que ver con las propuestas peronistas. El nombre de Ramón Carrillo sólo sirve para denominar el hospital de Bariloche y nadie recuerda aquel plan de salud de Mario Franco.

 
Los planes sociales, la obra pública y las inversiones del Estado dependen del gobierno nacional y del éxito que se logre en la benevolencia de Julio De Vido.

 
El Frente para la Victoria en Río Negro carece de personalidad. Hay apego neoliberal, carencia de política y discusión ideológica, magro en ideas fuerzas convocantes para el conjunto de los rionegrinos y mucho de comodidad, suculentos sueldos y elevado gasto de funcionamiento en los cuadros de conducción de la administración: alquileres, viáticos, autos, traslados en avión y otros. Aumento automático de megasueldos.La austeridad y el compromiso militante quedaron en hermosas frases de la campaña electoral.

 
El gobierno piensa que el petróleo todo lo soluciona. Río Negro no es Neuquén en cuanto a las reservas de este recurso no renovable y pensar el futuro es diseñar un proyecto rionegrino a cincuenta años. Es aquí donde no se encuentra ese núcleo de ideas necesarias que se definen desde la ideología, que contiene el compendio que guía el accionar diario de los funcionarios.

 
No hay planificación y ante el nuevo slogan oficial “en cada lugar siempre”, cabe preguntarse por su significado. Un slogan sin verbo, sin acción y carente de idea transformadora.

 
La cotidianeidad trata de disimular estas carencias. La lectura del propio presupuesto -donde la asignación de recursos y previsión del gasto no son neutros, sino que definen la propuesta del gobierno- valida esta afirmación.

 
Valga la referencia a tres ex gobernadores ausentes.

 
Edgardo Stéfano Nazario Castello, primer gobernador constitucional de Río Negro, fue el hacedor de esta provincia. Fiel a sus ideas desarrollistas pensó en el futuro de los rionegrinos, perfiló al Estado y no dudó en proyectos de envergadura que a través de los años darían impulso a la economía provincial.

 
Mario José Franco fue el continuador de estas ideas, impulsó los proyectos de riego, la producción primaria y planificó para las próximas generaciones.

 
Osvaldo Alvarez Guerrero, el primer gobernador de la restitución de la democracia. Propuso una nueva Constitución con participación del justicialismo, proscripto en el dictado de la carta magna de 1958, restituyó derechos sociales, puso en marcha un ambicioso plan de alfabetización, medidas de preservación del medio ambiente, el “Plan Democracia” de construcción de viviendas y proyectó políticas activas para la integración de la provincia.

 
En todos los casos bastó un solo mandato para pensar en grande.

 
La actual administración está en deuda con su propuesta de futuro para todos los rionegrinos. Lo peor que le podría pasar es sólo durar y transcurrir, que como dice la canción de Eladia Vázquez “no da derecho a presumir”.