Los descamisados de Perón ● Jorge Castañeda

El Justicialismo, al decir de su mismo creador, el General Juan Perón, tiene una mística particular que lo identifica, seguramente por ser ésta una característica propia de los grandes movimientos populares. Una serie de símbolos hablan por sí solos: La tradicional “marchita”, el “escudito peronista” hoy casi totalmente ausente en la solapa de las prendas de los actuales militantes, el término “grasitas” al que aludía la compañera Evita, la misma palabra “compañeros”, “deben ser los gorilas, deben ser”, los “cabecitas negras” que se lavaron las patas en las fuentes de la Plaza de Mayo en aquellas jornadas gloriosas de Octubre del 45, y hasta el peyorativo “aluvión Zoológico” de Sanmartino. El mismo general con sus frases, muchas propias y otras prestadas contribuyó a esa mística tan particular del peronismo.

Hoy nos interesa el término “descamisados”, definido con dos acepciones por el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua: Por una parte: “sin camisa” y por otra: “desharrapado, pobre, indigente”.

En sus conversaciones con Enrique Pavón Pereyra, Perón le dedica varios renglones a dicha palabra que se identificó totalmente con los militantes peronistas.

Ante la curiosidad de su biógrafo Perón se pregunta: “¿Qué eran los descamisados? Esencialmente los marginados, los desclasados, los desposeídos de Leandro Alem. Los grupos humanos cada vez más considerables que no tenían sitio en los esquemas del inmovilismo militar o derechista, que pugnaban por levantar su voz y ejercer su voto. En una oportunidad, el conde de Motrico me preguntó si conocía el hecho de que a los partidarios de Espartero, en la Barcelona progresista de 1840, les llamaban así: “descamisados”. Le manifesté que lo ignoraba. Pero en el “Martín Fierro”, en cambio había encontrado aquella estrofa que empieza “Yo no tenía ni camisa/ ni cosa que se parezca”. Y que describe perfectamente la pobreza extrema del gaucho. Lo que sí creo es que el origen del mote es peyorativo. Y que nos bautizaron como tales el día que los oligarcas descubrieron que nuestros seguidores más constantes andaban en camiseta”.

Con respecto a la acotación de Pavón Pereyra sobre que están los que afirman que el término es traducción de “sans-culottes” de la Revolución Francesa, Perón le responde que “esas ocurrencias no hacen mal a nadie”. Pero sí reconoce que él solía denominar a los franciscanos como los “descamisados” de la Iglesia. Y reconoce sus preferencias como las de Evita por la doctrina del “polvorello”, porque con solo practicar los adagios que incluyen las “Florecillas” se puede edificar una vida ejemplar”.

Sin embargo hurgando en la historia y en los libros de nuestra literatura hay otros antecedentes relacionados con los “descamisados” y su pertenencia política, no sin la condición peyorativa a la que aludía Perón.

Podemos destacar como una de las más ilustrativas los versos de Hilario Ascasubi, al fijarse en la arrumbada tropa entrerriana del Ejército Grande del general Justo José de Urquiza donde glosa que” entre tanto en los barriales/ de Palermo amontonan/ cuasi todos sin camisa/ estaban sus entrerrianos/ (como él dice) miserables/ comiendo terneros flacos/ y vendiendo las cacharpas”. Nada mejor ajustado para definir a aquellos primeros “descamisados” de nuestra historia: morochos, provincianos y pobres de toda condición y laya, pero que fueron los mismos que con el general José de San Martín dejaron muchos de ellos sus vidas defendiendo la libertad americana.

¿Algo habrá quedado hoy de aquellos “descamisados” de Perón y de Evita? ¿O como tantos otros símbolos de la mística peronista son solamente un recuerdo nostálgico del pasado?

Jorge Castañeda
Escritor – Valcheta