Elecciones primarias, valores primarios ● Rubén Torres

Se acaba de anunciar el cronograma de elecciones para las próximas legislativas nacionales y vale hacer una reflexión acerca de lo lejos que estamos de aquellos valores que fueron motivadores de espíritus inquietos y formadores de pensamientos políticos que al parecer ya no volverán.

Qué decir de la militancia, de las organizaciones partidarias o políticas. Qué decir del respeto de los pensamientos propios y de los ajenos, como pedestal insondable de una etapa donde la vida política y participativa de nuestro país parecía ser el mayor caudal social, capaz de sostener esa premisa que entonces era una realidad y hoy parece haber quedado atada exclusivamente a la inmediatez de lo discursivo. Me refiero a producir con la política, los cambios que la sociedad anhela, a partir de valorar los aspectos emergentes de la vida en común.

Al respecto, uno de los temas motivadores podría ser el de las agrupaciones partidarias, que en algunos casos han pasado de la evidencia material del compromiso de un grupo de militantes, buscando ahondar en los propios valores partidarios y por qué no, en los de la política en términos amplios, a la mera expresión de quienes siquiera logran identificarse con una idea y se atan al vaivén de las circunstancias por intereses ajenos a todo lo que alguna vez pudimos soñar.

De hecho, más allá de las distintas miradas que tenemos, imaginamos o suponemos, las agrupaciones eran de algún modo, la forma de contener a los jóvenes que iniciaban sus primeros pasos en la política, además de la identificación de un estilo en particular, representado por voluntades similares y desde luego, vocaciones afines.

Sin embargo no sería apropiado caer en un recuerdo melancólico, tras las exigencias cotidianas que nos imponen: hacernos cargo de lo que nos sucede, asumir los compromisos sociales de acuerdo a cada rol y compartir los anhelos en forma colectiva en la búsqueda del bien común. Pero, hacer un reconocimiento entre aquellos años y nuestros días, nos pone en alerta respecto de lo que podríamos proponernos como debate.

Cómo se presentarán las agrupaciones políticas de cara a las próximas elecciones, qué ideales regirán su accionar. Acudiremos a un escenario en el que encontraremos a militantes reunidos bajo un mismo ideal, bajo el compromiso de solidarizarse con ese bien común (tan necesario para nuestra sociedad) o descubriremos, por ejemplo, cientos de nuevos carteles que hablarán mucho de lo malo que es tal o cual candidato y poco, por no decir nada, de ideas, propuestas o formas para superar cada pesar de la cotidianeidad.

Encontraremos propuestas para generar trabajos específicos y eficientes, en territorio: conociendo, debatiendo, escuchando. O confrontaremos con la obsecuencia hacia políticos de turno que se valen de esas hermosas palabras: política – militancia – agrupaciones, para generar todavía más confrontaciones en ese “Boca y River”, por hacer una comparación, que nos ha llevado a la antítesis del ideal político, perdiendo todos esos valores que se imprimen en la conciencia de mejorar en el presente para vernos superados en el futuro.

Tendremos la oportunidad de valorar y reconocer a las agrupaciones políticas como el espacio para renovar el compromiso partidario; el ideal social, los sueños comunes o veremos más bien, una herramienta creada para denostar, desacreditar y esconder -detrás de un “nombre de fantasía”-, lo que algunos dirigentes no son capaces de enfrentar, por temor a las personas y sus reclamos.

En este rol que nos ocupa, poner en valor el debate sobre el quehacer en la política, parece substancial en el tiempo que nos toca. Por caso, es posible inferir sobre las diversas tecnologías que han invadido al terreno de la comunicación. Otro debate que también tendrá que darse en sociedad, a raíz de las modificaciones que se aprecian en el lenguaje y en los modos de comunicarnos. Ergo, sabemos que esos aspectos inciden de forma trascendental en el devenir de la política. Sin embargo, vale insistir en que no se trata de una mirada melancólica por lo que no pudimos hacer sino de una reflexión por lo que no deberíamos perder.

Mirar a la política, desde una ventana pequeña; usar un nombre para “fabricar” una agrupación a fin de desacreditar a alguien. Compartir la vida política dentro de un grupo que supone lo suyo como único y confronta no desde las ideas sino desde la competencia por quién grita más fuerte, es desconocer al exclusivo objeto que nos ocupa: las personas.

Los avances nos enfrentan a eventos deshumanizantes y es, acaso la política, lo único que podrá permitirnos recobrar esos valores que nos hacen libres y dignos.

En la provincia de Río Negro hemos vivido varios años de un proceder político que se ha posicionado en las antípodas del ideal común, priorizando intereses particulares por encima de los sueños colectivos. Cada oportunidad electoral que la democracia nos regala, es también el momento para reflexionar acerca de lo que somos capaces de hacer a fin de fortalecer todos los lazos que nos permiten mejorar lo que nos brindarnos desde la política.

Las agrupaciones, son en definitiva, un espacio más de los tantos que podemos construir. El partido Justicialista (mi partido), ha sido generoso en la creación de estas estructuras que durante años han contribuido al debate y al fortalecimiento de nuestros principios. Pero no se puede desconocer el trabajo que en ese sentido han generado otras organizaciones partidarias.

No obstante, en todos los espacios, se observa la necesidad de revalorizar, de dar nuevos significados y de sostener a esos momentos que funcionan como el motor de unidad de aquellos que todavía confiamos en la política.

En estas elecciones, proliferarán nuevos espacios y expresiones y en hora buena que así suceda. Sabemos que podrá haber candidatos indiscutidos, por trayectoria, compromiso, por relación con el pueblo. Pero también sabemos que en otros primará el aporte de agrupaciones locales, provinciales o nacionales, que ostentan un acompañamiento masivo y que en realidad en la práctica, se aprecia que están carentes voluntades y de respaldo representativo porque sólo pueden mostrar a dos o tres personas que agitan una bandera.

Está claro que lo importante no es el número, siempre que por sobre ese número se mantengan los principios y esos valores que hacen a la esencia en la política.

Rubén Torres, legislador por circuito Andino (El Bolsón), Río Negro.