El peronismo no es de nadie ● Jorge Castañeda

Los proyectos personalistas o de sector siempre han fallado en la construcción de los grandes movimientos nacionales. Desaparecidos o derrotados en las urnas quienes los han alentado pasado el tiempo no queda nada, ni siquiera un recuerdo nostálgico. Y eso es así porque la política y en especial la historia son dinámicas y su transcurso inexorable.
Muchos desde la misma génesis del peronismo han soñado con apoderarse de su mística, de sus estructuras y de su doctrina formando líneas internas y otras engañifas liberales, pero lo cierto es que al poco tiempo se desvanecen como flores marchitas.
Muchos dirigentes ya gastados y remisos a permitir un verdadero trasvasamiento generacional se empeñan desde hace más de treinta años en posicionarse en las listas electorales (a veces creando conforme a sus apetencias internas feroces y disputas agrias) y en los cargos públicos como dueños absolutos del Partido. Y la gente tiene razón: “son las mismas caras de siempre”, verdaderos mariscales de todas las derrotas que se ufanan de entrar generalmente por la minoría, olvidándose del pueblo al cual dicen servir.
Ismos hay uno solo: Justicialismo. El que creó la visión magistral de Perón y abrió para los habitantes invisibles de un país traspasado por injusticias de toda clase las esclusas de la historia. Los demás “ismos” son divisas desmerecidas con que se creen que pueden engañar para siempre a la ciudadanía. Están equivocados. La historia y el tiempo terminan con sus “ismos” y a veces lamentosamente. Lo grave es que se perpetúan en los cargos a la mejor manera de los viejos señores feudales, creando el descontento entre la gente y haciendo perder las elecciones, que es el objetivo primario para transformar las estructuras de una provincia y de un país.
Esos mismos de siempre se creen dueños absolutos del Partido y en realidad a la luz de los acontecimientos dan lástima.
“En el peronismo todos somos artífices del destino común, pero nadie instrumento de la ambición de nadie. Esta afirmación constituye la base fundamental de nuestra conducta. El peronismo no es de nadie, porque pertenece a todos los peronistas que lo formamos y defendemos. Dentro de él tenemos las mismas obligaciones y los mismos derechos, pero nadie que no cumpla bien con los primeros, puede invocar los segundos”.
De esa forma el general Juan Perón en cinco renglones ponía los puntos a todos estos dirigentes avivados que alguna vez intentaron hacerse dueños de un Movimiento que debiera ser de todos y para todos.
Ignoran que el ciudadano común que lo observa minuciosamente al ver sus conductas erráticas termina por perder la fe en ellos y en la política. No se dan cuenta que están hartos de tanto manoseo y subestimación. Nadie puede considerarse imprescindible para desempeñar un cargo, ni estos en una democracia son a perpetuidad. A lo largo terminan por agotar la paciencia de los pueblos.
“Y los pueblos sin esperanza terminan por perder la fe; y cuando pierde la fe en un país, no puede predecirse a ciencia cierta cuál será su porvenir. Es necesario reaccionar contra la debilidad, la cobardía y la indiferencia. Cada uno ha de defender su puesto en la vida, y el que no sepa hacerlo será juguete de un destino que no podrá serle nunca grato ni honroso. El país vive horas de lucha. Vivimos tiempos para hombres guapos, no para cobardes. Cada uno ha de defender sus derechos si es ciudadano libre. Lo primero es sentirse libre; y lo segundo defender la libertad por todos los medios”.
Otra vez la visión doctrinaria de Perón advirtiendo sobre los riesgos que por la mala conducta de la dirigencia el pueblo termina perdiendo la fe en ellos, en la política y los más grave en el país.
No se pueden ostentar conductas bartoleras como decía Jauretche. Si en algo tenemos que ser consecuentes en la doctrina que Perón nos dejara. Así nadie será engañado por nadie y será posible construir una provincia y un país mejor.

Jorge Castañeda
Escritor – Valcheta