¿Quién de ustedes alguna vez vio un dólar? ● Enrique Minetti

Desde los medios masivos de comunicación parece no haber otra noticia digna de ser comunicada -excepción hecha de la papamanía surgida a partir de la elección del religioso argentino- que la suba del dólar ilegal (designado con el eufemismo de paralelo, blue, entre otros).

Cabe preguntarse, en primer lugar ¿porqué sube ese dólar ilegal, quién le pone el precio?

La respuesta no debemos buscarla en una cuestión relatada estrictamente en términos económicos. Esto es: producción de bienes y servicios, emisión monetaria, balanza comercial, importaciones, exportaciones, sustitución de importaciones, índices de precios y tantos otros parámetros tanto micro como macro económicos. Sin duda, tal súbito incremento de la moneda norteamericana no guarda relación alguna con la economía. Es, entonces, una cuestión que obedece, en su casi totalidad, a la más cruda especulación. En términos poco académicos y como la llaman en mi barrio: timba.

Es obvio que no hay un mercado formal que sea monitoreado por un Ente más o menos serio que posea algún rigor científico/económico, como así tampoco existe un cierre de operaciones del mercado cambiario ilegal. De manera tal que el precio es “puesto” o mejor dicho “impuesto” antojadizamente en las llamadas “cuevas” donde el referido dólar se comercializa.

Los especialistas -entre los que no me cuento- afirman que la cotización de este dólar incide en menos de un 4% de la economía real del país.

Y lo más grave aún es que todo sucede por obra y gracia del poder económico concentrado en diez manzanas alrededor de la city porteña.

Es decir que, un reducidísimo grupo de especuladores porteños, con vaya uno a saber qué clase de intenciones, aunque pueda sospecharlas, fija la agenda de 40 millones de argentinos.

Obviamente, los grupos hegemónicos mediáticos difunden, expanden y replican hasta el hartazgo la “nefasta” noticia. La que es divulgada en origen por los principales medios y luego recogida y voceada por todos los medios escritos, orales y televisivos del país entero a toda hora en hogares, bares, hoteles, estaciones de servicio, comercios y lugares públicos y privados en cada rincón del país; intentando hacernos creer -y lográndolo en muchos casos- que se trata de una grave “cuestión nacional”.

¿En cuánto habrá incidido en la suba del dólar ilegal el trabajador de la fruticultura del Alto Valle rionegrino, la pesca artesanal de SAO, el salario de los empleados públicos rionegrinos, la lucha de los maestros de la Pcia. de Buenos Aires,  el aumento del subte en la Capital Federal, el trabajo de los yerbateros de Misiones, de los campesinos del litoral, del trabajador industrial o el incremento de la construcción, o de la venta de autos? Por poner sólo algunos ejemplos aislados.

Todos los argentinos del país real, desde Ushuaia a La Quiaca y desde el Océano Atlántico hasta la cordillera de Los Andes -ex profeso no utilizo el término “interior” del país, el cual rechazo- cobramos nuestros haberes, honorarios y todo tipo de estipendios; pagamos los impuestos, compramos el pan, la carne, el vino, la leche, el taxi, el colectivo, los alquileres, el dentista en pesos argentinos.

En mi opinión, la brutal interrupción de gobiernos elegidos democráticamente por el pueblo, de distintos signos políticos, durante el Siglo XX a través de seis golpes militares que impusieron catorce dictadores más la infame década de los 90 con sus secuelas de desnacionalización, desindustrialización y endeudamiento externo, mucho han contribuido a la pérdida del apego de los argentinos a su signo monetario y el endiosamiento de la moneda de los EEUU.

¿Hasta cuándo cuatro vivos porteños nos van a seguir marcando la cancha en éste como en tantísimos otros temas que atañen a la totalidad del país?

Sin duda, la cuestión de un federalismo real es un debate y una conducta que la clase política argentina nos debe.

Sin dejar de reconocer como una legítima preocupación de algunos argentinos el qué hacer con sus legítimos ahorros, cuestión que debe necesariamente ser encarada y resuelta por el Gobierno, es cierto también que la principal preocupación de la inmensa mayoría de los argentinos no es qué hacer con lo que les sobra, sino, cómo hacer con lo que no tienen, con lo que les falta, cómo llegar a fin de mes.

¿No merecería esta circunstancia, al menos la misma atención que se le dispensa a la cuestión del dólar ilegal?

¿Si es razonable ocuparse de aquéllos que gozan de un excedente de sus legítimos ingresos, no lo es también y en mayor medida -por una cuestión de solidaridad y de estricta justicia- ocuparse de aquéllos a los que no les alcanza, o peor aún, que carecen de ingresos?

De ahí el título de esta nota. En una oportunidad histórica en la que también se especulaba fuertemente con la suba del dólar, el Presidente Perón preguntó: “Tanto que se habla del dólar ¿quién de Ustedes alguna vez vio un dólar?”. La multitud que escuchaba, integrada mayoritariamente por trabajadores, contestó con un estruendoso silencio.

 

 

Enrique C. Minetti