El peronismo es otra cosa ● Jorge Castañeda

Supo decir oportunamente el General Perón que “El único temor que me invade en cuanto a la futura suerte del Movimiento es la posibilidad de que los corrompidos y los malhechores prevalezcan en su evolución, pretendiendo imponer planes ajenos, cuando no contrarios, a la inspiración orgánica que emana de nuestros principios justicialistas”.

Esos viejos postulados doctrinarios que marcaron a sangre y fuego la historia del peronismo y que hoy parecen haber sido arrojados al desván de las cosas inútiles por una dirigencia que en vez de conducir eligió por instalarse en el tiempo graduándose en la profesión de “políticos” para mantenerse en sus cargo burocráticos a cualquier precio y resignando todas las banderas de lucha.

Son los que nunca entendieron nada. El peronismo otra cosa: Es lo que las veinte verdades y la doctrina declaran, una mística, una organización, un  programa, una conducción. No es el apego a los cargos públicos. No es servirse impunemente de los recursos del Estado. No es bajar la cabeza ante el poder central, no es mandar ni marginar, no es desvirtuar el mandato que el pueblo les ha dado.

Porque en el peronismo de  Río Negro faltan  estadistas y sobran caudillos se produce este desbarajuste donde las mismas caras de siempre protagonizan sus rencillas de entre casa olvidándose que son quienes deben gobernar.  “El caudillo improvisa, mientras que el conductor planea y ejecuta; el caudillo anda entre las cosas creadas por los otros, el conductor crea cosas nuevas; el caudillo produce hechos circunstanciales, mientras que el conductor los produce permanentemente; el caudillo destruye su acción cuando muere, la del conductor sobrevive en lo que organiza y pone en marcha. Por eso el caudillo actúa inorgánicamente y el conductor organiza, venciendo el tiempo y perdurando en sus propias acciones. El caudillismo es un oficio y la conducción es un arte”.

Hoy vemos con estupor ya pasado más de un año en el gobierno de la provincia que aún el peronismo no atina a tomar el timón y seguir el rumbo que nos permita transformar los límites de la desesperanza, ordenar los diferentes perfiles provinciales, potenciar las posibilidades que tenemos; que es en síntesis lo que se debe hacer: Poner en pie a la provincia de Río Negro.

Y eso pasa porque los pícaros de siempre quieren confundir a la ciudadanía creyendo que la provincia es un bien mostrenco que se ofrece al mejor postor. No. El peronismo es otra cosa.

Para ser peronista como Dios manda se debe tener valor. Valor para imponer sus verdades, para sacar el bastón de mariscal e imponerse en los momentos aciagos donde la desvergüenza camina por las calles como en la letra del tango Cambalache. Valor para asumir que es el heredero de una doctrina que cambió la historia del país y que dejó una impronta social y humana sin precedentes. Porque el valor –al decir de Perón- no es otra cosa que el triunfo de la vergüenza sobre el miedo”.

El peronismo no es la arena para la lucha agonal de las  disputas minúsculas de sus dirigentes por su pequeño pero pingue espacio de poder, donde las hojas tapan al árbol y al bosque, ni tampoco ninguno que se precie de algún liderazgo aunque sea de los mayores rangos de la nación debe arbitrar en esas lucha de entre patio para dirimir conforme a sus conveniencias de palacio.

El peronismo es otra cosa porque sus dirigentes –que deberían ser ungidos por el pueblo- “deberían estar ajenos por completo a los pleitos de aldea, que no los deberían tener de parte interesada por más empeño que pongan en ello los hombres de espíritu pequeño.” Perón dixit.

Así los vemos adocenados, hablando por los medios y para la gilada sus verdades de Perogrullo, denostando a otros compañeros que no piensan o actúan como ellos, creando alrededor de su nombre un culto a la personalidad desmedido y fuera de lugar y olvidando actuar para el bien del conjunto, donde hay personas de carne y hueso esperando las respuestas a sus muchas necesidades. Pero se olvidan que “quién se dedica a la conducción debe ser profundamente humanista, para poder unir lo teórico a lo real y lo ideal a lo empírico”.

Ese es el peronismo de Perón, el verdadero peronismo: dirigentes sensibles y a la altura de la circunstancias porque “los que operan sobre mentiras no alcanzan a conformar ni una verdad a medias”. Por eso ya casi nadie les cree.

 

Jorge Castañeda

Escritor – Valcheta