Militancia, lealtad y ruptura ● ADN

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El 17 de noviembre de 1972 amaneció con cielo encapotado y lluvioso. Miles de peronistas marchaban hacia el aeropuerto internacional de Ezeiza, que había sido tomado por fuerzas militares al igual que toda su periferia. Comenzaba una nueva etapa en el país y Juan Domingo Perón regresaba al país  tras 17 años de exilio.

La fecha marcó a fuego las efemérides del justicialismo y se convirtió en el Día de la Militancia, incorporándose a la frondosa liturgia peronista sensible al recuerdo de su historia.

Precisamente este homenaje a la militancia dio motivo, el viernes, a un encuentro del justicialismo, en Viedma, donde el presidente del PJ Miguel Pichetto, aprovechó la  tribuna partidaria para marcar diferencias –una vez más- con la conducción del gobierno provincial. Reiteró aquello de “filo y contrafilo” y para no hacer tan elocuente su oposición dejó abierta la puerta para retornar al diálogo, posibilidad en la que sinceramente pocos creen comenzando por los principales protagonistas de esta disputa.

Para no dejar dudas Pichetto “bajó línea” y el destinatario de sus palabras fue Alberto Weretilneck. Aclaró: “no le tengo miedo a nada” y arengó que “alguna vez el peronismo tiene que gobernar Río Negro”, aludió a quienes lo traicionaron y pidió que el gobierno que “deje de perseguir compañeros”.

No hay margen a equívocos y el devaluado llamado a la unidad pierde toda valoración frente a la contundencia de las palabras del jefe del partido justicialista y al accionar diario de su sector interno representado institucionalmente por el Bloque de legisladores Eva Perón.

En este contexto habrá que ver como se mueven las piezas de cara a las elecciones nacionales del año próximo. ¿Llegará un inequívoco apoyo del kirchnerismo a Pichetto? ¿Habrá espacio para otro postulante?

A juzgar por el escenario político que ofrece el gobierno y el PJ, resulta difícil soslayar la ruptura y se preanuncia un 2013 convulsionado que se agitará aún más si las contradicciones internas se profundizan.

Los intereses de cada extremo de esta ecuación son antagónicos y se contradicen día a día.

El senador, en campaña por su reelección, utiliza el slogan “Pichetto es Río Negro”, buscando la identificación plena de los rionegrinos a su gestión y evitando toda mención al gobierno.

Desconoce al FpV en la provincia, en tanto coalición gobernante, y a la vez reivindica las obras del gobierno nacional en el territorio y se adjudica la paternidad de la gestión.

Enfatiza en que el peronismo no gobierna en Río Negro y se ofrece de oficio como futuro candidato para gobernar la provincia.

El gobierno se mantiene al margen y prefiere el silencio. Hace oídos sordos a tantas críticas aún cuando ellas emanan del PJ y desde una docena de legisladores y algunos  intendentes.

La semana pasada Carlos Peralta fue el centro de las críticas del bloque Eva Perón, algunas desafortunadas cuando refieren a la enfermedad del titular de la Legislatura, pero a la vez no son muchas  las voces que se levantan en su defensa.

Se percibe la carencia de homogeneidad, falta espíritu de cuerpo y muchas veces resulta difícil comprender si las expresiones públicas son a título personal o representan la voz del gobierno.

Sucedió con las declaraciones del ministro de Gobierno Luis Di Giácomo, que lesionaron al gobierno, cuando denostó a la fiscal de Cámara en el juicio por la muerte de Carlos Soria. No hay criterio, aunque hay que rescatar que por lo menos dijo que se equivocó.

Lo mismo sucede con el intendente de General Roca, cuando arremete contra la Justicia. No existe un vocero calificado de Alberto Weretilneck que opere en cada situación de riesgo y entonces el gobernador queda desprotegido y se suman errores que luego se pagarán en las urnas.

Un ejemplo, cuando surgieron los primeros rumores sobre dificultades para pagar sueldos y el aguinaldo de fin de año, quien tuvo que salir a ofrecer tranquilidad fue el propio gobernador.

A la par seguirán las renuncias y los cambios. Luis Ramaciotti, secretario Legislativo se retira de un  parlamento socavado por las internas y plagado de bajezas. Su puesto será ocupado por Nicolás Rochás,  cuestionado por la falsificación de firmas del ex gobernador Carlos Soria, errores en los decretos y  con trato prepotente hacia quienes “no son del palo”, en definitiva otro funcionario que deja el Ejecutivo sin pena ni gloria, para tranquilidad de la gestión de W y para la intranquilidad de Peralta.

Tampoco asumirá en Vialidad César del Valle, un funcionario roquense también cuestionado (y denunciado)  durante su gestión al frente de Obras Públicas, que no llegó a asumir la plenitud de sus funciones en su nuevo cargo, donde trascendió también una acusación de persecución y acoso.

En este orden no pasó inadvertida la información sobre una denuncia por acoso y violencia de género que tiene como protagonista a Guillermo León, también roquense y ex funcionario de Obras Públicas.

Un hecho que se suma a la denuncia que avanza en la Justicia contra Marcelo Ponzone, otra que se investigó en Horizonte y algunas que trascendieron sin ser denunciadas.

Además de la Justicia, pareciera que se hace necesaria la intervención de algún analista o sexólogo para estudiar las conductas de funcionarios, arrogantes, maltratadores o ávidos de aventuras.

El panorama político provincial tiene un nuevo condimento que surge de la alianza entre el PPR y el PRO. Más allá de algunas críticas lo cierto es que se suma un nuevo espacio electoral en el Distrito Río Negro con referencia directa al Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

También el Frente Amplio Popular presentó a su dirigencia en Río Negro. Estas nuevas ofertas que se suman al ARI, de Magdalena Odarda, podrían generar una dispersión en el votante – especialmente en las elecciones legislativas –  modificando el mosaico electoral e influyendo tanto en lo que se denomina el voto bronca como el oficialista.

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