Liberaron en Sierra Pailemán cuatro ejemplares de cóndores andinos

[slideshow]Sierra Pailemán.- El pasado viernes 2 de noviembre, en el marco del proyecto «El Regreso del Cóndor al Mar», fueron liberados en Sierra Pailemán cuatro  ejemplares de cóndor andino. El equipo de Comunicación de Gobierno compartió tres días de actividad y distribuyó la crónica de la suelta:

Un paso más hacia el cumplimiento de ese sueño que el cóndor vuelva a ser el señor de los cielos en la zona de la costa rionegrina. Eso es lo que significa cada suelta de cóndores andinos en Sierra Paileman en forma ininterrumpida año a año.

Lo que a simple vista puede aparecer a los ojos de muchos como una simple actividad conservacionista de la especie, es en realidad el resultado de la mezcla perfecta entre la ecología, el misticismo, la cultura y la religión de los pueblos originarios que durante miles de años adoraron al cóndor como el ave sagrada por excelencia.

Esto lo demuestran las más de 1500 personas que el día de la suelta se acercaron a la Sierra Paileman, ubicada a unos 250 kilómetros de Viedma, la Capital de la Provincia de Río Negro, para participar de la ceremonia de suelta de los cuatro ejemplar es que ya se encuentran sobrevolando la zona luego de haber estado en cautiverio, ya sea por haber sido rescatados en su hábitat natural, o por haber nacido en cautiverio en distintos zoológicos de nuestro país.

Es una tarea compartida entre el Zoológico de Buenos Aires, la Fundación Bioandina Argentina, distintas instituciones del mundo, con el acompañamiento de la Dirección de Fauna de Río Negro, la Secretaría de Medio Ambiente de la Provincia y también las escuelas a través de la incorporación del programa como proyecto educativo institucional.

En esta onceava suelta de ejemplares en Sierra Paileman, realizada una vez más por el equipo del zoológico de Buenos Aires y la Fundación Bioandina, con el acompañamiento de numerosas instituciones públicas y privadas de nuestro país y el mundo, fueron puestos en libertad Eluney Wenu (Regalo del Cielo), rescatada en San Luis; Purace (Apu sagrado de Colombia), rescatado en Río Negro; Quimey (Hermosa); hembra juvenil criada en cautiverio por sus padres en la reserva natural de Quebrada de los Cóndores en La Rioja; y Suyuariq (esperanza del tiempo venidero), macho juvenil nacido por incubación en el Zoo de Buenos Aires.

No es un día más. Este viernes 2 de noviembre de 2012 es un verdadero día de fiesta para ese más de millar y medio de corazones que se acercan a participar de la liberación. Se ve en el entusiasmo que reflejan los rostros de los casi 500 alumnos de escuelas de distintas localidades de Río Negro, grandes y pequeñas, que en algunos casos han recorrido cientos de kilómetros para estar presentes en el lugar.

Se ve reflejado también en el compromiso de toda esa gente que ha recorrido cientos y también miles de kilómetros de rutas y caminos muy difíciles para estar presentes en este momento casi mágico. Gente que ha llegado de Brasil, Uruguay, o bien de lugares de Argentina muy distantes como Córdoba, Buenos Aires, San Luis, por citar sólo algunos casos, para compartir sólo algunas horas y después volver a sus lugares de origen con el alma mucho más llena.

Este espíritu se ve también en la actitud de Noemí, una señora proveniente de Cipolletti (Río Negro), que con sus 82 años a cuestas decide recorrer a pie ida y vuelta los 5 kilómetros que separan al lugar de liberación de la estancia de la familia Botana, donde se conformó la base, rechazando la oferta de ser trasladada en uno de los pocos vehículos encargados de unir ese trayecto, en una jornada muy calurosa que luego deja sus huellas.

Es que dejó de ser una mera actividad conservacionista para transformarse en una suerte de filosofía de vida. La vuelta del cóndor al mar refleja también el regreso a los valores y a la mancomunión del humano con la madre naturaleza y al respeto por la tierra, como lo hacían hace cientos de años los pueblos originarios.

El respeto por cada animal, por cada planta, por el agua que escasea, por el humano, todos como hermanos hijos de la madre tierra, la Pachamama es lo que se inculca a partir de esta actividad. Y es precisamente esa la semilla que está naciendo en cada vez más corazones.

Es por eso que las culturas originarias tienen un rol fundamental en la ceremonia de liberación. En principio, con el encendido del fuego sagrado por parte de los ancianos mapuches, como “dueños de casa” o de la tierra en que se realiza la suelta, para luego seguir con la ceremonia realizada año a año por el Tayta ULLPU (anciano sabio) quechua, una de las culturas que más rescataron la figura del cóndor como ave sagrada.

Luego de llegar al pie de la Sierra Pailemán en pequeños grupos de unas 30 personas, los presentes se congregan en círculo respetando lo que será la ceremonia de los pueblos originarios encabezada por los líderes mapuches y el Tayta.

De pronto, la madre naturaleza da una señal. Cuando el calor comenzaba a hacerse insoportable en horas del mediodía con un cielo totalmente limpio, inesperadamente aparecen las nubes que amortiguan el impacto del sol.

En tanto, a diferencia del día anterior, cuando las aves del lugar, incluido Alcaman, un cóndor liberado hace 8 años y que regresó desde la Cordillera para cortejar a Wichi (también liberada)  dieron un impresionante espectáculo y salieron a recibirnos cuando llegamos al lugar, esta vez tanto cóndores como jotes permanecen ocultos, como decididos a que todo el protagonismo sea exclusivo de Eluney Wenu, Purace, Quimey y Suyuariq.

Todo es respeto entre los presentes, que lentamente forman el círculo alrededor del fuego sagrado prendido por los mapuches. El círculo representa una forma de vivir, donde todos sus integrantes están a la misma distancia del centro.

Allí la Machi (anciana) Teresa Epulef brinda su mensaje de alegría por lo que está sucediendo, pidiendo  también por la juventud, las mujeres, y la familia, llamando a “dejar las diferencias de lado y transitar todos juntos el mismo camino”.

Luego llega un momento cargado de emotividad, cuando la Machi requiere la presencia de Lihuel, el pequeño hijo de un mes y medio de vida de Luis Jácome y Vanesa Astore, los encargados del proyecto del retorno del cóndor al mar, para consagrarlo bajo leyes de vida mapuches, algo que no se da muy a menudo. La Machi se lo presenta a Futa Chao (Dios) y se lo encarga para que lo cuide, al tiempo que le cantan una canción de cuna mapuche.

Luego es el turno del Tayta, quien remarca que el cóndor es la expresión del espacio cósmico, la unión entre el hombre y el animal.

“Estamos aquí para liberar al cóndor, pero también para liberarnos a nosotros mismos, a nuestras almas, a nuestros corazones”, sostuvo, para luego destacar el sentido de pertenencia a la madre tierra y la enseñanza de los abuelos.

Luego de realizar su rogativa, realizó con el acompañamiento de todos los presentes, una petición a los cuatro puntos cardinales, para que la madre naturaleza siga acompañando por siempre.

Pero no solamente la cultura de los pueblos originarios está presente en la suelta, sino que también hay una gran participación de los niños tanto de la zona como de distintas regiones de la provincia. Unos 500 alumnos de distintas escuelas se han acercado hasta el lugar para compartir este momento. Algunos invitados, y otros como los de la Escuela Hogar Nº 69 de Sierra Paileman en el marco de un programa de estudios que la institución educativa viene desarrollando desde hace varios años, como una forma que los pequeños vayan incorporando la importancia del cóndor como una cuestión cultural desde sus primeros años.

Es notable el entusiasmo que muestran estos chicos, y es precisamente por la importancia que se les brinda, el hecho que son unos de los pocos privilegiados que pueden subir a la cima de la sierra el día de la suelta.

Un pequeño grupo de no más de 10 por el peligro que significa el fuerte viento reinante tiene el honor de subir a la propia Sierra Pailemán y protagonizar la ya tradicional suelta de plumas, que ellos mismos han recolectado, simbolizando la libertad de las aves sagradas.

 

El momento más esperado

 

Uno de los asistentes de campo abre las puertas por las que saldrán los cuatro cóndores y rápidamente corre a ocultarse para que los animales no lo vean y se asusten.

Todo es expectativa. Todo es silencio. Todo es respeto. El silencio sólo es roto por el sonar de las caracolas y otros instrumentos de los pueblos originarios, que hacen una suerte de llamado a la salida de los cóndores.

La salida de las aves sagradas se hace esperar, como si supieran de la expectativa que están causando.

De pronto, en una mezcla de timidez, curiosidad y tal vez temor van apareciendo una a una y saliendo del refugio, para pararse al filo de la cornisa de la sierra. Los murmullos de admiración aparecen entre los presentes, pero nada alterará la tremenda paz que reina en ese momento.

Unas fuertes ráfagas del viento patagónico reciben a los nuevos habitantes del lugar. Eluney Wenu, Purace, Quimey y Suyuariq abren sus alas para sentir como el hermano viento les pasa por entre sus plumas. Están midiendo su intensidad y dirección. Están tomando su primer contacto con la naturaleza del lugar.

Parecen temerosos. Dan pequeños saltitos de roca en roca, como amagando a volar, pero no lo hacen. La expectativa crece minuto a minuto, hasta que deciden correrse a la parte trasera de la sierra.

Pasan los minutos y no aparecen. Todo parece indicar que se tomarán su tiempo para iniciar el vuelo. Nadie los apura.

De pronto, cuando ya algunos de los presentes estaban por comenzar a emprender el regreso, el primero de ellos aparece volando desde atrás de la sierra. Luego el segundo… el tercero y el cuarto se hacen esperar, pero de pronto, los cuatro están volando en el cielo patagónico. Una vez más, el sueño del regreso del cóndor al mar (a escasos 50 kilómetros del lugar), se ha concretado.

Ahora, durante unos 40 días, los ayudantes de campo los seguirán realizando un rastreo mediante equipos instalados en sus alas, para ver cómo es su desempeño. Pero el gran paso ya está dado. Se puede asegurar que el sueño ha vuelto a concretarse.

El regreso del ave sagrada

Durante cientos de años el cóndor andino fue el amo de los cielos de la norpatagonia, viajando miles y miles de kilómetros desde la costa a la Cordillera de los Andes. Un ave carroñera que en la costa se alimenta de los restos de lobos marinos y otras especies; en los campos lo hace con cadáveres de guanacos y otros animales, para llegar así a la zona de la montaña.

Venerado por los pueblos originarios, que sostenían que era el encargado de llevar el alma de los muertos al cielo (creencia basada en la extraordinaria capacidad de vuelo del cóndor, que puede llegar a los 10.000 metros de altura), se distribuyó en todo el norte de la Patagonia, especialmente la zona de la costa y el sur de lo que hoy es Río Negro y el norte de lo que actualmente es Chubut, hasta la Cordillera de los Andes.

Pero, la llegada del hombre blanco o “huinca” con otra cultura de más desapego a la madre tierra, los ataques a la especie por creer que era un ave de rapiña y mataba el ganado, los envenenamientos de cadáveres de ovejas y vacas para terminar con los depredadores, llevó a la extinción del cóndor andino en la costa rionegrina hace más de 100 años.

El proyecto de “Retorno del Cóndor Andino al Mar” nació en el Zoológico de Buenos Aires hace más de 20 años, con el propósito de devolver la especie al lugar donde habitó a lo largo de la historia.

No es tarea sencilla. Desde el 2003 hasta ahora se han realizado 11 sueltas de aves en Sierra Pailemán, con 37 animales en total, aunque un par de ellos han sido encontrados muertos como consecuencia de envenenamiento por parte de los crianceros del lugar. No se trata de una acción deliberada contra el cóndor, sino más bien contra otras especies depredadoras del ganado, pero sin dudas esta ave es una víctima más.

En total, se han liberado 117 aves en las distintas zonas del país.

La actividad nace con la recolección de los huevos pertenecientes a animales en cautiverio en los distintos zoológicos asociados a la red, lo que luego serán incubados artificialmente hasta el nacimiento de los pichones. También se liberan pichones nacidos en cautiverio. Todos ellos son criados mediante títeres que los alimentan, sin tener el mínimo contacto humano para que no vinculen al hombre con la fuente de su alimentación.

Otro de los orígenes de los animales a liberar son los rescates realizados en distintas zonas de la cordillera, de cóndores lastimados e imposibilitados de volar, que luego de su rehabilitación, están en condiciones de volver a la naturaleza.

Ya con cuatro meses de vida, estos pichones están en condiciones de ser liberados, pero luego de su traslado desde el zoológico de Buenos Aires tienen un período de adaptación de dos meses, en el refugio construido especialmente en la sierra.

Allí son alimentados y monitoreados por el equipo de ayudantes de campo hasta que llega el momento cúlmine.

No es casualidad que el centro de liberaciones se haya instalado en Sierra Pailemán. Precisamente, en lengua mapuche este nombre significa “Lugar de reposo del cóndor”,  y testimonios de descendientes de antiguos pobladores dan cuenta de la existencia allí de una importante condorera antaño.

Una verdadera pasión

Poder estar presente en la ceremonia de liberación es una cuestión casi mágica, llena de sentimientos, pero sin dudas, poder compartir con el equipo de trabajo del Zoológico de Buenos Aires y la Fundación Bioandina los días previos a la suelta de las aves, nos dio la posibilidad de ver cómo estos hombres y mujeres, todos jóvenes ellos, han tomado al cuidado del cóndor no como un trabajo, sino como una verdadera filosofía de vida. Ellos no han tomado a Sierra Pailemán como el lugar de su campamento y centro de actividades, sino que ya presentan como parte misma de Sierra Pailemán. Viven allí los 375 días del año y no quieren abandonar este lugar por nada del mundo.

Sensaciones muy fuertes se viven dentro del campamento en los días previos. Una rara mezcla de armonía, tensión por la gran cantidad de cosas que hay para hacer, camaradería, mucha pero mucha pasión por la actividad, pero por sobre todas las cosas, alegría. “Podemos estar muy cansados a veces, pero todo lo hacemos con una alegría enorme, porque realmente nos pone muy bien poder estar cumpliendo con esto”, resume Sergio, uno de los ayudantes de campo.

No es solamente el cuidado del cóndor lo que manifiestan. Es el respeto por la tierra, por las plantas, por el agua, por lo que expresa la madre naturaleza en todos y cada uno de los instantes.

Faltan dos días para la suelta. Encabezados por Luis Jácome, director del proyecto y Vanesa Astore, coordinadora general, los muchachos preparan los equipos de seguimiento satelital y rastreo radial que serán colocados al otro día en las alas de los pichones para monitorear sus movimientos y desarrollo. Los equipos fueron aportados por la fundación Bio Parc (Francia); Gema (Ecuador); ZCOG (USA), CEPA; y PUYDUFOU (Francia).

Con la concentración y precisión propia de un relojero, preparan los equipos hasta entrado el sol. Tomás, León, Martín y Sergio son los ayudantes.

Ya está todo listo. Es hora de comer. Un equipo de voluntarios preparó la cena para las más de 50 personas instaladas en el campamento. Luego, otro hará lo mismo con la limpieza de ollas, platos y cubiertos. Previamente, también se compartieron otras actividades, como la limpieza del corral, construcción de otro, etc. En el campamento nada es individual, todo funciona como una comunidad.

Una inmensa paz reina en el lugar, producto de esa conexión entre el hombre y la naturaleza. El trabajo que se realiza en Sierra Pailemán es el perfecto ejemplo de cuando la mano del hombre interviene para ayudar a la naturaleza y no para destruirla.

Prueba de ello es la presencia de visitantes de Brasil, Uruguay, Francia y otros lugares, quienes llegaron atraídos por la magia de todo lo que provoca la liberación tanto del cóndor como de las personas que participan de ese mágico momento. Entre ellos está Pierre, un francés corresponsal de Radio Nacional Suiza, llegado exclusivamente para este evento.

Un cóndor volando a diez metros, una experiencia única

Un día antes de la suelta se le colocan los transmisores en las alas a los pichones que serán liberados, y los integrantes del campamento tienen el privilegio de subir hasta el refugio en la parte más alta de la sierra a presenciar la actividad.

En el momento mismo de llegar la sierra comienza la magia, con el impresionante recibimiento que nos da Alcaman, un macho adulto liberado hace 8 años, que justamente regresó en los días previos a Paileman desde la Cordillera, volando los 600 kilómetros de distancia para cortejar aquí a una hembra.

Con sus alas desplegadas, Alcamán pasa tan cerca nuestro que puede escucharse el sonido del viento pasando entre sus plumas. Es el protagonista principal de una danza armoniosa de la que también participa la hembra y algunos jotes (otras aves carroñeras menores) que completan el grupo que se dio un festín con el alimento que los ayudantes de campo dejaron la noche anterior en la sierra.

Nadie habla. Todos se limitan a contemplar la belleza y lo imponente de la escena.  Sólo se oye el sonido del viento que sólo se ve interrumpido por las cámaras fotográficas.

Es el silencio de la sierra, que sólo deja transmitir el sentir de los espíritus de los antiguos pobladores y verdaderos dueños de la tierra.

“Escuchen su corazón” es la consigna que deja Luis, el director del proyecto, para sintetizar esa conexión con lo ancestral, con la madre tierra, con la naturaleza.

“Pailemán te habla, escuchala”, es el otro consejo en medio de un momento con una paz inigualable.

El ave sagrada, también en la escuela

La cultura de conservación, cuidado e importancia del cóndor andino forma parte también de la educación de los chicos de la comunidad de Sierra Pailemán. María Inés Baffigi es la directora de la Escuela Nº 69 “Lorenzo Llanqueleo”, que tiene incluida en su currícula, como proyecto institucional educativo, el desarrollo del programa de Regreso del Cóndor al Mar.

Año a año reciben la visita de cientos de niños de otras escuelas de la provincia, quienes se suman a la actividad el día de la liberación.Explica que “el proyecto cóndor se basa en la enseñanza de valores, lo que constituye el principal desafío para todos quienes enseñamos. Inculcamos el valor de la defensa de la vida, la responsabilidad, el respeto, el compartir, en definitiva, el ser cada vez una mejor sociedad”.

“Esto nos da la posibilidad de seguir multiplicando este proyecto, tratando de educar desde los más chicos a los más grandes en esta tarea de cuidar y conservar a esta ave que tanto significa para la cultura de esta región”, sostuvo.

Por ello, desde la primera liberación de cóndores, los chicos de la Escuela 69 apadrinan el proyecto cóndor, protagonizando además la tradicional suelta de plumas.

“Un momento fantástico”

Luis Jácome, es el director del proyecto de Regreso de Cóndor Andino al mar, y su emoción sigue siendo la misma que lo inundó en la primera suelta. Hace referencia al valor ambiental del cóndor, porque al ser carroñeros, cumplen la función de limpiar el ambiente de los animales muertos, evitando así posibles focos de infección.

“Con el retorno del cóndor al mar estamos trayendo una especie que sirve para mantener saneado el ambiente, y cumple un rol muy claro en el equilibrio ambiental”, indica, pero destaca además que “también tiene un papel muy importante desde el punto de vista cultural, porque son animales considerados sagrados durante miles de años”. “Estamos hablando de un eslabón cultural con nuestro pasado americano.  Por ello en cada suelta hay ceremonias de pueblos originarios que vienen a honrar esto que estamos haciendo, porque saben lo sagrado del vínculo entre el hombre y esta especie”, añade con emoción.

De hecho, en cada liberación los líderes espirituales originarios piden que llueva. Hasta ahora, de las diez liberaciones, en todas llovió abundantemente luego en esta zona que es una de las más desérticas del país.

No duda en decir que “es una experiencia movilizante, con una gran participación de la propia comunidad de la escuelita de Sierra Pailemán, que lo ha incorporado a su proyecto educativo, lo que lleva también a generar mayor conciencia para la conservación de esta ave”.

Luis destaca el trabajo conjunto con la Dirección de Fauna y el área de Medio Ambiente de Río Negro. “La Provincia de Río Negro siempre fue muy especial para nosotros. Aquí tenemos nuestra base de campo y venimos trabajando codo a codo con la gente de la Provincia, que está muy involucrada con el programa más allá de lo institucional”.

Recuerda además que “durante muchos años trabajamos en la conservación de la especie, hasta que nos dimos cuenta que cuando uno conserva, se pone por encima de ello. A través de las charlas con los abuelos mapuches fuimos entendiendo que era necesario honrarlos, porque cuando uno honra, se pone por debajo del otro, en este caso, del cóndor. De eso se trata, de volver a encontrarnos con la naturaleza y las enseñanzas de los abuelos y darnos cuenta que en definitiva, lo que estamos haciendo lo hacemos no solamente por el cóndor, sino también por la gente”.

“Necesitamos volver a reconectarnos. Los abuelos dicen que esta tierra es su madre, que el sol es su padre, que cada ser vivo es su hermano y que todos tienen derecho a compartir su vida. Es una buena idea como para compartirla. Con cada liberación buscamos eso, que la gente vuelva sentirse hijo de la madre tierra”, comparte.

 

Gustavo Glave