Algunos interrogantes sobre el voto joven ● Silvio Castro

Si bien se ha hablado mucho respecto al voto optativo para los jóvenes desde los 16 hasta los 18 años, fue escaso el debate. El mismo se dio de forma acotada y se planteó en términos amigo/ enemigo, tal como se vienen dando los últimos debates en el Congreso Nacional. Considero innecesario el modo en que finalizó la votación en la Cámara de Diputados, con descalificaciones que poco tenían que ver con el tema en discusión. De todos modos, a partir de las Primarias Abiertas Simultaneas y Obligatorias de Agosto de 2013, más de un millón de jóvenes de entre 16 y 17 años tendrán la opción de votar y elegir a sus candidatos primero y a sus representantes luego.  A partir de lo enunciado, una serie de cuestiones salen a la luz y considero necesario explicitar.

Es sabido que ni toda política es una política pública, ni toda política pública nace necesariamente del Estado. Las definiciones clásicas entienden la política pública no sólo en términos de una acción estatal, sino también en términos de omisión de dicha acción. Las políticas públicas como acción estatal están siempre dirigidas a solucionar un problema que se extiende a toda la sociedad y sobre el cual es no sólo importante, sino también hasta necesaria, la mediación o intervención del Estado. Otros enfoques más actuales incluyen la participación de otros actores sociales en la planificación, ejecución e impulso de las políticas públicas. Las políticas públicas no son, comúnmente, acciones puntuales sino más bien que perduran en el tiempo, independientemente de quién ejerza el gobierno, dado su carácter e importancia en el proceso social. El voto joven, podría incluirse aquí, si bien podría preguntarse si el mismo no responde a los intereses de un sector, y de un gobierno en particular, con el fin de perpetuarse en el poder. Si así no fuera, debería haberse discutido sobre otros aspectos que impactan a los jóvenes y que, quizá, sean más urgentes.

El carácter “optativo” o “voluntario” del voto de los jóvenes no es un detalle menor, ¿Quiénes podrán optar por ir a votar? ¿Quiénes son realmente libres para elegir si ir o a no a expresar su voto? La respuesta es sencilla. Aquellos con mayores recursos podrán optar libremente si quieren ir o no a  votar, mientras que aquellos de menores recursos no podrán elegir de manera tan libre. En una sociedad donde prima el clientelismo político, aun cuando lo nieguen, donde las dádivas de campañas y los planes sociales aparecen como contrapartidas de un voto, muchos jóvenes de escasos recursos serán blanco de estas prácticas políticas, restando el carácter optativo o voluntario del voto de los jóvenes. Lo mismo ocurre la despenalización y legalización del aborto: se estigmatiza la pobreza.

También debemos preguntarnos sobre el rol de la educación. Se discute el tema de la educación pública para todos, una trampa en la cayeron algunos. La ley N° 26.206 declara la educación secundaria como obligatoria, y la “Asignación Universal por Hijo” vino a garantizar, de alguna manera, esta medida. Si bien se amplió la cantidad de estudiantes en los ciclos superiores, tenemos qué preguntarnos acerca de la calidad de la educación a la que acceden. No hay que pensar simplemente en una educación pública de gestión estatal, sino pública y de calidad. Y aquí el Estado cumple un rol fundamental. No puede responsabilzarse solamente a los docentes por la calidad de la educación, quienes, muchas veces, realizan una tarea invalorable. No es la solución la inyección de dinero, no alcanza con aumentar el presupuesto, se necesiten políticas (públicas en este caso) donde el Estado trabaje de manera sostenida con el fin de mejorar la calidad educativa que pretenga igualar las posibilidades de acceso a estudios universitarios o trabajos calificados. La educación superior merece un debate aparte.

Para concluir habría que preguntarse si se pensó, a la hora de promulgar esta ley, el rol que debe cumplir la escuela y si está preparada para albergar (y soportar, por qué no) una politización de los jóvenes, a la que adhiero considero necesaria e importante. ¿Está la escuela pública preparada para acompañar la inclusión de los jóvenes a la vida política?

Por último, podemos preguntarnos sobre la preparación de los jóvenes para votar, ¿es la edad sinónimo de preparación política para elegir representantes? ¿A mayor edad, mayor preparación para elegir representantes? Nadie tiene la respuesta. En un debate de la Fundación Conciencia para jóvenes de 16 y 17 años habitantes de la Ciudad de Buenos Aires respecto a su derecho al voto, muchos se proclamaron como preparados y otros mostraron motivación a prepararse para el momento de votar (algo valorable y digno de ser imitado). En dicho debate surgió algo muy interesante: si antes comenzaban a los 17 años a pensar su inclusión en la vida política, hoy lo harán a los 15, sin ningún problema, ya que los tiempos se han adelantado en muchas otras cueationes que los incluyen. Una visión inteligente y audaz, propias de los jóvenes. Nada asegura que, por más experiencia personal, curriculum y / o edad, uno se encuentre en óptimas condiciones para elegir a sus representantes.

Surgen otros interrogantes respecto a lo anteriormente planteado como ser el rol de las redes sociales, una herramienta útil y vital en la política actual que, como está demostrado, a menor edad, mayor manejo de las mismas.

Es válido resaltar, antes de concluir, que otras discusiones quedan pendientes de tratamiento: el rol de la familia, en un contexto donde la familia ha mutado en muchas formas; la problemática de la droga; el aborto; la falta de oportunidades laborales o la falta de una ley de adopción que agilice el tramite, todas que influyen, de una u otra manera, en la vida cotidiana de los jóvenes.

Es claro que la política es una herramienta de transformación socialcomo importante la participación de la mayor cantidad posible de personas posibles en la misma. Por tanto, la inclusión de los jóvenes en la política y, la política desde los jóvenes, podría ser una buena manera de transformar nuestra sociedad.

 

 

Silvio Castro

Lic. en Ciencia Política (UBA