Río Negro: entre el desmadre y la impotencia ● Jorge Castañeda

Los desmadres y personalizaciones sin grandeza entre los socios del Frente para la Victoria solo producen estupor, impotencia y rechazo en los ciudadanos comunes que jamás esperaban encontrarse con esta lastimosa realidad donde solo priman los intereses personales y las apetencias desmedidas de poder.

Mientras tanto la provincia se debate en una parálisis de gestión nunca vista con ministerios vacantes, falta de proyectos, leyes votadas para luego ser derogadas, iniciativas parlamentarias que  son retiradas y una sarta de políticas bartoleras que rebajan la calidad de gobierno. Es que poco se puede hacer cuando los liliputienses atan al gigante.

Si bien se debe ponderar la desaparición del ex gobernador Carlos Soria, la realidad es que todavía en el peronismo no se ha asumido el trauma de conformar alianzas políticas que con el transcurso del tiempo se convierten en la arena de una lucha agonal sin atenuantes, donde los pícaros de siempre salen beneficiados con cargos y después de jubilarse como  funcionarios aliados en un frente que el tiempo desmerece, hacen mutis por el foro y si te he visto no me acuerdo y en realidad de sus nombres es mejor olvidarse.

Es que no se puede juntar el agua con el aceite, ni es una ficha de afiliación la matriz ideológica a una doctrina como la justicialista. El peronismo es un todo, un universo en sí mismo, una forma de entender la vida y la política; y para eso hay sentirlo, porque es una inserción visceral, un sentimiento que está más allá de los formalismos y de las especulaciones bastardas de las necesidades personales de quienes se acercan a él  solamente para tener identidad y servirse del mismo.

Las responsabilidades son compartidas,  porque vacíos de ideas, de proyectos integradores y de contenidos, en vez de gobernar se despedazan mutuamente como gatos en un saco de cuero, denostándose ante la prensa, estorbando el trabajo legislativo, exigiendo lealtades a los funcionarios a sus aventuras personales, buscando el amparo del gobierno nacional para que laude en sus disputas minúsculas pero encarnizadas.

Mientras tanto los ciudadanos rionegrinos miran expectantes a su dirigencia ajena a los grandes problemas de los diferentes actores de la vida social y comunitaria de la provincia.

Es que todavía se están esperando los programas para poner de pie a Río Negro, ver el asomo de soluciones para el poblador rural que no sea la dádiva de subsidios, sino la puesta en marcha de una política que devuelva mediante el trabajo la dignidad que alguna vez  sus padres y abuelos supieron soñar en grande.

Que puedan comprender que deben acercarse a los trabajadores, a los artesanos, a los maestros rurales, a los crianceros, a los estudiantes, a los obreros, a los médicos, al ama de casa, a los profesionales, que son sus mandantes y quienes mediante el voto le han depositado su confianza la que no merece ser defraudada de ninguna manera.

La política es al arte de buscar acuerdos, de dialogar, de sumar consensos y la dirigencia tiene la responsabilidad no de mandar ni de imponer, sino de conducir, que es persuadir, invitar a trabajar juntos por un destino mejor.

Es la hora de contemplar estos aspectos, de atender a las necesidades realmente importantes del conjunto en la búsqueda del bienestar general, de dejar de lado los personalismos que a nadie le hacen bien, de abocarse a ser los protagonistas que el momento exige, porque los internismos terminan cuando finalizan las campañas electorales, las que son solamente la herramienta para llegar al gobierno y su gestión debe servir para transformar las estructuras de injusticia de toda una sociedad.

Por eso está llegando la hora de la verdad, la hora de despertar del sopor de las rencillas y de las ambiciones para abocarse a  atender los legítimos intereses de todos los rionegrinos, porque la historia los está mirando y eso no es poca cosa.

 

 

Jorge Castañeda

Escritor -Valcheta