Después del temblor, +K ● ADN

El gobernador Alberto Weretilneck tendría en su agenda reunir esta semana a los legisladores e intendentes que lo acompañaron durante la pasada crisis en el Frente para la Victoria, con el propósito de compartir los cambios que introducirá en el gabinete provincial.

Habrá distintas etapas y se estima que el proceso será paulatino, siempre bajo aquellas premisas de más peronismo y más kirchnerismo y en consulta con aquellos diputados, jefes comunales y dirigentes leales.

Por más que el gobernador siempre se muestra hiperactivo, que recorra la provincia, se muestre junto a la Presidente en los actos nacionales y tome contacto directo con sectores de la comunidad, el gobierno tiene otro ritmo, otra dinámica, hay modorra y la gestión oficial es lenta, enmarañada y demasiado burocratizada.

El pueblo de Río Negro está ausente de las peleas palaciegas y espera —cada vez con menos paciencia— que terminen las peleas y se empiece a gobernar.

Muchos funcionarios están paralizados por la interna y la mayoría piensan en su estabilidad y nada arriesgan en la gestión.

Esta modalidad, si bien ahora está agravada, viene casi desde los albores del nuevo gobierno, y muchas veces señalada por el periodismo, la oposición y sectores productivos, económicos y sociales rionegrinos, pero pocas veces reconocida.

Ahora la interna puso blanco sobre negro a muchas falencias oficiales. Las críticas surgen desde la matriz del justicialismo y como ejemplo basta la definición del presidente del PJ, Miguel Pichetto, cuando definió al gabinete de Weretilneck como “chato y mediocre”.

Claro que esta crítica, antes intencionalmente ocultada, afecta directamente a los funcionarios elegidos por Carlos Soria. Tras la muerte del ex gobernador siempre se señaló que este equipo era ajeno a Weretilneck y la permanencia de ministros y secretarios se correspondían sólo con una actitud piadosa del gobernador y no porque le fueran útiles.

Los militantes de la agrupación “billetera” saben de su situación inestable y en una actitud especuladora, tardía y reprochable dieron la espalda a Miguel Pichetto y apoyaron a Alberto Weretilneck, a pesar que varios de ellos llegaron por su relación con el senador nacional.

Así nació la 25 de Septiembre, con una “opereta” de Julián Goinhex que como el señor feudal del sorismo ejerció el derecho de empernada y abusó de la confianza de aquellos celosos de sus sueldos.

El secretario general de la Gobernación, que dice que será ahora Coordinador de Empresas Públicas, redactó un documento de apoyo crítico al gobernador, le recordó el camino a seguir y difundió una Carta Abierta con firmas inexistentes de funcionarios que fueron invitados a un asado en la Secretaria  de Trabajo.

El engaño de Goinhex (el hombre que luce nuevo Ray Ban Aviator, comprado recientemente en free shop por cien dólares) duró poco y generó mucha bronca.

Pasado el temblor aún hay remezones. El sector del senador Pichetto aduce contar con tropa de mayores lealtades y no circunstanciales fundada en los megasueldos. Cuenta también con un ariete de filosa lengua, la legisladora Ana Ida Piccinini, que volvió al juego que más le gusta: la denuncia.

Así comenzó con los pedidos de informes al Parlamento y apuntó a la Secretaría de Seguridad y a Policía de Río Negro, como una manera de involucrar también al ministro Hugo Lastra, ex pichettista.

Piccinini, en una extraña carambola a dos bandas, apuntó sugestivamente a Miguel Bermejo —que llegó al gobierno de la mano de Pichetto— y a Ariel Gallinger, el jefe de Policía designado por Weretilneck.

Paradójicamente los casos elegidos fueron Atahualpa y el accionar de uniformados en el Valle Medio. En el primero, hay una morosidad de cuatro años de la Procuración y la fiscal de la causa y en el segundo algo debe decir también la legisladora de la actuación de la jueza Marisa Bosco.

Las relaciones se tensionan bajo presiones internas que avivan el fuego que amenaza con un siniestro de grandes dimensiones.

El optimismo del gobernador y su equipo contrasta con los pronósticos de sus adversarios. El ex legislador Miguel Ciliberto, pichettista, les dijo que “van al precipicio a 180 kilómetros por hora”.

Así pasan los días para el gobierno provincial y el Partido Justicialista. Se hizo costumbre comenzar el día pensando en las declaraciones a formular o el comunicado a difundir. Todos hacen política interna y pocos están preocupados por gobernar.

La batalla verbal está acompañada por operaciones de prensa para hacer creer al pueblo rionegrino quién tiene mayor apoyo del gobierno nacional. Una foto, una señal o una simple noticia de la Agencia Oficial Télam, se utilizan para llevar agua para cada molino que marcan actitudes de poca estofa.

Hay cansancio social, saturación y degradación en la función pública. Alberto Weretilneck puede hacer de la crisis una oportunidad y ser conductor de una nueva etapa. De no ser así sólo el tiempo será testigo.

La consigna de la etapa es gobernar.

 

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