Verani, un devaluado devaluacionista ● Alberto Laría Rajneri

Resulta auspicioso que el senador de la nación Pablo Verani, haya presentado un proyecto. Así lo anuncia en una nota en esta página de ADN del domingo 29 de julio pasado.  Una iniciativa para proponer la emisión de un billete de 200 $.- Es un gesto  vibrante que anticipa  la   enérgica envergadura  en que se  desvela la política del senador, para hacer de nuestro suelo rionegrino un paisaje más vivible y amigable. En lo atinente a la justicia social y su desarrollo económico.

Menos comprensible resulta el muy módico esclarecimiento  que hace de la inflación y de la reciente emisión de billetes con la imagen de Eva Perón,  a la que se empeña en  atribuirle el signo  de lo devaluado.

No es ajeno para nadie que nada de lo que hoy acontece en nuestro país, puede explicarse sin el trasfondo sombrío del  2001. Crisis profunda creada por el gobierno en la que el Senador fue parte  y notable influyente.  Auténtica pesadilla. Pesadilla consumada en episodio terrible de nuestra historia que apenas acaba de pasar.

Restañar las heridas y las desesperanzas del fin de ese gobierno enajenado, también de legitimidad democrática, fue paradójicamente el acto fundacional  del actual gobierno que inició  muy desde abajo, un  trabajoso programa de reformas  destinado a restaurar aquellos tenebrosos daños.

La imagen de la huida de un Presidente nulo que eligió elevarse  por sobre su responsabilidad de gobernar, mientras abandonaba al pueblo a la represión y al crimen,  sigue siendo el símbolo de una historia no olvidada. Sin duda que la inflación no era por aquellos días un tema preponderante. La desocupación, la miseria, el hambre, el desgobierno y la disolución de la cohesión social, herían más fuertemente que la inflación, a la dignidad y al  estómago de nuestros compatriotas.

Recurrir a la retórica contorneada y pícara del burrero,  que quiere zaherir y devaluar la imagen y la legitimidad del gobierno al imponer la figura de Eva Perón en los billetes, no deja de ser una burla trágica  de quien fue un gestor eficaz de  aquel diciembre desolador.

Traer ahora la figura del presidente Alfonsín y contraponerla, no pareciera el ejercicio de una lucidez que conmueva. Comprometerla con las cuestiones de inflación ya es un gesto sobrado de osadía. La hiperinflación, con la que de algún modo se liga su figura, es guardada en la memoria colectiva y sus efectos aún  perduran como hábitos decisorios en materia económica de muchos de los ciudadanos que siguen prefiriendo dañar al país.

Es la inflación el único programa y discurso opositor, que es alzado como estandarte de un fantasma espectral y amenazante para el país.  El senador decide así enarbolar esa bandera. Una posibilidad íntimamente deseada y aún peor estimulada,  como recurso de la incapacidad para producir algo positivo en la política. Se muestran así, carentes de ideas de nación  y juegan en cambio a los dados con la negatividad, apostando a que  una jugada traiga esa determinación que calme el deseo de mal que los mueve.

Es evidente que los mismos que hoy inflacionan a la inflación, son los que antes hundieron el proyecto alfonsinista. El radicalismo oficial hace del olvido un sacramento y se rinde una vez más , postrándose ante esos poderes instituyentes.  Un gesto de sometimiento humillante,  que no honra a la figura del expresidente.

Los  que también quieren  hoy, escolarizar a la figura de Alfonsín y elevarla a los altares de “Padre de la Democracia”, debieran más bien recoger su legado imprescindible y señalar sin cálculo y con valentía a quienes hicieron lo indecible por abrirle heridas penetrantes hasta conseguir extraerle de ellas, su derrota.  También los promotores del homenaje son los colonizadores permanentes del  alma radical. Los parasitarios que carcomieron su raíz y la mudaron de su hogar. Los que  ahogaron los latidos de su vital tradición irigoyenista, popular y transformadora, para  arrojarla inerte a los suburbios donde se aposenta el submundo turbio y  conservador de la Argentina.-

La furia del 2001 fue sin duda indulgente con el entonces gobernador. Puede aún su voz,  a pesar de lo acaecido, señalar burlonamente las  avatares del “carrito de la compra”, mientras olvida  los abismos de desazón que ahogaron a nuestro país.-  Para  apagar aquellos infiernos   un día tuvo que  volver la figura de Eva Perón. Evita.  Como estallido de esperanza recuperada. Y fue nuestra presidenta quién resignificó el valor de esa mujer  militante hasta la consumación. Recogió su legado justiciero  e hizo que su voz brote de nuevo, en su voz, como bandera para los anhelos de los  postergados,  excluidos siempre de nuestra historia.-

Transcurridos 60 años de su muerte,  debió volver para cumplir su profecía: hacerse millones.  Y de esta manera, reparar lo que el senador y su cofradía nos dejaron como una insensata e injusta herencia.

 

Lic Alberto Laría Rajneri