El regreso de los muertos vivos ● ADN

El radicalismo de Río Negro es un partido del poder, simbología de 28 años ininterrumpida de gobierno, que se inició con la recuperación democrática en 1983 cuando ganó las elecciones bajo el influjo alfonsinista, en una provincia donde Renovación y Cambio era incipiente frente a Línea Nacional de Ricardo Balbín y el MAY del chaqueño Luis León.

Así comenzó a escribirse una historia netamente rionegrina. La única provincia gobernada por el radicalismo frente a las derrotas que se sucedían en toda la geografía nacional.

La UCR de Río Negro supo construir poder desde el Estado. Desde el gobierno fue tejiendo alianzas y políticas de captación ampliando su base de sustentación. Sumó partidos, dirigentes, gremios, grupos económicos organizaciones barriales, entidades sociales, apoyos individuales y familiares. Acertó todas las estrategias electorales aún con el marco nacional adverso, triunfó por amplias diferencias y agonizó con apenas 600 votos y cuando las urnas le fueron adversas (en varias ocasiones) las colectoras  y la división del PJ sumaron para seguir en Laprida y Saavedra de Viedma.

Algunos acuerdos fueron estratégicos y otros coyunturales, pero siempre de superestructura. En contadas oportunidades el radicalismo trató de seducir desde las bases, buscó en la dirigencia acuerdos copulares. Siempre había una oportunidad, aún cuando pareciera que estaba todo perdido. La última puesta en escena fue con el traje de radicales K.

La eternidad corresponde a los dioses y el final tantas veces anunciado llegó. Las últimas administraciones radicales fueron anodinas, anárquicas, sin conducción, ausentes de las gravitantes políticas siempre pergeñadas desde el Estado,  escasas de ética y con poca predisposición para combatir la corrupción. La sociedad se sentía cada vez más alejada de esa fuerza política que tantas veces la había cobijado, ayudado y protegida con trabajo, viviendas, subsidios, beneficios impositivos y planes sociales.

Aquel slogan de  “manos limpias” de la campaña de 1983, fue paradójicamente, más de dos décadas después, el arma mortal que terminó con la supremacía radical en Río Negro.

Jorge Valdano, reconocido jugador del fútbol argentino, sostenía que siempre había que prepararse para la derrota, porque el triunfo oculta deficiencias. La UCR de Río Negro nunca se preparó para perder el gobierno y por supuesto que en estos momentos  no sabe como recuperarlo.

Ahora el fracaso marca el termómetro del radicalismo. Divididos, sin partido, sin enclaves sociales, con militantes y dirigentes llegó el agotamiento. La decadencia se ubica tan lejos en el tiempo como tan cerca de la gloria.

¿Cómo se sale de esta situación? ¿Con qué dirigencia es posible resurgir? preguntas claves aún sin respuestas. Fue escasa la autocrítica, somero el debate y nula la contención del partido.

El pretendido protagonismo de alguna dirigencia se asimila al título de la nota. El regreso los muertos vivos. Pareciera que no hay intención de renovar a este radicalismo que bajo el lema de unidad, por amontonamiento, pareciera pretender constituirse en alternativa. El padre, hijo y el espíritu santo no juegan en este partido, ateo, agnóstico y poco proclive a las divinidades.

Hacia octubre- noviembre se estiman las internas, una pasión radical, pero una disputa que debe evitar “la sangre”. Tampoco es posible la flagelación, una oportunidad para renovar a la UCR porque a todas luces es necesaria una nueva conducción partidaria.

Hoy existe un mecanismo idóneo para dirimir apetencias personales y políticas que emanarán ante las candidaturas a senador y diputado nacionales, se trata de las elecciones primarias. La dirigencia debe someterse al voto popular, con el mecanismo de elecciones obligatorias, abiertas y simultáneas. Todos a la cancha y el que tenga mayor consenso ciudadano llegará.

De esta manera se evitará repetir el camino de acuerdos copulares, un principio fundamental para comenzar a recuperar la confianza de la sociedad rionegrina.

Tampoco ayuda a este centenario partido su situación a nivel nacional, en permanente debate sobre su fututo.

Serán tiempos de debates, peleas, roscas, alianzas y desacuerdos en el radicalismo rionegrino, donde habrá pasos al costado, intento de  regreso de quienes ya probaron y fracasaron y también la energía y la voluntad de alguna dirigencia por tratar de protagonizar la política con otra mirada interna y externa.

 

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