Una joven mujer revolucionaria ● Pedro Pesatti

«Eva Perón dejó dos marcas inéditas en la historia argentina de su tiempo: el protagonismo de la mujer en los asuntos públicos y la anticipación de un sujeto político y social que hasta ese momento jamás había tenido visibilidad histórica: los jóvenes y su participación en la política. Evita reunía esa doble condición  la de mujer y la de joven, y es a partir de esa doble condición que se inscribe en la tradición política del país para transformarla y abrirla a los nuevos tiempos”.

«Siempre se enfatiza su procedencia social como signo distintivo, pero si a ello le sumamos también las otras dos signaturas que caracterizaron su breve pero intenso paso por la vida política de la Argentina, pronto advertiremos una nueva dimensión en una mujer que logró sintetizar los sueños y aspiraciones de los más humildes a partir de un compromiso incorruptible con la idea organizadora del peronismo, en tanto expresión política e ideológica de las mayorías populares: la justicia social”.

«Evita sacó de las cátedras y de las grandes bibliotecas las ideas paralizadas en miles de páginas que hasta ese momento eran sólo objeto de especulación y estudio para ponerlas en práctica y en realizaciones. Su idea de un país justo, su definición de la necesidad de los pobres como fuente del derecho, su claridad respecto a quienes debía servir el Estado que, desde la organización nacional, había estado al servicio de las clases oligarquicas y el capital extranjero y, asimismo, su coraje para enfrentar a los grupos de poder de entonces, desde las cúpulas de la Iglesia a los generales que conspiraban a coro con los patrones de la Rural y la embajada de los Estados Unidos, muestran no sólo el fuerte carácter de una mujer sino, y sobre todo, una postura ideológica de indudable sesgo revolucionario. Imposible de encuadrar en las categorías políticas que diseñaron, particularmente, los europeos, para comprender la posición política de partidos y actores, Evita fue sólo comprendida en su tiempo por el pueblo sufriente, por los descamisados y sus cabecitas negras”.

«Debió pasar mucho tiempo para que los grupos políticos que fueron ácidos críticos de Eva Perón y del peronismo comprendieran que nunca jamás el pueblo argentino fue más feliz y más libre que durante el tiempo de Perón y Evita. Epítetos irreproducibles pero, sobre todo, posturas políticas de partidos socialistas y de izquierda que, en vida de Eva Perón, no advirtieron que ella fue la mejor traductora de las grandes ideas sociales que luego se transformaron en parte de la cultura política del país y, a la par, en realizaciones concretas que se verificaron en cada plan quinquenal del general Perón -donde la justicia social era el concepto articulador de cada acción llevada a cabo por el Estado- ponen al desnudo la miopía política de sectores políticos que, con variantes, continúan en el tiempo actual ceñidos al triste papel de ser funcionales a los vendepatrias”.

«Pero Evita también fue una joven al frente de la gran causa que puso en marcha el presidente Juan Domingo Perón, y el sable de las grandes batallas que debió conducir el General. Apenas tenía 26 años cuando irrumpe en la vida política nacional y es reconocida por el pueblo como su gran abanderada. Es por esa condición, pocas veces acentuada, y que observamos especialmente en este 60 aniversario de su paso a la inmortalidad, que dedicamos a los miles de jóvenes que en la actualidad se identifican con el proceso político puesto en marcha por Néstor y Cristina Kirchner, las palabras mas bellas que pronunció Evita al referirse a su condición de militante: «Si el pueblo fuera feliz y la Patria grande, ser peronista sería un derecho. En nuestros días, ser peronista es un deber. Por eso soy peronista: por conciencia nacional, por procedencia popular, por convicción personal y por apasionada solidaridad y gratitud a mi pueblo… Esta es la definición de un peronismo auténtico, que tiene su raíz en la mística revolucionaria”