Sólo una escena de celos ● ADN

La reunión del viernes pasado del Consejo Provincial del Partido Justicialista con intendentes, funcionarios y dirigentes había despertado mayor expectativa que las repercusiones posteriores, incluso los trascendidos pierden entidad ocultos en el anonimato.

En este tipo de reuniones sólo trasciende lo que se quiere o se hace público el mensaje direccionado a un interlocutor en particular. El resto es comidilla de operadores, de correveidiles o aspirantes de analistas políticos.

Qué quedó del encuentro. Sólo una escena de celos que el peronismo montó para recriminarle a Alberto Weretilneck que dialoga con ex funcionarios del gobierno anterior. Un celo histérico reclamando diálogo y censurando amistades, cuando tanto el presidente del PJ, Miguel Pichetto y el vicepresidente, Martín Soria, siempre hicieron público el fluido y permanente diálogo y buena relación con el gobernador. Antes o ahora faltaron a la verdad

Patético, nada más lejos que un análisis político o un real balance del primer semestre de gestión. Hay enojos que vale ocultarlos para no hacer un papelón o caer en el ridículo.

No hubo autocrítica y esta carencia devalúa la opinión sobre el accionar de los demás.

En realidad la crítica al gobierno es un cuestionamiento a si mismo en virtud de que los principales cargos y la mayoría de los funcionarios son del justicialismo. Este gabinete y este gobierno –lo hemos dicho hasta el cansancio- fueron diseñados y armado por Carlos Soria.

Seguro que no es el conjunto de colaboradores que hubiera elegido Alberto Weretilneck.

Un simple repaso exime de todo comentario. La falsificación de firmas del ex gobernador Soria y otras imprudencias de Rochás en Legal y Técnica; la contratación de vuelos y los gastos del 25 de Mayo, por Goinhex; las contrataciones de obras sin licitación de Del Valle en Obras Públicas; las denuncias internas para la gestión de Rovira Bosch en Turismo, las actuaciones del inefable Ponzone, en la Fiscalía de Investigaciones, los abusos de Huentelaf en su paso por Horizonte y el Tribunal de Cuentas, las designaciones indiscriminadas de parientes directos y familiares, la orfandad de planes sociales en Desarrollo Social, las ausencias de políticas en deporte y cultura, por nombrar sólo algunas de una larga lista, ¿son responsabilidades de Alberto Weretilneck y el Frente Grande?.

El mensaje del justicialismo pareciera estar dirigido a señalarle al gobernador, una vez más, que tiene el cargo prestado. Una especie de regente, tan solo un tutor de un poder que quedó huérfano.

Todo lo que se critique de este gobierno vale como argumento en su contra. Podría Weretilneck hacer suya la crítica y comenzar a desplazar a los justicialistas en el gobierno que no han sido capaz de satisfacer a su propio partido.

¿Pedir más horas y días de trabajo es una reprimenda para el gobernador y sus funcionarios del Frente Grande o para aquellos justicialistas que el jueves parten hacia el Alto Valle a visitar a sus familias?

Weretilneck sabe y conoce cuáles son los funcionarios y las áreas que no funcionan, que no gestionan y que ocasionan más inconvenientes que logros a la gestión, la mayoría soristas.

Si mantener lealtad hacia el partido mayoritario de la coalición electoral le significa más problemas que beneficios, bien podría ejecutar los cambios que tiene en mente. Razones no le faltan.

Lo que no se entiende es el vaticinio del presidente del PJ, cuando afirmó que si Alberto Weretilneck hace un buen gobierno puede aspirar a la reelección.

¿Qué quiso decir? Que él renuncia a esa posibilidad y que por lo tanto nadie en el justicialismo se ponga el traje porque ya tiene medida. La peor interpretación es que si Weretilneck sigue así, que se olvide de un nuevo período.

El justicialismo movió una pieza del tablero, ahora le toca al gobernador y al Frente Grande.