Estamos mal, pero vamos bien ● ADN

La emblemática frase que inmortalizó el riojano Carlos Menem bien podría adoptarse como un slogan en la presente administración, donde existen funcionarios y legisladores que incorporan con empeño un mensaje contradictorio sobre la marcha del gobierno.

En los ’90 Menem no se equivocaba. Cuando decía que estábamos bien era porque se cumplía al pie de la letra con la receta liberal de las privatizaciones, el achique del Estado, el desempleo de miles de argentinos, el consenso de Washington, el subconsumo, entre otras, y precisamente en razón de estas políticas reconocía que estábamos mal.

En el caso rionegrino la economía no está bien y no es un tema menor. Pueden soslayarse inconvenientes en la administración, pero nada es comparable con el marco económico. Ya no sopla viento de cola. El apoyo del gobierno nacional comienza a limitarse porque todas las provincias sienten el impacto. La administración Weretilneck recibió este mes un aporte de 40 millones y no hay más, a la vez que Cristina Fernández pide ajustes en los Estados provinciales.

Río Negro sigue en rojo y el tema frutícola impacta con toda crudeza. Los reclamos los canaliza el senador Miguel Pichetto, que también gestiona en otros pedidos provinciales. Todos piden acelerar los giros de fondos y destrabar medidas tomadas por Guillermo Moreno, sin dejar de insistir en las puertas del despacho de Julio De Vido, para no disminuir el ritmo de la obra pública en el interior del país.

Sólo sigue en ritmo creciente el valor de la soja, que tiene una retención del 35 por ciento, sumando algunos recursos en el reparto nacional.

Se comenzó a “rascar el fondo de la lata” y todos suman esfuerzos para lograr recursos, como por ejemplo la distribución del impuesto de las ganancias en las provincias.

Los economistas sostienen que el deterioro de las finanzas provinciales está fundado en la caída de los giros de Nación por coparticipación de impuestos y leyes especiales, que viene acompañado de la desaceleración de la economía nacional.

En el primer semestre del año la inflación trepó más del 10%, mientras que la recaudación está por debajo de estos niveles. Si bien el comportamiento de la recaudación en algunas provincias es más alto que el nacional, no es menos cierto que en los presupuestos provinciales las transferencias automáticas son más que importantes. El proceso inflacionario corroe todo el sistema y el gobierno nacional soslaya este problema que afecta al conjunto de la sociedad pero que impacta con mayor crudeza en los sectores más vulnerables.

El tema frutícola está amañado. No basta la buena voluntad del gobernador que acude a alquimias caseras para encontrar soluciones que escapan a su competencia y jurisdicción. Le pone empeño a pesar de actuaciones erráticas de Oscar Rolo, secretario de Fruticultura, el funcionario provincial que se lleva todas las críticas del sector.

El principal ingreso de nuestro producto bruto geográfico, no encuentra y en realidad no tiene solución. Todas las medidas que se tomen desde Río Negro son paliativos -bienvenidos- pero no resuelven la cuestión.

Todas las economías regionales están en crisis debido a las caídas de las exportaciones. También hay trabas en mercados que toman represalias a medidas tomadas por el gobierno nacional.
Los envíos de frutas cayeron. Por el puerto de SAE se cargaron 220.550 pallets, un 34.04% menos que la zafra anterior. Fue una temporada que se ubica en el lugar 18 en la historia del puerto, después de 1996 cuando se cargaron 227.610 pallets.

Por otra parte las ventas de peras y manzanas a Brasil disminuyeron en un 30%. El ingreso de pera sigue cerrado y el de manzana sólo se logra luego de interminables vericuetos burocráticos y controles de Comercio Exterior.

Hay menor rentabilidad (con un dólar oficial bajo), represalias por las restricciones a las importaciones y medidas oficiales sobre liquidación de divisas.

Por más que se agite la adhesión al gobierno de Cristina Fernández, no puede ocultarse que las políticas de Guillermo Moreno han impactado negativamente en el sector primario de la producción.

El turismo está esperando la temporada invernal que se inicia, pero costará años remontar años malos y las consecuencias de las cenizas del Puyehue. La apuesta es muy grande y se espera a los turistas brasileros porque en el mercado interno siempre hay ofertas para viajar al exterior.

La política petrolera ahora depende de las explotaciones de YPF y las decisiones que adopte el gobierno provincial que aún no define su estrategia de hidrocarburos en un sector que genera importantes ingresos.

La ganadería viene de años de sequía, con impactos en majadas y rodeos, donde sólo se salvó la producción en los valles irrigados y los precios de la lana y la pesca están atados al dólar. Un panorama para preocuparse.

Por su parte el gobierno vive su propia crisis. La falta de recursos y la permanente ayuda del gobierno nacional no permiten definir si se achica o se fortalece al Estado. Sueldos altos en un reducido grupo de alrededor de 320 funcionarios y la gran masa de empleados con ingresos sensiblemente inferiores. No se definen políticas para las empresas del Estado y entes autárquicos y descentralizados, tanto en ingresos como egresos y sus roles empresarios y de impacto social.
El panorama no es alentador para decir que “vamos bien, aunque estemos mal”, a pesar del esfuerzo y optimismo que le imprimen algunos.

Le cuesta al gobierno explicar la situación, por más que ensaye un mensaje optimista que puede tener un efecto boomerang. No tiene políticas de difusión.

No hay quien escriba el libreto diario, no tiene prosa propia, vocero o interlocutores que traduzcan el pensamiento oficial. Sólo voluntarismo.