Cumbres Borrascosas ● ADN

El gobierno provincial ya no es monolítico. Ha dejado al descubierto fisuras que se van disimulando como se puede y en algunos casos con poco interés de reparación.

Cuando habla Javier Iud, es como escuchar a Miguel Pichetto. Es su alter ego y en su rol de vocero e intérprete del senador no es la primera vez que critica al gobierno provincial.

Martín Soria, junto a Ana Piccinini, también en el rol de alter ego del ex gobernador fallecido, no sólo cuestionó a la actual administración, sino que además dejó en claro que no transita la senda de su padre.

Ambos intendentes consideraron oportuno responder al gobernador sobre su intención de afiliarse al justicialismo. Los dichos casi análogos “peronista se nace”, “el peronismo se mama” restando trascendencia a la ficha de afiliación.

Mientras tanto Weretilneck insiste en que es solo “una posibilidad” y que ese fue un compromiso asumido con Cristina Fernández, frente al Jefe de Gabinete Juan Manuel Abal Medina.

Entredichos familiares, turbulencias e intrigas, como aquella famosa obra “Cumbres Borrascosas”, considerada un clásico de la literatura inglesa, que relata una historia de amor entre una mujer y su hermano adoptivo, no sin transitar por enfrentamientos, contradicciones y desavenencias familiares.

En estas fisuras no deja de llamar la atención una nueva particularidad en el internismo oficial. Se entendió desde el comienzo de la gestión del frente grandista cipoleño que las distancias con el sorismo eran directamente proporcional al acercamiento con el pichetismo. Es más, hacia adentro de los funcionarios allegados a Soria se denunciaba esta entente.

Weretilneck eligió el camino de cerrarse sobre algunos de sus más allegados y construir un nuevo poder desde su categoría de gobernador.

Esta lectura no fue ajena al senador Miguel Pichetto, que sintió en carne propia el proceder del mandatario, no solo desairando a su hijo Juan Manuel en sus gestiones frente al conflicto frutícola, sino comprometiendo recursos que escasean, sin consulta previa y por afuera de las tratativas que llevaba adelante el senador.

No bastó un almuerzo para aclarar las cosas, sino que Miguel Pichetto se instaló en Viedma y en un raid periodístico plantó bandera sobre algunas puntos vitales. Reiteró el reclamo de la Presidente de ser austero en la administración de la provincia, cuestionó la avidez del sector frutícola y el compromiso millonario del gobernador en ayuda del sector, reivindicó a Viedma como capital administrativa, se mostró contrario a cualquier descentralización gubernamental y consideró propicio bajar los sueldos de los funcionarios.

El senador se mostró serio, reflexivo y contundente con el rol del justicialismo en el gobierno, sin eludir responsabilidades.

Por su parte Alberto Weretilneck no dio importancia a las críticas y banalizó el hecho cuando puntualizó que si muchos critican a su gobierno porque “no puede hacerlo el justicialismo que es la principal fuerza política del FpV” y en clara respuesta les pidió a los dirigentes peronistas que “no tengan miedo” por el manejo de las cuentas públicas y se mostró en reiteradas oportunidades con Alejandro Palmieri.

Mientras tanto sigue marcando diferencias en el gobierno, donde persiste en un estilo de mucho esfuerzo personal, voluntarismo y de concentración.

Se comporta como un intendente. La desconfianza es una de sus características y cree que su esfuerzo personal y las buenas intenciones valen por si mismas para soslayar la falta de gestión y de respuesta en los organismos del Estado.

Al igual que Miguel Saiz lo irrita que el periodismo o que algún dirigente le señalen acciones, razón por la cual dejó trascender que no habrá cambios en el gabinete por más críticas que existan sobre muchos funcionarios.

La terquedad es mala consejera. Los cambios no deben responder necesariamente a cuestiones de internas políticas, sino a mejorar la gestión de gobierno y no persistir en errores que en algún momento se paga caro frente al electorado.

En este particular estilo de conducción, Alberto Weretilneck apostó fuerte durante la semana por Alejandro Palmieri, en un claro mensaje hacia quienes lo cuestionan e incluso sugieren un nombre para su reemplazo.

 

Este apoyo al ministro de Economía se da en el marco de contradicciones sobre la marcha de las cuentas públicas, los números de la deuda, el monto de los recursos que se necesitan para afrontar los aumentos de salarios y de la zona desfavorable, los compromisos con el sector primario y las diversas obras que se anuncian cada recorrida del gobernador por la provincia.

El ministro de Obras Públicas, además de no ser descuidado con la camioneta Honda CVR que le asignó el Estado, tendría que pensar seriamente en definir sus funciones porque a la carencia de un plan de obras, se suma la falta de gestión y la disponibilidad de recursos que maneja en exclusiva Palmieri.

Pareciera que hay doble contabilidad. Una para los anuncios públicos y otra en la intimidad. La deuda del Estado a los proveedores no se pagan, hay mora en saldar certificados de obras públicas, aún no llegan aportes comprometidos con la fruticultura y en el caso de la capital provincial no se conocen avances de la prometida y difundida creación de un centro administrativo.