Los mercaderes del Templo

El gobierno del Frente para la Victoria que llegó en diciembre del 2011 amenazando con expulsar a los mercaderes del Templo al grito de “basta de corrupción”, encuentra a poco de andar –cinco meses- que pueden cambiar los administradores, pero siempre habrá mercaderes.

Hoy sobran ejemplos que deben llamar a la paciencia, aquietar almas furiosas de venganza y comenzar a solucionar los problemas que han surgido de quienes haciendo gala de la condición de humanos imperfectos no han podido resistirse a las mieles del Poder.

El  Poder corrompe, pero si se lo administra con inexperiencia, autoritarismo y soberbia corrompe mucho más.

Siempre se dijo que la muerte de Carlos Soria marcó un quiebre que nunca se superará, a pesar del esfuerzo y la negación. Weretilneck recibió con sorpresa, angustia y dolor el cargo de gobernador y seguramente ese día se miró al espejo y reflexionó sobre tamaña responsabilidad, porque una cosa era salir a escena acompañando al primer actor y otra distinta asumir el rol protagónico en un teatro desconocido y con la platea y la popular desconfiando.

Hizo lo correcto. Prometió fidelidad y respetar al Partido Justicialista, a sabiendas de que la estructura partidaria está dividida en dos: soristas y pichetistas. A ambos juró lealtad en un esfuerzo de equilibrista que transita por la fina cuerda sin red de protección, aun cuando tiene la íntima convicción que la mano salvadora vendrá del senador nacional.

El pueblo de Río Negro había otorgado un cheque a plazo. Necesitaba el cambio. Atrás había quedado el desorden, la desidia y la corrupción.

Weretilneck enfrenta una realidad que no ya no puede soslayar más. Su esfuerzo cotidiano y el de un grupo de funcionarios se desvanecen frente a actitudes repudiables de algunos funcionarios autoritarios, soberbios, maltratadores, ambiciosos en las prebendas, proclives a sortear reglamentaciones y subir familiares al Estado. Rápidamente se colocaron la vestimenta de mercaderes.

Hoy el requerimiento de “mani puliti” surge desde el interior del gobierno y precisamente hacia aquellos que llegaron a moralizar el Estado. Los mismos que rechazan una resolución madura que el Gobernador adoptó para superar el entuerto con el retiro de Víctor Sodero Nievas del Superior Tribunal de Justicia, priorizando la calidad institucional. Un gesto de poder que también provocó el llanto caprichoso en los socios travestidos del PJ y del iracundo intendente de General Roca, ilusionado con el juicio político del magistrado, que quedaron en absoluta minoría. No hubo sangre, primó la cordura y el Gobernador logró el apoyo de 26 legisladores del bloque oficialista.

Como contrapartida, rápidamente surgieron las voces de apoyo a la jugada política del mandatario de parte del titular del PJ, Miguel Pichetto, y también del legislador por Viedma, el gremialista Roberto Vargas, hombre que hace gala de su lealtad al senador nacional.

De todos modos, aunque se trate de declaraciones formales, está de más que todos traten de disipar divisiones internas tanto en el justicialismo como en el gobierno, porque no es bueno para la salud de la administración Weretilneck que el sorismo siempre le marque la cancha y se oponga a medidas racionales, maduras y superadoras del conflicto.  Sólo los lobos de las estepas huelen sangre todo el día.

Aunque deba apostar al equilibrio y a no romper con un sector interno, el Gobernador ya no puede soslayar que todos sus dolores de cabeza y las “travesuras” se generan en nichos soristas.

No se trata de hacer un inventario de casos de irregularidad en la administración, se conocen a pesar de la pasividad de la Justicia y de algunos  funcionarios que creen que el silencio del “gran diario” del Alto Valle ayuda a que en el resto de la provincia nada de esto se conozca. Subestiman el poder que tiene la  comunicación digital potenciada por miles de pequeños medios tradicionales que difunden sus contenidos.

En el interior del gobierno se menea una encuesta que si bien alegra al Gobernador (que mantiene buena imagen), la consideración de los encuestados en Viedma y Bariloche sobre el gobierno es para tener en cuenta. La imagen de Miguel Pichetto se mantiene en sus niveles y el intendente de General Roca no alcanza los índices a los que tenía acostumbrado su padre.

Pero hay luz de alerta porque si bien en Viedma era probable que el gobierno estuviera mal visto, hay que pensar en San Carlos de Bariloche, un lugar que el oficialismo no puede perder.

A la ciudad andina puede ir la presidente de la Nación, el gabinete nacional, el Gobernador, los ministros, y someterla a diversas formas de seducción, pero si no funciona el municipio, faltan turistas y además se aumentan impuestos y servicios, no hay conquista posible.

Ya pasó el tiempo del cambio y los barilochenses sólo esperan que retornen en la próxima temporada invernal los vuelos charter llenos de brasileros. No escapa a estas preocupaciones que desvelan al gobierno la situación frutícola, el valor dólar, la inflación y los desequilibrios regionales.

Río Negro requiere además de decenas de millones de pesos que gira la Nación mensualmente. Las nuevas medidas fiscales no alcanzan para incrementar los ingresos. Los gastos se tratan de contener, pero no basta el voluntarismo, hay que observar cómo se comporta la economía real.