Los inversores que supimos conseguir ● Juan Pablo Serra

”Argentina es un país en el que se puede ganar mucha plata, pero hay que ganarla rápido porque en cualquier momento te podés quedar afuera”.

 

Sin hablar de cuestiones de conveniencia mediática, ni de corrupción (de las que no podemos afirmar que sean solo sospechas), el episodio expropiador-estatizador de YPF confirma esta máxima de la inversión extranjera, que nuestro país no logró revertir en los últimos 20 años.

La importancia de la inversión privada en el desarrollo de un país ya no se discute. Hasta Cuba necesitó inversiones privadas extranjeras para desarrollar su sector económico más dinámico, el turismo.

Sin embargo, en nuestro país los inversores que actualmente operan las empresas privatizadas y/o concesionadas no son ni más ni menos que los que supimos conseguir. Tenemos trenes desastrosos, servicios de telefonía celular de los más caros de mundo, cortes de luz que duran días y semanas y ausencia casi total de créditos hipotecarios, por citar solo algunos ejemplos. No quiero decir que Ferrocarriles Argentinos, Entel, Agua y Energía y Banco Hipotecario funcionaban bien cuándo estaban en manos del estado, pero sí que TBA, Telefónica/Telecom, Edenor/Edesur, o Eduardo Elsztain no han hecho una gran diferencia.

Lo que sí debe hacer un país es generar las condiciones para que las inversiones sean lo más beneficiosas posible para los ciudadanos. Dicho de otro modo, habría que lograr que la recuperación del dinero invertido por parte de la empresa sea en el periodo de tiempo más largo posible, lo que indefectiblemente requiere seguridad jurídica, concepto denostado por el gobierno y también por gran parte de la población. Y que no significa mucho más que cumplir con la palabra empeñada, con las leyes y con lo acordado previamente.

El período de repago es un concepto financiero muy básico, que mide el tiempo que transcurre entre el momento de la inversión y el momento de recuperar lo invertido. Diferentes negocios tienen diferentes períodos de repago. Los servicios domiciliarios (distribución de gas, de electricidad, de agua, de telefonía, de Internet o de televisión) tienen un período de repago relativamente bajo. En cambio la exploración hidrocarburífera o la extracción en pozos no convencionales tienen períodos de repago mucho más extensos. Requieren invertir mucho dinero hoy, para empezar a llevarse los beneficios después de un largo tiempo. Obviamente, los riesgos, que tienen que ver con el contexto (económico, jurídico, etc.) van a ser muchísimo mayores en las inversiones de más largo plazo. Y es responsabilidad del estado minimizar esos riesgos si es que quiere atraer inversiones de largo plazo.

No es casualidad. Nuestra red ferroviaria se viene deteriorando desde hace más de cincuenta años, no hay sistemas de transporte urbano y suburbano confiable, la infraestructura vial no es acorde a la cantidad de vehículos que circulan, los servicios de agua y cloacas están colapsados en casi todas las ciudades, no se han hecho obras de riego en gigantescas superficies de tierra potencialmente cultivables, no desarrollamos fuentes alternativas de energía. Estas necesidades son excelentes oportunidades de negocio a largo plazo que no sabemos aprovechar. En el mundo hay dinero disponible para ser invertido en estos sectores, pero no sabemos atraerlo. (No sería razonable destinar dineros públicos a esas inversiones mientras haya desinversión en educación, salud y seguridad).

La expropiación de YPF es una clarísima señal a los capitales del mundo. Le estamos diciendo a los que vengan a invertir que se la lleven lo más rápido posible, porque si nos enojamos los expropiamos. Seguramente conseguiremos empresas como Repsol, (hay un montón) dispuestas al saqueo y a la subinversión. Son nuestra media naranja, los capitales que sabemos conseguir.

Juan Pablo Serra – @secter