Los galgos entre carreras y refranes. Por Jorge Castañeda

Valcheta.- No sea que entre tanta polémica por las carreras de perros galgos nos ocurra lo que a los dos conejos de la fábula de Tomás de Iriarte: “Por entre unas matas/ seguido de perros, / no diré corría, / volaba un conejo. De su madriguera/ salió un compañero/ y le dijo: “Tente, / amigo, ¿qué es esto?”. “¿Qué ha de ser?”, responde; / “sin aliento llego… / dos pícaros galgos/ me vienen siguiendo” / “Sí”, replica el otro, / “por allí los veo, / pero no son galgos” “Pues qué son” “Podencos”. / “¿Qué?” ¿Podencos dices? / Sí, como mi abuelo. Galgos y muy galgos; 7 bien vistos los tengo. “Son podencos, vaya, / que no entiendes de eso” / “Son galgos, te digo” / “Digo que podencos”. En esta disputa/ llegando los perros/ pillan descuidados/ a mis dos conejos. Los que por cuestiones/ de poco momento/ dejan lo que importa, / llévense este ejemplo”.

Es muy loable que exista una legislación que proteja a los animales de todo tipo de explotación y maltrato. Y es una obligación indelegable de los estados realizar inspecciones de control para el cumplimiento de dichas normas.

Pero como en todas las cosas de este mundo hay varias lecturas e interpretaciones. Lo que no se puede cambiar es el instinto propio de los animales: algunos son predadores por naturaleza, otros son agresivos hacia el ser humano, otros son y han sido serviciales para acompañar las labores del hombre sobre la tierra y cada uno tiene sus propias características. En la fábula que transcribimos vemos que los conejos son presa fácil de los cánidos y nos produce lástima su suerte, pero es la ley de la naturaleza que permite esas cosas.

El perro galgo tiene instinto corredor y cazador. Y ya desde épocas inmemoriales como a sus parientes los caballos se los utilizaba para carreras con apuestas o como simple diversión, pero generalmente para la caza.

Del Quijote de la Mancha sabemos por Cervantes las características de su mascota: “En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor”.

Se supone que el “Caballero de la Triste Figura” trataba bien a sus animales, de los cuales seguramente el preferido era Rocinante, a pesar del refrán que glosa que “rocín de hidalgo, seco como un galgo”.

“El que más, el que menos –escribía Roberto Arlt en sus Aguafuertes- galgueará en la rúa en busca del sustento cotidiano”. Igual que Alonso Quijano.

“Se dice en nuestro país galguear, por alusión a la vehemencia que pone el perro galgo en la caza de su presa”, nos aclara José Gobello, en su Diccionario Lunfardo. “No es por decir, pero me he quedado galgueando”, se queja el Sargento en la obra de Coronado. Triste cosa.

Los refranes debidos a este noble animal de “fina estampa” nos advierten por semejanza las normas de comportamiento de nosotros, pedestres “bípedos implumes”, al decir Juan Perón.
¿Será cierto para referirse a la persona perseverante que “a la larga o a la corta el galgo a la liebre alcanza”? ¡Pobre liebre!!

Sabemos también que “a los galgos del rey no se les escapa liebre” porque sus vasallos le ponían especialmente las presas más fáciles, a lo que el pícaro emperador Francisco José al darse cuenta exclamó: “Juraría que a esta libre ya la he cazado tres veces”. Como se aprecia se ve que adulones hubo y los habrá siempre.

Si serán corredores y ligeros que “a la larga o a la corta el galgo a la liebre alcanza”. Pero como todo refrán se contradice también se sabe que “al galgo más lebrero se le va la liebre en enero”.

El gran escritor Benito Pérez Galdón en “Amadeo I” para expresar que los hijos suelen heredar las flaquezas de sus padres recoge el célebre refrán que glosa que “de casta le viene al galgo el ser rabilargo”, luego también citado por Miguel Delibes. O sea que nuestras mascotas se nos parecen.
Que no se puede poner todos los sentidos en dos asuntos a la vez es cosa sabida como enseña el refrán: “Galgo que va tras dos liebres, sin ninguna vuelve” ¡Malhaya!

Hemos querido espigar unos pocos de los tantos refranes españoles sobre, los perros galgos, faltan muchos por cierto pero “algo es algo, dijo al ver un hueso el galgo”.

Sobre las polémicas sobre las carreras de estos canes como de otros animales, muchas de ellas tienen que ver con culturas ancestrales muy enraizadas en determinados lugares, al igual que las corridas de toros y los reñideros de gallos.

Lo que verdaderamente importa son leyes protectoras sobre las mismas y que los animales sean tratados con dedicación y amor. Pero sobre todo inspección permanente de los organismos del Estado, en lo que respecta a higiene, alimentación y buen trato hacia los animales, compañeros del hombre desde los albores de la civilización.

Jorge Castañeda
Escritor – Valcheta